La información obtenida sobre la medicina tradicional de los chochos fue recopilada entre terapeutas que habitan en el estado de Oaxaca, residentes en las comunidades de Benito Juárez, en el municipio de Natividad, Guadalupe La Mexicana, en el municipio de Santiago Ihuitlán Plumas, San Cristóbal Xochistlahuaca y San Juan Bautista Coixtlahuaca.
Aunque se ha señalado que en la mayor parte de los pueblos indígenas la proporción de mujeres que se dedican a la medicina tradicional es superior a la de los hombres, entre los chocholtecas esta diferencia es aún más marcada: 80% de los terapeutas registrados eran personas del sexo femenino. Los chocholtecas explican este fenómeno como una consecuencia directa de la escasez de servicios médicos institucionales, lo que obliga a la utilización de recursos propios para la atención de las necesidades que se presentan, sobre todo las dolencias de las madres y de sus hijos, ante lo cual recurren "nada más a lo que nos viene a la mente". La edad promedio de los terapeutas del grupo era de 55 años al momento de la encuesta, con casi 20 años de ejercicio de la práctica médica en la mayoría de los casos. Casi todos ellos declararon no recibir remuneración económica por su actividad curanderil, por lo que las mujeres deben buscar el sustento en trabajos productivos agrícolas o pecuarios (como la cría de ganado vacuno y lanar), y los hombres en labores campesinas y contratación temporal como peones en la construcción de carreteras y obras públicas.
Otra característica importante estriba en que sólo el 25% de los médicos indígenas son bilingües de las lenguas chocholteca y español, mientras que el restante 75% -que aún conserva numerosas características indígenas- sólo habla el español. El bajo porcentaje de hablantes de lengua autóctona está en relación directa con la escolaridad de los sujetos, ya que la mayoría de los terapeutas monolingües declararon saber leer y escribir, y haber cursado en algunos casos hasta el cuarto año de primaria. En el conjunto de médicos tradicionales chocholtecas, la profesión de curandero -que en la lengua materna se conoce con los vocablos chusha harashudd, shuana y yamechin- es la predominante, representando un 73% del total de la muestra. Se encontró que dicha profesión tiene al menos tres especialidades; la más frecuente es la de hierbera (coyoa tushuaha y cayud), y seguida de dos que son ejercidas en conjunto: adivina-"barajera", nombres que en la lengua local corresponden a nichushua-shuañi se sashua.
La forma en que los curanderos chocholtecas adquieren sus conocimientos es, en gran medida, una socialización a gran escala de fenómenos de la medicina doméstica. Todo el aprendizaje se realiza en el hogar y se consolida con la experiencia pública, que convierte al sujeto en un especialista. Las causas de demanda de atención por las que son solicitados los servicios de este grupo de terapeutas son, según un orden de frecuencia numérica: acciones de tipo diagnóstico y procedimientos terapéuticos, tales como las sobadas en general, las sobadas a los niños y a las embarazadas, adivinar la suerte o el futuro estado de salud ("decir cuál es su enfermedad", "si se van a aliviar", "si les va a ir bien al salir a trabajar", etcétera), recetar tes y prescribir baños de hierbas. Asimismo, estos terapeutas atienden síndromes de filiación cultural (espanto o susto -tzi-tzo´um nochom-, empacho -yampachu, dinta sha mpacho-, mal de ojo, ojo u ojeados -niniyacum-, mal aire -ni shindumi di, yas ha shi ntihu-, brujería -chinca chisu- y caída de mollera), afecciones del aparato digestivo (diarrea -nito ji sehee-, dolor de estómago -dolo se hee-, vómito y bilis -lancurria-), trastornos musculoesqueléticos (dolor de huesos, cuerdas y hueso quebrado), enfermedades respiratorias (gripe, anginas y enfriamiento de pulmón), así como el embarazo y el parto, y afecciones contraídas durante el puerperio o la cuarentena. Se registraron también otras dolencias, entre las que destacan el dolor de pies (dienga dolor, ding´cha´ale), la calentura (nisonga), la hinchazón, el agotamiento, las heridas, la mordedura de cornazuelo, las hemorragias, las hernias (ga jenpaha) y los granos.
El segundo grupo de terapeutas en orden de importancia numérica es el de los hueseros (18% del total de la muestra), especialistas que suelen distinguirse ya sea como hueseros-hierberos, ya sea como hueseros-masajistas, y que se iniciaron en la profesión asistidos por otro huesero del mismo núcleo doméstico o recurriendo a formas de autoaprendizaje. En ambos casos, los terapeutas comenzaron atendiendo animales heridos o golpeados, pasando luego a la atención de personas. El espectro de causas por las que son solicitados sus servicios no se restringe al sistema musculoesquelético. Es así que los hueseros chocholtecas atienden primordialmente quebraduras, zafaduras, desviadura de tendón y desviadura de coyonturas, pero también relajamientos de testículos y ovarios, falseadura de ovarios, desviadas e, incluso, algunas dolencias inherentes al aparato respiratorio, como las anginas.
El grupo más pequeño es el integrado por las parteras (sólo 9% del total de los terapeutas chocholtecas), quienes generalmente heredan su saber de la madre o de la abuela, pero sólo lo ejercen cuando han alcanzado edades que, a juicio del grupo, las dotan de la madurez suficiente requerida para atender los partos y las afecciones gineco-obstétricas (como atención del parto, enmadración de frío y cuarentena y relajamiento de testículos y ovarios), o los padecimientos característicos de la infancia, como las gripes, las paperas y el mal de ojo (ojeados).
Muchos de los médicos tradicionales de este grupo forman parte de la Organización de Médicos Tradicionales Chocho-Mixtecos.