Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
La Medicina Tradicional de los Pueblos Indígenas de México
Mexicaneros.
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Descripción de demandas
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Descripción de demandas

Iboñara. Hechizo

El "hechizo" constituye una causa de demanda de atención extremadamente frecuente entre la población tepehuana, al grado que los terapeutas atienden hasta 10 pacientes por mes afectados por este mal, designado también con el término de iboñara. Por tratarse de una afección tan particular, en cuanto a su origen, su tratamiento compete a una categoría de terapeutas conocida como "curandero religioso", especialista en curar enfermedades tales como los hechizos y los daños, y quien, además, afirma que no trata "enfermedades naturales".

El hechizo es provocado por la voluntad de un sujeto "que está disgustado" con otro y, por lo tanto, desea tomar venganza; a raíz de esto, solicita los servicios de un curandero, a quien "ofrece una cantidad de dinero para que hechice a su enemigo". Este especialista, conocedor de los secretos de la brujería, hace de intermediario entre su cliente y los "dioses buenos y malos que moran en la tierra, a quienes les pide el hechizo, o la salud, de la persona". Luego de haber sido hechizada, la víctima empieza "a sentir molestias cuando escucha oraciones religiosas, ya que choca el mal con lo sagrado", afirman los terapeutas; con el pasar del tiempo, el enfermo ya no puede levantarse de su cama, donde "se revuelca por un dolor, o le sale una llaga".

El diagnóstico del hechizo se obtiene mediante un procedimiento especial que permite detectar no sólo las causas del padecimiento, sino también el especialista que lo envió. Se empieza tomando el pulso de la mano izquierda del enfermo para "sentir el paso de la sangre" (V. pulsar); a continuación, en la palma de la misma mano, el curandero coloca una "joya", que puede ser un espejo o un trozo de vidrio tallado, y luego le pulsa la frente y después las sienes; cuando logra sentir ciertas vibraciones, mira el vidrio que puso en la palma del paciente, y allí visualiza "el tipo de hechizo y la persona que se lo puso"; a veces esta última es considerada demasiado potente para poderla enfrentar durante la curación, en cuyo caso se recomienda al paciente que busque a otro curandero, porque el que hizo el diagnóstico no lo puede curar. Los terapeutas también pueden llegar a determinar la naturaleza del mal a través del sueño.

El tratamiento utilizado para una persona hechizada es similar al empleado en la curación del daño, y consiste en "consagrar" al paciente. Para que el ritual sea realmente efectivo, el enfermo debe "guardar dieta, evitar dormir con mujeres durante cuatro días y que no se bañe". El curandero empieza la ceremonia frente al altar, rezando el credo y un rosario ante la imagen de Cristo; a continuación coloca un listón en la frente del enfermo y, utilizando dos plumas de aguililla y flechas (V. muvieri), procede a aplicarle una limpia barriéndole todo el cuerpo, al mismo tiempo que continúa rezando sus oraciones. Terminada la limpia, el curandero "unta" al paciente, esto es, le hace una cruz sobre el cuerpo, con "agua sagrada" que él mismo prepara de la siguiente manera: en tiempo de Luna llena, y durante 15 días en los cuales se somete a ayunos, el terapeuta reza frente al altar en donde se halla un recipiente que contiene una cierta cantidad de agua, la cual será empleada en las curaciones.

Las complicaciones que puede causar el hechizo, en caso de no ser tratado a tiempo, son extremadamente peligrosas, en razón de que pueden causar la muerte al enfermo en un lapso de tiempo muy breve: "el hechizo es peligroso como cuando un rayo le cae a la persona; si no es atendida oportunamente, no dura viva más de ocho días", dicen los terapeutas. Una dificultad que impide muchas veces llegar a solicitar en forma oportuna la ayuda del especialista reside en que el hechizo se manifiesta mediante "enfermedades naturales", lo que hace que el enfermo intente curarse de la forma acostumbrada. Los curanderos aconsejan tratarse inmediatamente para poder ser "librados", dada la imposibilidad de prevenir la enfermedad: el hechizo, al igual que el daño, es un padecimiento que no es posible prevenir "porque viene de allá". Muchos terapeutas tradicionales consideran que existe una clase de personas "que ya vienen saladas", es decir, que desde su nacimiento traen "esta mala suerte" que las expone y las hace presa fácil de hechizos o daños, y que acuden al curandero para quitársela; sin embargo, en estos casos el curandero no puede hacer nada, ya que se trata de una condición innata.