Tarahumara, el que cura (1 y 2). Del verbo owe, curar (2). También ogüirúame (3), oorúgame (2), owiame (1). Sinónimo(s): médico rarámuri (4 y 5).
Término utilizado por los tarahumaras para designar a sus curanderos.
El papel social y terapéutico de estos curanderos en la sociedad rarámuri, está en función del amplio concepto que tienen de "curar" y se manifiesta en los distintos rituales que encabeza el yanaowirúame, en los que quedan incluidos la celebración anual de ceremonias para la petición de lluvias y buenas cosechas, protección contra enfermedades y epidemias, y las indicadas en cada tratamiento (6) (V. cura).
Al igual que para otros tipos de terapeutas tradicionales, la iniciación del yanaowirúame es consagrada preferentemente por herencia familiar; en algunos casos se alude a un sueño revelatorio como señal de iniciación. El aprendizaje se trasmite a través de la observación, memorización de los rituales terapéuticos y práctica de los consejos de un owirúame experimentado, quien está obligado a dejar un sucesor cuando el aprendiz es un familiar, o fundar una nueva estirpe cuando el iniciado no tiene parentesco con él (2 a 4) (7).
Aunque no existe una clasificación definida y explícita entre los owirúames, es posible detectar ciertos rasgos de especialización (2). La mayoría de los curanderos rarámuri son varones; sin embargo, también hay mujeres especializadas: las parteras y aquellas que se dedican a la atención de los niños (1) (3) (7). Algunos se especializan en la curación de un padecimiento; tal es el caso de los que atienden la caída de mollera o los que tratan el susto (3). Por otro lado, están los yanaowirúames cuyos métodos y recursos terapéuticos son más o menos específicos, como los que diagnostican y curan a través del sueño, aquellos que se valen del peyote (peyoteros o raspadores) y los que extraen y materializan la enfermedad mediante tubos succionadores (2). Según Kennedy, estas especializaciones podrían corresponder a distintas etapas de la iniciación y aprendizaje para consumarse como reconocidos profesionales (6).
En todos los casos, el éxito de las técnicas y recursos que el curandero utiliza en sus terapias, está íntimamente ligado al concepto que la etnia tarahumara tiene de la enfermedad, particularmente en relación con sus motivaciones: la separación del alma del cuerpo y la hechicería. Para ello, el owirúame, a través del sueño, en estado de alerta (en vigilia) hace viajar su alma en busca de la del paciente (V. huellear) y la rescata si ha sido capturada o atacada por algún ser sobrenatural o por un sukurúame (2) (4) (7). Por otro lado, las terapias encaminadas a la extracción de objetos mediante la succión por medio de un carrizo llamado bakáka´, obedecen a la arraigada creencia en la introducción de objetos en el cuerpo de la víctima por acción de brujería. Todas estas técnicas, incluyendo las que realiza el peyotero o raspador, siempre forman parte de un ritual curativo en el que se solicita la participación de danzantes y de un cantor; se reza e implora por el regreso del alma del paciente y por su salud, y se ingiere la bebida ceremonial, tesgüino, también utilizada como recurso terapéutico en la ceremonia (2 y 3). Sin embargo, el saber del owirúame no se limita al ritual curativo, también se le reconoce como diestro en la prescripción de remedios, particularmente herbolarios (2 a 4).
Anzures y Bolaños hace notar que la población tarahumara aún suele demandar los servicios de sus curanderos como primer alternativa de atención a la salud, debido al fuerte arraigo cultural, respeto y fe que les tienen; esto obedece a que población y curanderos comparten patrones culturales, un idioma, conceptos sobre la enfermedad, actitudes ceremoniales y reglas de cortesía y trato, que facilitan una buena relación médico-paciente. El médico rarámuri, quien ocupa un lugar especial dentro de las jerarquías de su estructura social y religiosa, es visto como un hombre con experiencia y poderes especiales al que se respeta, se teme y en quien se puede depositar confianza (5).
(1) Anzures y Bolaños, M. del C, 1983.(2) Bennett, W. et al, 1978.(3) Grinberg-Zylberbaum, J., 1988.(4) Anzures y Bolaños, M. del C, 1987.(5) Anzures y Bolaños, M. del C, 1978a.(6) Kennedy, J. G., 1978.(7) Scheffler, L, 1988.