Al igual que en otros grupos indígenas del país, también entre los tepehuanes y mexicaneros aparece consignado el susto como un síndrome de filiación cultural, el cual afecta con más frecuencia a la población infantil; así, los hierberos, que son los médicos tradicionales que tratan esta afección, afirman que cada mes atienden un promedio de 12 niños afectados de susto, frente a cinco adultos. Este padecimiento se produce porque al sujeto "una persona mala le roba el espíritu, o se lo roba un animal"; simultáneamente a la pérdida del alma, se introduce al interior del enfermo una esencia maligna. Inmediatamente después del acontecimiento, el semblante del enfermo cambia, "se ve asustado", señalan los terapeutas; luego comienza a tener otros trastornos: "no duerme bien y se estremece en la noche", no come bien y, en consecuencia se debilita.
El hierbero diagnostica el susto considerando el estado anímico del paciente y observando su aspecto; después obtiene la confirmación mediante un sueño, el cual no sólo le permite detectar la causa última de la enfermedad sino que representa una parte fundamental del tratamiento; éste debe cumplir con dos objetivos: recuperar el alma del paciente, y expulsar la presencia extraña y maléfica que se alberga en su interior (V. mal aire). Así, un curandero refiere: "soñando veo las huellas del ser que se llevó el espíritu y lo sigo hasta quitárselo; luego se lo llevo a la persona que estoy curando y le rezo para que reciba su espíritu y para que el ser que se lo llevó no vuelva más". Además de su finalidad curativa, esta parte del tratamiento tiene características preventivas por cuanto durante el sueño el terapeuta también consigue, mediante rezos, una suerte de inmunidad para el enfermo víctima del accidente. La expulsión de la presencia dañina se logra haciendo ingerir al paciente una infusión preparada poniendo a cocer la raíz, en forma de aserrín, del palo hediondo; "ya que está cocido, se le da al enfermo para que vomite y así salga el espíritu malo" consignan los hierberos.
El susto es considerado un padecimiento que puede causar la muerte del enfermo, si a éste "no se le saca antes el espíritu malo y se le regresa el propio": el paciente se va secando porque no come, "y se muere porque el espíritu malo no le permite comer ni tomar agua", afirman los médicos tradicionales. Asimismo, no puede prevenirse porque "no se sabe cuándo un ser malo vaya a robarle el espíritu a otra persona".