La palabra lacandón es una derivación castellanizada de la expresión chortí lacam-tum, que significa "gran peñón" o "piedra erecta". Este gentilicio fue aplicado en tiempos de la colonia por los españoles para designar a varios grupos de indígenas "bárbaros" que se refugiaron en una espesa selva de Chiapas, que ahora lleva el nombre de selva lacandona. Sin embargo, los integrantes de la etnia en cuestión se autodenominan hach winik, cuya traducción es "verdaderos hombres". Su lengua pertenece al grupo Maya-Totonaco, tronco y familia Mayense, subfamilia Yax. Se han detectado en el habla lacandona variantes dialectales inteligibles entre sí y se le reconoce un cercano parentesco con la lengua de los mayas peninsulares.
Se estima que la población de los hach winik de la selva, asciende a unos 500 individuos mayores de cinco años, pese a que el XI Censo general de población y vivienda (1990) sólo registró la presencia de 130 lacandones, 26 entre cero a cuatro años de edad, y 104 individuos mayores de cinco años.
La selva lacandona, se ubica al este-noreste del estado de Chiapas. Está delimitada al norte por la vía férrea del sureste, al noroeste por la carretera Ocosingo-Palenque, al este por los ríos Usumacinta y Salinas, al sur por la frontera guatemalteca, y al suroeste por la costa altitudinal de 1 200 msnm, que corre por Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas y los lagos de Montebello. Actualmente se reconocen dos grupos de hach winik -los del norte y los del sur-, ambos asentados en dicha selva, en tres diferentes centros de población que dependen políticamente de la cabecera municipal de Ocosingo: al norte se encuentra el mayor centro poblacional lacandón que habita a orillas de las lagunas de Nahá, Metzaboc y Peljá; al oriente se localizan rancherías en las riberas del Lancajá y en sitios próximos a la zona arqueológica de Bonampak; y al sur existen pequeños asentamientos situados en las inmediaciones del lago San Quintín.
Los registros altitudinales en la región van desde escasos metros sobre el nivel del mar, hasta más de 900 msnm. El clima varía de semicálido a cálido-húmedo, con temperaturas promedio de 16 a 27°C, con lluvias durante casi todo el año. El río Usumacinta provee una vasta red de ríos y arroyos, que aunada a la presencia de una considerable cantidad de estanques y lagunas, conforman un rico sistema hidrográfico.
Los tipos de vegetación dependen de la altitud y el clima: así, en las partes altas es posible encontrar bosques de coníferas, donde las especies más comunes son pino, encino, liquidámbar, roble, oyamel y abeto. Al norte, donde la humedad es elevada, se encuentran las selvas altas y medianas de hojas perennes, en las que abundan la caoba, cedro, ramón, chicozapote, guayacán, ceiba, castaño, palo mulato, sombrerete, guanacaste, balché y guarumbo, entre muchos otros componentes arbóreos. Al sur, predominan las selvas bajas con la presencia de palo mulato, guarumbo, jonote, bonete, pongolote, jagua, sangre de drago, tinte, guano, etcétera.
La fauna terrestre y acuática de la región es notablemente diversa; basta señalar algunas de las especies y productos animales más importantes para la dieta de los lacandones: cangrejos, camarones, langostinos, diferentes tipos de peces de agua dulce y ciertas larvas de insectos, además de ranas, huevos de tortuga y codorniz, así como las carnes de venado, tepezcuintle y jabalí. La economía de los hach winík es de autoconsumo y se sustenta principalmente en la agricultura, recolección, caza y pesca. Cultivan diversas variedades de maíz, frijol, calabaza, chile, camote, macal, sandía, melón, pina, chayote, jitomate, achiote, yuca y algodón, además de árboles frutales como el plátano, algunos cítricos, papayo, aguacate, capulín, chicozapote, mamey, nanche, chirimoya y cacao. El tabaco se cultiva principalmente para el comercio con los mestizos.
Suelen complementar sus ingresos con la venía de artesanías como arcos, flechas, bolsas de piel de venado y lagarto, flautas de carrizo, muñecas de barro o madera, jícaras decoradas y hamacas.
Los asentamientos lacandones se ubican en las inmediaciones de los cuerpos de agua (ríos y lagunas) en donde la tierra es rica en nutrientes y, por ende, apta para las labores agrícolas, amén de la extensa fauna que habita en dichas zonas. Viven en pequeñas rancherías (caribales) integradas por las familias de dos o tres hombres emparentados. La vivienda tradicional es abierta, con cuatro a seis troncos que sostienen un techo manufacturado con hojas de palmas entrelazadas y cuya forma puede ser rectangular o circular. En la actualidad es posible encontrar casas con paredes de madera y techo de lámina, muchas de ellas con una pequeña ventana y puerta. Es común que las viviendas se concentren en torno a una ermita, en la que guardan sus objetos sagrados y practican sus ritos y ceremonias.
A las comunidades se accede a través de caminos de terracería que conectan a los diversos asentamientos erigidos dentro del territorio selvático, y que además los comunican con otros centros de población, como Cháncala, Tenosique, Palenque y Ocosingo. Dentro de estos dos últimos, existen líneas de autobuses que proporcionan servicio cerca de los poblados lacandones. Cuando las lluvias hacen intransitables los caminos, es posible llegar a las zonas más alejadas por medio de avionetas particulares. Hasta hoy, son muy pocos los poblados que disponen de energía eléctrica y agua entubada.
Cada centro poblacional cuenta con una unidad rural de salud; sin embargo, la presencia del personal médico es irregular dadas las difíciles condiciones de vida. Para la atención de enfermedades de considerable gravedad, suelen acudir a las clínicas de Palenque y San Cristóbal de las Casas, pese al desembolso que ello implica. Las infecciones respiratorias agudas, infecciones intestinales, parasitosis (amibiasis, ascariasis, oxiuriasis y escabiasis), traumatismos y envenenamientos, figuran entre las principales causas de morbilidad, según información de 1991 proporcionada por la Jurisdicción Sanitaria No. VI (Palenque), la cual incluye parte importante de la región hach winik.
La constante interacción de los lacandones con su medio constituye el sustento de su religión y particular visión del orden cósmico y social; asimismo, el orden jerárquico de sus deidades genera una normatividad social y un equilibrio en su relación con la naturaleza. Para los hach winik el mundo se compone de siete niveles: cinco cielos superpuestos, la selva (nivel terrestre) y el bajo mundo. En este marco, el culto a las deidades solares y lunares, constituye el primer orden jerárquico. Le siguen en importancia aquellos que representan fenómenos o elementos naturales que les permiten su reproducción material, como son los casos de Mensabäk, el dios de la lluvia, y K´ak, el dios del fuego, de la cacería y el valor. Y por último, una gran cantidad de dioses menores y seres sobrenaturales -subordinados a los dioses supremos- que expresan fenómenos y lugares particulares de su entorno vital y actúan como reguladores sociales y ambientales de la conducta humana; sus moradas son las cuevas, lagos, montículos y ruinas.
El cumplimiento de las obligaciones rituales y de las normas sociales asegura al lacandón el favor de los dioses; en cambio, la trasgresión implica una amenaza a la salud y al bienestar material y/o espiritual. En cada unos de sus ritos ofrecen copal, comida y balché (bebida ceremonial) a sus dioses, los cuales son representados con la elaboración de un incensario de barro y una piedra o figura arqueológica traída de alguna morada divina. Destacan por su importancia las ceremonias asociadas a las labores agrícolas, las de renovación de los incensarios; los ritos colectivos que efectúan en situaciones de crisis como eclipses y tormentas; los ritos de paso en los que se integra al individuo a la vida comunitaria, así como los funerarios para evitar cualquier influencia funesta sobre los miembros de la comunidad; y los curativos, en los que se pretende lograr el favor de los dioses para recuperar la salud al enmendar los errores cometidos.