Como señalamos en la sección anterior, la encuesta realizada entre los terapeutas tradicionales chontales se hizo exclusivamente con moradores de comunidades oaxaqueñas. El cuestionario se aplicó, en este caso, a 35 médicos indígenas (27 mujeres y ocho hombres, con una edad promedio del grupo de 57 años) residentes en los municipios de San Carlos Yautepec, Santiago Astata (ambos del distrito de Tehuantepec) y Santa María Ecatepec (distrito de Yautepec), en el estado de Oaxaca. Es notorio el predominio del grupo de las mujeres y, correlativamente, la dedicación de la mayor parte de los informantes a las labores hogareñas; en el caso de los hombres, los ocho entrevistados se dedicaban primordialmente a las tareas agrícolas. Señalemos, asimismo, que ninguno de los entrevistados hacía de la medicina su área laboral principal. De los 35 médicos indígenas, 17 eran monolingües (diez de chontal y siete de español), siete bilingües de chontal y español y once no contestaron a esta pregunta. En cambio, 21 de ellos afirmaron saber leer y escribir y 14 se declararon analfabetas.
En lo relativo a las profesiones y especialidades médicas, destaca un numeroso grupo de terapeutas que son denominados con las expresiones chontales sliney net kauchim, linhe nali gasich, agalegaw, menenarlmet y emaguapsh, que los informantes tradujeron como curandero. La mayor cantidad de curanderos chontales eran mujeres (16, y sólo cinco hombres), tendencia que se repite en lo que toca a las especialidades que los curanderos pueden ejercer: así, 13 curanderas eran también parteras, mientras que sólo tres curanderos eran, simultáneamente, hierberos; se registró el caso de una curandera-partera-espiritualista.
Al aludir a las formas en que estos médicos indígenas habían adquirido su saber, se mencionaron dos: la mayor parte heredó el conocimiento médico de sus abuelos, de sus padres o de otro curandero, dándose el caso de aprendizaje al lado de terapeutas no indígenas (un informante declaró haberse formado con un religioso, y otro con un terapeuta alemán), e, incluso, de haber ampliado su capacitación a través de cursos impartidos por instituciones médicas. La segunda forma, que enfatiza el carácter empírico del conocimiento, se origina en la necesidad que existe en estas regiones de lograr atención médica, ante severas carencias de los servicios de salud. En este último caso se señalo que el terapeuta es llevado a practicar y experimentar con recursos que le proporciona su medio natural y poniendo en práctica mecanismos de autoaprendizaje.
Las causas de demanda de atención más frecuentes que reclaman la intervención del sliney net kauchim chontal son padecimientos que se manifiestan en el aparato gastrointestinal: diarrea (lohiakc, yerlob, lo oyig), disentería (kieubren, ahuos gr quin), vómitos (lanayo, hershib, ña jua yui), dolor de estómago (hulugui za gauú), cólicos, pasamientos por parásitos (mai yui li cuuj), infección estomacal, lombrices y bilis. Un segundo grupo corresponde claramente a síndromes de filiación cultural: mal de aire (lit setk), empacho (tuleiquincola, imusma ga yuac), empacho con diarrea, espanto, susto (achpugui), mal de ojo (ichquiy ohun), mal de vergüenza, mal de matatolin (antojo de comer algo, li nu), latido y alferecía. Aparecieron mencionadas en tercer lugar las afecciones inherentes al aparato respiratorio: tos (ruuj), tos ferina (xloa), gripa, anginas, tuberculosis e infección respiratoria. Le siguen luego las causas de demanda de atención ginecoobstétricas: parto (uliqui yosmi), dolor de parto, dolor de vientre, esterilidad y hemorragia vaginal. Un quinto grupo integra afecciones musculoesqueléticas: calambres (tu gawakizuafa), várices, reumas y reumatismo, cuerdas y descordados (afección de venas y cuerdas). Finalmente, los curanderos mencionaron que eran de su competencia los tratamientos para enfermedades renal-urinarias, como el mal de orina (tuleiquieawak y anog), venéreas, como la gonorrea, además de calentura (lit selk), dolor de cuerpo (tun le quishpula, huluqui el hupo), mareos, sarampión, epilepsia, irritación de la vista, diabetes, almorranas, hinchazón, dolor de oído, contagio, carnosidad, caída de pelo, dolor intuerto por coágulos de sangre y piquete de culebra. La población suele requerir también los servicios de los curanderos chontales para la realización de algunos procedimientos de tipo diagnóstico y terapéutico: limpias, masajes y sobadas para corregir desarreglos característicos de la embarazada, administración de purgas, etcétera.
Un segundo grupo importante de médicos indígenas chontales está formado por las parteras (que en la lengua del grupo se designan con las expresiones lew macuena, pulul lut malcha quak y no pu la pa la uwai) en donde el predominio de las mujeres es casi total: de once que se registraron en este estudio, sólo se encontró un partero. La edad promedio de los terapeutas dedicados a la partería fue de 58 años. No es frecuente, como sucede con otros médicos indígenas, que la profesión de partera se vincule a otra especialidad; del total registrado, sólo una era, simultáneamente, partera-hierbera-curandera.
Como en otros casos, entre las parteras chontales la instrucción médica tradicional se recibe en el interior del núcleo familiar, en donde es frecuente que la abuela y la madre de la informante hayan sido parteras o curanderas que enseñaron los oficios a su hija cuando ésta cumplió los trece años de edad; sin embargo, se registraron algunos casos en donde el inicio de la práctica se debió a la necesidad de autoatención, fenómeno que ocurrió con mujeres que "ya habían sido avisadas" (de cómo se debe proceder en estos casos) de las modalidades de atención del parto. Hubo varios informantes que manifestaron haber recibido cursos de capacitación por parte de médicos parteros de instituciones de salud del estado. Al parecer, el autoaprendizaje constituye una variante importante en la formación de la partera, práctica que luego se extiende hacia otro miembro del grupo familiar ("empíricamente me ensayé cuando se alivió mi hermana, a quien yo le ayudé en su parto", señala una de las terapeutas entrevistadas). Las causas de demanda de atención por las que son solicitados los servicios de la partera comprenden un conjunto de procedimientos y métodos destinados a lograr un buen parto, como son los masajes ejecutados para calentar el vientre de la parturienta y poder corregir posibles "desarreglos". Las parteras son requeridas también para aliviar padecimientos como la diarrea con vómito, la diarrea, el empacho, el susto, el mal de los ojos, el calor (asoleado), la fiebre y las anginas.
El grupo de terapeutas chontales se completa con otros especialistas, entre los que debemos mencionar a los hierberos (que pueden tener una especialidad, por ejemplo la de limpiador) y los hueseros (le catt), también conocidos como cuerdistas. El estudio registró algunos casos de personas que afirman practicar la medicina tradicional como una forma de mantener un conocimiento heredado de sus padres, manejar diversas plantas medicinales y atender algunas afecciones comunes y otras específicas, como el mal de orín, la úlcera intestinal o el "control de la sed". Los que son conocidos popularmente como hierberos emplean vegetales para tratar numerosos padecimientos y algunos síndromes de filiación cultural como el espanto y la guicha (enfermedad que se contrae por ver o ser descubierto viendo un acto sexual). Los hueseros, que heredan su conocimiento de familiares de mayor edad, son requeridos para tratar afecciones musculoesqueléticas quebraduras, zafaduras y descordaduras.
La mayoría de los informantes (casi el 90% de los entrevistados) declaró que ejercía su actividad desde hacía más de 10 años, factor que influye para que sean reconocidos en la comunidad como especialistas con experiencia. Señalaron también que muy pocas veces atienden a más de diez personas por semana, y que su clientela está formada por habitantes de la comunidad en donde residen o por personas que viven en el municipio. El proceso de organización de los médicos indígenas no parecía -al menos al momento de la investigación- interesar demasiado a los terapeutas chontales entrevistados; sólo un tercio del total declaró pertenecer a una agrupación regional.