Los médicos tradicionales encuestados para elaborar esta sección, habitantes de los municipios de Rosamorada y El Nayar, ambos del estado de Nayarit, fueron 14 hombres y seis mujeres. Al momento de realizarse el estudio, registraron una edad promedio de 58 años y, a excepción de dos terapeutas que afirmaron dedicarse principalmente al ejercicio de la profesión médica -uno de ellos es una de las parteras más famosas de la región-, la mayoría consideró que son las tareas agrícolas y las labores hogareñas las que reclaman la mayor parte de su tiempo de trabajo. La mitad de los entrevistados era bilingüe de cora y español; en la otra mitad prevalecían los monolingües del cora sobre los que sólo hablaban el español. El porcentaje de alfabetización registrado guarda relación con el dato anterior, ya que sólo la mitad de los médicos sabía leer y escribir.
Los coras emplean diversas denominaciones para referirse a quienes ejercen la profesión de curandero: tiguataca, icuaguame, i llanaca te igoguate, titihuataca, tyanama, los cuales conforman el grupo más numeroso (ocho hombres y una mujer) entre los curadores entrevistados, y cuya edad promedio era de 60 años al momento de la encuesta. No se trata de un grupo homogéneo, ya que a la denominación genérica de curandero se agregan, para distinguir su tipo específico de práctica, otras designaciones indicativas de una especialidad. Así, por ejemplo, existen los curanderos con plumas y pipa (icuaguame triuhubech mi ichurachcomit), los curanderos parteros y cantadores (ya´anamej) e, incluso, aquellos que destacan por poseer más de una especialidad: cantador-abogado en rezos (tte ucube) y sobadora-levanta mollera. Para llegar a ser curandero es necesario que el futuro aprendiz tome conciencia de haber recibido un don de Dios, indicativo de que debe dedicarse a la práctica médica. Esta señal de la divinidad puede ser complementada bajo el magisterio de otro terapeuta de mayor experiencia o bien a través del mecanismos de autoaprendizaje. Al destacar los curanderos como intermediarios entre el mundo terrenal y el de los dioses, no resulta extraño que la mayoría de las causas de demanda de atención por las que se reclaman sus servicios sean precisamente síndromes de filiación cultural. Los más frecuentes son el dolor de pecho (tnucui,(tnúhucaci), dolor de oído (niatamé touniacuiu), dolor de barriga (tegracuit tregrnbaegri), mal de ojo (tit niacuitumon beniagui), susto, empacho (tu.empachado, tou tiacui i hu ujucasee), "costumbres no come y en laca" (lliegrea retiaguacin), mal puesto o enfermedades espirituales (brujería o hechizos) (chahúeiriy), dolor de vientre y todos los tipos de dolor (tinehátacuy), falta de cumplimiento a los dioses (ttwu ahutiat twua tavoci shimoeni), perjuicio a los Antivanos (vahostana tui nascarchare), enfermedad enviada por el espíritu de la tierra (chanaka twa nachainare), ataques o enfurecido (rutumuy, tihachuii), latido (gsuna, ntatchuná, neantepuss) y mollera caída (tmuanzá, muachrisee). Aparecen, como un segundo grupo en importancia, las enfermedades gastrointestinales: diarrea (tubagré, jachuizii, vualgre), disentería (shuie puchuita) y dolor de estómago (tita nua ubacui i, tnubacui). En tercer lugar se registraron las causas de demanda de atención relativas al aparato reproductor y, en general, ginecoobstétricas: embarazo (jauta jukaj), parto (eniraruepe, tui nue pen), acomodar al niño (eni-rate) y sacar la placenta (capi). Además, los curanderos manifestaron atender también las siguientes afecciones: calentura (chami ri ra), dolor de cabeza (meamutniacui, neacui-neamu´us, inuugra teygracuii, arakuimua, acui i muuguan), dolor de muela (titu genracui i), gripa (tnuachnisée), calambre (kuarura), escalofrío y calentura (trchramu trysta), "no tiene hambre" (ticaiti cuaimu), hinchazón (tujia, ha) y tos (castejegua).
Las parteras (titi tianuepigua) representaron el segundo grupo numéricamente más importante entre los terapeutas tradicionales coras. En éste (formado por tres mujeres y dos hombres, de los 20 terapeutas entrevistados), hay algunos que sólo ejercen el oficio de la partería, mientras que otros poseen alguna especialidad complementaria: partero-curandero, partera-sobadora y partera-huesera. Se especificó que algunos de los parteros (hombres o mujeres) suelen ser requeridos por su habilidad como sobadores o como curadores de ciertos padecimientos característicos (el dolor de latido, por ejemplo). La edad promedio del grupo fue de 66 años. A diferencia de los curanderos, en cuya formación aparece invariablemente un elemento de carácter místico, entre las parteras y parteros resultó más común el adoctrinamiento práctico brindado por otro terapeuta, el autoaprendizaje y, en menor medida, la invocación a los santos hecha por el aprendiz para obtener conocimientos. No deja de llamar la atención el hecho que, aunque se trate del grupo de especialistas que atienden casos vinculados a procesos reproductivos o padecimientos de carácter ginecoobstétrico, numéricamente son las enfermedades gastrointestinales las que reclaman mayormente su atención: diarrea, soltura (nenegueri), dolor de estómago y vómito (tu huchranamestée). Entre las causas ginecoobstétricas, destacan la atención del parto (tetti tiappenacare, wanue, ttepuáa hepagae), la esterilidad y las mencionadas anteriormente, cuando se habló de los curanderos. Los síndromes atendidos por las parteras son, usualmente, el latido, el empacho y la caída de mollera; su competencia se extiende, además, hacia el tratamiento de otros padecimientos, como lastimaduras de los dedos (tit aytappeti), sarampión (sipushi, taa nari), punzada de cabeza (natacui nimuju), tos ferina (tayacuii-sacu), calentura, dolor de cabeza, quebraduras y torceduras. Asimismo, suelen ser requeridas por su habilidad para realizar dos procedimientos: la sobada y la sacudida del cuerpo.
Dos de los informantes consultados eran reconocidos como hierberos (tutiwasti), y uno de ellos era, además, hrumuasira, vocablo que los coras traducen como "espiritista", y que, al parecer, no guarda relación con las formas usuales del espiritismo o del espiritualismo, sino que se encuentra asociado a la costumbre cora. La iniciación en el conocimiento de la formas más tradicionales del "costumbre" marcó la vía de su aprendizaje, desarrollado de manera simultánea con su conocimiento y manejo de los vegetales curativos. Sin embargo, muchos de los padecimientos tratados por estos terapeutas eran los mismos: latido, empacho, enfermedad del agua (chan) y cuando no cumplen su costumbre (haattuwa juiya irrejetze), todos ellos síndromes de filiación cultural. Los hierberos coras suelen atender también casos de enfermos del riñón, "biles" y dolor de estómago. Se mencionaron, finalmente, el dolor de cabeza, la atención eventual del parto, la calentura, el oguío, las torceduras, la "fiebre constructiva" y la fiebre "destructiva", y el asma. Ambos hierberos practicaban las sobadas, procedimiento que empleaban por tratar varios de los padecimientos mencionados. Un último grupo de terapeutas, no demasiado representativo numéricamente hablando, estaba integrado sólo por cuatro médicos tradicionales: una sobadora (tu ti taa puj naca) -en este caso, una mujer de 45 años de edad, que aprendió de su padre el tratamiento de la única dolencia que curaba: la caída de la mollera-. Un chupador (quatama), quien manifestó que su vocación de terapeuta fue decidida en su niñez, cuando sus mayores "lo ofrecieron al patrón del pueblo"; este chupador era reconocido como especialista en el tratamiento de dolores en cualquier zona del cuerpo (titicúi), dolor de cabeza, latido y empacho. Con la expresión titanuepi ttetiguatagre (que los informantes tradujeron como "médica tradicional"), el grupo designaba a una partera empírica y sobadora, dedicada exclusivamente al tratamiento de causas de carácter ginecoobstétrico: atención del parto, problemas de embarazo (ttepuáa caé chrappittiaulas) y niño atravesado (ttepuáa tautacattu nepagrue). Finalmente, se registró un caso un tanto llamativo, pues se trató de un hierbero designado como tni ti guay ta kura nie pay de tu pi gua tarii, compleja expresión que fue traducida como "recolector bilingüe de plantas medicinales", especializado en "curar con hierbas" (tu pi tujuii ti qua taka), que aprendió de su madre los secretos del oficio. Este terapeuta era reconocido por su capacidad para atender partos, curar abscesos (ti nae te que te), calentura, salmonelosis (chure ne gua ta chuy ta ka), parásitos intestinales (ma ta chuy nure me), sarna (shi ne), mal de orina (tushiu re) y hemorragia vaginal (ta nay ta re).
Aun cuando varios de los terapeutas entrevistados se habían dedicado durante más de diez años al ejercicio de la profesión y solían recibir pacientes de otras localidades, además de la comunidad de residencia, en ningún caso atendían a más de cinco pacientes por semana. Fue notable la cohesión mostrada por los terapeutas coras como grupo organizado: todos ellos pertenecen a la OMTENJ (Organización de Médicos Tradicionales de los Estados de Nayarit y Jalisco), con sede en Jesús María, municipio del Nayar, en donde han gestionado su participación en la operación de un hospital de segundo nivel, que actualmente construyen la Secretaría de Salud federal y la Secretaría de Salud del gobierno del estado.