El espanto de culebra, como su nombre lo indica, es una forma particular de espanto producida por el encuentro fortuito y accidental con uno de estos reptiles. La impresión que un encuentro de esta naturaleza produce en el sujeto es de tal magnitud que ocasiona la salida de su espíritu, fenómeno que desencadena la enfermedad. El enfermo comienza sentirse cada día más débil e intranquilo; la alteración nerviosa que sufre se manifiesta sobre todo durante el sueño, y el paciente "brinca mientras está dormido", afirman los informantes.
El terapeuta diagnostica mediante interrogatorio, observación y "pulsación" del enfermo; esta última práctica consiste en presionar la arteria radial del paciente: en los casos de espanto de culebra, se advierte que el pulso es apenas perceptible. Por lo general, en este tipo de espanto el enfermo recuerda con precisión el tipo de accidente que le causó el padecimiento, por lo que la pulsación se lleva a cabo sólo para confirmar la naturaleza del mal (V. pulsar).
El tratamiento del espanto por culebra tiene la finalidad de recuperar el alma del paciente y hacerla volver a su cuerpo (V. pérdida del alma). Contrariamente al caso anterior, la ceremonia de curación se desarrolla inicialmente en el mismo lugar en donde el paciente se encontró con el reptil: allí, el terapeuta debe rezar por tres días, exactamente a las 12 del día, nueve veces el avemaría; una vez que termina las oraciones, se dirige a la casa del enfermo, donde procede a llamar el alma de este último soplando a través de un "bule de bandeja", para conseguir que "el alma llegue a su casa". Antes de acostarse, al paciente se le administra media taza de agua bendita para que sude; mientras transpira y reposa, los terapeutas recomiendan que el paciente no se descubra para evitar el aire frío. Si el paciente no logra alguna mejoría en los primeros tres días de curación, el tratamiento debe repetirse nuevamente.
El espanto de culebra es una forma grave de espanto. Si el enfermo no comienza el tratamiento oportunamente, los síntomas de la enfermedad se acrecientan, fenómeno que se manifiesta por "el pulso del brazo que se le sube más arriba de su lugar". A manera de prevención, los informantes recomiendan tomar periódicamente un poco de agua bendita en ayunas. Esta enfermedad se manifiesta con bastante frecuencia entre la población amuzga, al grado que los terapeutas llegan a atender hasta siete personas por mes, especialmente durante la temporada de lluvias, cuando las culebras salen a agarrar calor al sol y espantan a mucha gente".