Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Curandero (a)

Denominación genérica que reciben todos los terapeutas en el ámbito de la medicina tradicional.

Bajo esta designación, quedan incluidos aquellos curadores que cumplen la función del médico general; es decir, los que atienden una amplia gama de padecimientos y enfermedades empleando diversos recursos y métodos diagnósticos y curativos. También son llamados así los que cubren funciones terapéuticas más restringidas y específicas; o sea, los que se han especializado en demandas particulares de atención como huesero, culebrero, partera, levanta sombras, curandero de aire, curandero de brujería, etcétera, así como los que dominan un método, técnica o recurso para efectuar su diagnóstico o terapia, como chupador, cantor, ensalmador, rezandero, sobador, pulsador, ventosero, hierbero, peyotero, rosero, pelotillera, polvero, etcétera.

El descubrimiento de la vocación e iniciación del curandero, así como su entrenamiento o proceso de aprendizaje, están determinados por patrones culturales, regionales y/o étnicos, que influyen en el campo de acción y en el universo médico particular al que se ha de incorporar. Es casi un patrón general, distinguirlo como "un hombre especial", "un sabio" u "hombre de conocimiento", diferente del común, dotado de un "don" o "poder especial" que suele manifestarse a cualquier edad, inclusive desde su gestación. Esta predestinación suele reconocerse por señales físicas o corporales, y comúnmente mediante revelaciones que van desde la interpretación de sueños específicos (V. sueño) o inducidos, en un estado alterado por la ingesta de plantas alucinógenas, o por señalaiento divino, anunciado por la aparición de deidades o entidades sobrenaturales propias de su cosmovisión. Suelen jugar también un papel importante en tales predestinaciones las circunstancias de crisis, sean éstas alteraciones de orden individual o familiar, tales como la muerte de un ser querido o el padecimiento de una determinada enfermedad, que conllevan a desequilibrios físicos y de la vida emocional que sólo desaparecerán ante el compromiso de aceptar servir a su comunidad como curanderos.

El iniciado debe poseer cierta predestinación para el desempeño de sus tareas, al igual que reunir características que le permitan ejercer sus funciones terapéuticas y sociales específicas, como ser una persona fuera de lo común: inteligente, analítico y observador; tener habilidades manuales que le faciliten ejecutar las técnicas curativas, y, sobre todo, mucha habilidad para manejar un discurso común a su paciente, a la vez que un lenguaje simbólico, verbal y corporal, que lo comunique con lo divino, ubicándose así como intermediario entre el mundo humano y el mundo sagrado.

Aunque no con la característica de regla general, es común que se presente un patrón de transmisión hereditaria por línea directa (de padres a hijos) o paralela (de abuelos, tíos, primos); es decir, una formación desde el seno familiar en el cual se está relacionando con el lenguaje, los recursos, los procedimientos y, en general, el saber médico.

Independientemente de que el patrón de transmisión sea o no hereditario, resulta frecuente que a lo largo del proceso de formación, el aprendiz se entere, junto a un curandero experimentado, en calidad de ayudante o auxiliar. Durante este periodo se le somete a pruebas (ayunos, dietas, abstinencia sexual, etcétera) en las que ha de demostrar las cualidades que debe reunir un futuro curandero. Tanto en la iniciación como en el proceso de formación y culminación de su aprendizaje, el aprendiz suele someterse a ceremonias, a manera de exámenes, que lo forjan y acreditan como curandero, y que son presididas por el maestro que lo instruyó y, en ocasiones, por los más connotados curanderos de la región.

El acervo de conocimientos que ha de dominar (recursos, técnicas y procedimientos preventivos, diagnósticos y curativos) está en función de diversos factores, fundamentalmente del legado que ha heredado de su cultura médica regional o étnica, del que se convierte en depositario, así como de la incorporación de nuevas experiencias médicas, de los conceptos particulares, regionales o étnicos con respecto a la enfermedad y sus causas, aunada al conocimiento de la anatomía y fisiología del cuerpo humano. Es importante también el conocimiento del hábitat; es decir, la geografía, composición de la flora y fauna de su medio ambiente natural y la cosmovisión que de él tiene el grupo. Finalmente, el campo específico de la medicina al que se incorporará; esto es, de la especialización en el manejo de alguna técnica o recurso, o la atención de ciertas demandas en particular.

Existen algunas técnicas como la limpia, y recursos como los herbolarios, que podrían considerarse comunes a la gran mayoría de los curanderos. En otros casos, existe tal dominio de un recurso o técnica que los curanderos derivan de él su nombre profesional, sin ser por ello exclusivos de tal especialidad. Por ejemplo, el pulsador no es el único que domina la técnica de pulsar, ni el chupador la de curar por medio de la succión (V. chupar); asimismo, la curación con hierbas o plantas medicinales no es campo de conocimiento exclusivo del hierbero. Pudiera pensarse que las especialidades denotan una cierta restricción del saber terapéutico, pero no resultan menos importantes frente a aquellos curadores que dominan el uso de muchos recursos y técnicas, ya que en algunos casos son tan específicas las lindes de su quehacer terapéutico, que suelen atender a enfermos enviados por otros curanderos. Ahora bien, aquellos que tratan sólo ciertas demandas de atención, indudablemente conocen y dominan un grupo limitado de recursos, técnicas y procedimientos terapéuticos de su especialidad y subespecialidad. Por ejemplo, la partera posee los conocimientos necesarios para la atención materno infantil (mantear, acomodar al niño, baño de temazcal, recursos herbolarios uteroconstrictores y uterorelajantes, técnicas para subir la matriz, paladear, etcétera); el huesero centra sus habilidades básicamente en atender ciertos problemas derivados de accidentes (sobar, entablillar, vendar, aplicar férulas y cataplasmas, etcétera); el culebrero domina los recursos y procedimientos dirigidos a extraer o neutralizar el veneno de animales ponzoñosos (chupar, punzar, cauterizar, sangrar, administrar ventosas y plantas anticrotálicas, etcétera).

Aun entre estos terapeutas, cuyo éxito en su actividad requiere de una gran destreza técnica o empírica, el contexto en que generalmente efectúan sus prácticas médicas, imbuidas de una fuerte carga cultural, hace que transformen cada sesión curativa o de diagnóstico en un ritual destinado a potenciar su efectividad. Más aún, cuando la causa o sintomatología de la enfermedad denota una clara filiación cultural (mal de ojo, susto, mal aire, brujería, etcétera), que excluye la atención médica institucional, el lenguaje y proceder del terapeuta en la sesión adquiere una mayor carga simbólica, basada en sus propios conceptos de la enfermedad, del cuerpo humano y del medio que le rodea. Es así que la identidad cultural del curandero constituye un factor esencial en la estrecha relación médico-paciente, haciendo imprescindibles sus servicios en la curación de una gran gama de padecimientos, en particular los que no pueden ser tratados a la luz de otras prácticas médicas, ajenas a su propia terapéutica.

Por otro lado, las funciones de cierto grupo de curanderos pueden equipararse con las de un sacerdote, pues dirige u organiza tanto los rituales asociados a la prevención y logro de la salud, como los relacionados con diversos aspectos socioeconómicos de sus comunidades. Así, no sólo se convierten en depositarios de su cultura médica, sino también en verdaderos procuradores de las costumbres y tradiciones de su grupo. Esto implica que el curandero juegue un papel importante al ser una autoridad moral y, en ocasiones, un controlador social que sanciona a los trasgresores de las obligaciones religiosas y de las normas sociales. En tales casos, es común que se presente una ambivalencia de funciones como curador y generador de enfermedad, fungiendo a la vez como curandero y brujo. Esta importante jerarquía y función social es particularmente marcada en aquellos terapeutas que se desenvuelven en el seno de una etnia cuya lengua, cosmovisión e ideología mantienen un fuerte arraigo cultural, sobre todo en aquellas poblaciones marginadas de los servicios médicos institucionales.

Dada una somera descripción idealizada y globalizadora de los procesos de formación, métodos, recursos y funciones que desempeñan los curanderos, cabe abordar algunos aspectos sobre los criterios clasificatorios, denominaciones específicas y raíces históricas de los mismos.

Algunos autores han propuesto diversos criterios para distinguirlos, agrupándolos de acuerdo con su especialidad, por el dominio de un recurso, técnica o habilidad; aludiendo al ejercicio de prácticas mágicas o mágico-religiosas; o bien conforme al tipo de enfermedades tratadas (naturales o sobrenaturales) (1). Por ejemplo, Menéndez (2) distingue cuatro tipos de curadores: a) el grupo técnico, que incluye a las parteras, hueseros y yerbateros, en quienes el manejo de sus habilidades manuales o de otro tipo se equipara o subordina a los efectos mágico-religiosos; b) un sector casero, representado por las amas de casa, que practica la automedicación como parte de los quehaceres femeninos, en el que también las habilidades técnicas se equiparan con la eficacia simbólica; c) un grupo religioso, cuya técnica curativa está basada en la eficacia simbólica, y cumple funciones básicas de estructuración ideológica y de control social; d) finalmente, un sector mágico, que basa su capacidad curativa fundamentalmente en la eficacia simbólica, y cuya función principal apunta al control social (2).

Una encuesta de la Unidad de Investigación en Medicina Tradicional y Herbolaria, realizada en tres mil localidades atendidas por el Programa IMSS-COPLAMAR, confirma la presencia homogénea y numerosa de curanderos en el medio rural, revelando la presencia de cuatro categorías principales de terapeutas tradicionales, que sintetizan la rica clasificación popular. Por orden de frecuencia, son parteras (53%), curanderos (24%), hueseros (17%) y hierberos (6%). Estas actividades terapéuticas presentan, a su vez, subespecialidades, de tal forma que las anteriores categorías actúan como términos base, a los que se agrega un atributo complementario. Por ejemplo, partera-pulsadora, partera-huesera, partera-chanequera, etcétera. En tales casos, partera es el término base, y pulsadora, huesera y chanequera, el atributo complementario que específica la subespecialidad (3).

Es conveniente hacer notar que en distintas etnias del país se conservan aún designaciones propias para nombrar a sus curanderos y especialistas, denominaciones que pierden precisión al castellanizarse o sufrir traducciones equívocas o simplistas. Tal es el caso de los curanderos huaves, quienes llaman específicamente neasomiy, "el que inciensa", o neaxomüy, "el orador de la tierra", al encargado de tratar las enfermedades de tipo narangic; neandüy xit, "el oye venas", dedicado al diagnóstico de las enfermedades por medio de la pulsación; neandiy, quien cura las enfermedades de Dios; neasaing, "el que levanta", terapeuta especializado en atender los males del tono; neawiic muerto o azota muerto, curandero encargado de aliviar alteraciones provocadas por los muertos; neasooing, "el que compone los huesos", el huesero (4 y 5). Esto indica que algunos grupos indígenas aún conservan una clasificación propia para sus terapeutas, con criterios generalmente dirigidos a delimitar las demandas de atención para cada curador, o bien denominaciones alusivas a los recursos o habilidades puestos en juego en sus tratamientos.

De una u otra forma, las diferentes categorías reflejan el universo profesional en que se encuentra dividida la medicina desde tiempos inmemoriales, constituyendo la medicina tradicional mexicana un claro ejemplo de ello (3). La información más calificada sobre los curanderos prehispánicos es, sin duda, la de los antiguos nahuas, quienes llamaban ticitl o tepatiani, a todos sus médicos, independientemente de los medios y recursos empleados. Así como había unos que hacían uso de una abundante diversidad de técnicas, procedimientos y recursos, también se reconocía una gran variedad de especialistas: unos se dedicaban a descubrir y atender, por medios mágicos, padecimientos cuyo origen se atribuía a influencias sobrenaturales; otros curaban con medios empíricos, si bien auxiliándose de oraciones e invocaciones; existían los que ligaban ambos medios, y los que pretendían curar sólo con procedimientos mágicos, independientemente de que las enfermedades fueran o no predominantemente sobrenaturales o divinas. López Austin (6) menciona más de once especialistas, entre los que se encuentran el tetonalmakani, "el que da el tonalli a la gente", sobreviviente en algunas comunidades nahuas; el tepahtianih, encargado de anular un hechizo y extraer un tonalli nocivo que pudo ser introducido en un niño, denominación todavía vigente en algunas poblaciones nahuas de Puebla, Morelos y San Luis Potosí (V. tepahtianih); el tetlacuicuiliqui, "el que saca algo a la gente" y el techichinani, "el que chupa a la gente", quienes decían extraer ciertos objetos del cuerpo, materializando la enfermedad (en ambos casos, hay una muy probable correspondencia con el actual oficio del chupador); "el que reduce fracturas de huesos", el huesero, ejemplo claro del terapeuta prehispánico que empleaba al mismo tiempo un procedimiento médico y uno mágico, caso similar al del encargado de curar los piquetes de alimañas, "el que cura piquetes de alacrán", que nos recuerda indiscutiblemente al culebrero actual; "el que cura con su aliento", aliviaba dolores de cabeza y refrescaba las llagas, bajo la idea de que su aliento trasmitía un poder vital benéfico, procedimiento que aún es practicado por diversos curanderos. A la lista se suman algunos más que parecen haber perdido su continuidad, tal el caso de "el que cura por teiczaliztli", quien aliviaba el cansancio y dolor de espalda pisando la parte dolorida con sus callosos pies previamente calentados, a la vez que pronunciaba conjuros mágicos.

Durante la Colonia, al parecer surgieron otras especialidades bajo la influencia de la medicina académica y popular europea, sin descartar, pese a la falta de evidencias, la posibilidad de que ya existieran. Así, aparecen referencias coloniales a "el que cura el mal de ojo", "el pulsador", "el que cura con limpias", "el sangrador", "el que cura con ventosas", "el ensalmador" y "el pactario", entre otros. Muchas de estas especialidades y técnicas aún sobreviven (7).

En síntesis, el legado de los curanderos actuales es producto del sincretismo de tres culturas, representando la herencia prehispánica la base, a la que se incorporaron luego nuevos conceptos, técnicas y recursos provenientes de la medicina medieval europea, sin olvidar el aporte africano de los esclavos negros llegados durante la Colonia.

Por último, cabe anotar que diversos elementos de otras prácticas médicas contemporáneas se han sumado al acervo popular en grado tal, que han generado especialidades que los distinguen. Tal es el caso del curandero inyectador, e incluso el de las parteras, con quienes se ha logrado una estrecha relación institucional mediante el entrenamiento e incorporación a programas de atención maternoinfantil y de planificación familiar, y que hoy son identificadas como partera pastillera, partera boticaria, partera diplomada, etcétera.

En el siguiente cuadro, se presentan las denominaciones, en español y en lenguas indígenas, de todos los curanderos que fue posible rescatar para esta obra.

ESPAÑOLL. INDÍGENAGRUPO INDÍGENAESPECIALISTA
abogadomixe
bajadiostepehuano*
cantorvarios grupos
cantorsawéametarahumara*
criadorabač?alaltzeltal
culebrerovarios grupos*
culebrerotsa´añ tsoybømixe*
curanderochikaualoaninahua*
curanderochimammame
curanderohaaco camaseri
curanderoh´iloltzeltal y tzotzil
curanderoh´menmaya
curanderoihkuyuna´totonaco*
curanderojiteeberimayo y yaqui
curanderokadÉpame
curanderokajupame
curanderokatsinátotonaco
curanderokucunutotonaco
curanderomac gumtepehuano
curanderomara´akámehuichol
curanderome´santotzotzil
curanderoneandiyhuave*
curanderoneasainghuave*
curanderoneasomiyhuave*
curanderoneawiic muertohuave*
curanderoowirúametarahumara
curanderoposhtawanehtzeltal
curanderoqamammocho
curanderoshurhíjkipurépecha
curanderoshuta tshineamazateco
curanderotepahtianihnahua
curanderotetlachiuicnahua
curanderotetonalmakaninahua*
curanderothit´omhuasteco
curanderotlamatininahua
curanderotlamatkinahua
curanderotlapochenahua
curanderotzan kalwatrique
curandero`uul
curanderowezi´zapoteco*
curanderoyahval rioxtzoztil*
curanderoyahwal ch´ultatiktzeltal*
curandero de brujeríavarios grupos
chicaleronahua
chupadorvarios grupos*
chupadorcu´wa´natotonaco*
chupadormu´kpømixe*
chupadortequejyektianinahua*
ensalmadorvarios grupos*
graniceronahua*
hierberovarios grupos*
hueserovarios grupos*
hueserojeiápiripurépecha*
hueserok´ax bakmaya*
hueseroneasooighuave*
hueseropak oybømixe*
hueserotekualchijchiuanijnahua*
hueserots´ak bakchontal*
hueserots´ak baktzeltal y tzotzil*
inyectadorvarios grupos*
limpiadorvarios grupos*
parteravarios grupos*
parterachichmame*
parteradakunútepehua*
parterahorpateotomí*
parteralaqčaqenitotonaco*
parteraokozoque*
parterateitskijketlnahua*
parterau´un ixpømixe*
parteraweletgR bidaozapoteca*
parterax-alanzahmaya*
pelotillera*
peyoterotarahumara*
pulsadorvarios grupos*
pulsadorneandüy xithuave*
pulsadorpik ka´ab al´tzeltal*
rezanderovarios grupos*
rezanderopish´katzoque*
rezanderopo:mo:ommochó*
rinconera
sobadorvarios grupos*
tenedorvarios grupos*
ventoseroak´t´upchontal*

Índice de Autores

(1) Zolla, C., 1984b.

(2) Menéndez, E. L., 1981.

(3) Lozoya Legorreta, X. et al., 1988.

(4) Ramírez Casteñeda, E., 1987.

(5) Signorini, I. et al., 1979.

(6) López Austin, A., 1967.

(7) Quezada Ramírez, N., 1989a.

SM y MM