Entre los tojolabales, como en la mayoría de los grupos mayanses, la práctica médica tradicional es realizada por terapeutas de ambos sexos cuya edad promedio es de 50 años, es decir, por adultos maduros y, seguramente, experimentados. Al momento del estudio de campo, el grupo encuestado residía en diversas localidades del municipio chiapaneco de Las Margaritas.
La mayor parte de los médicos tradicionales tojolabales desempeñan ante todo actividades agrícolas y labores hogareñas; excepcionalmente, se insertan en la estructura de servicios. Casi todos los terapeutas entrevistados son monolingües de tojolab´al o chañabal, y sólo algunos lo son de español; un grupo más pequeño hace uso indistintamente de las dos lenguas. Sólo un reducido número de informantes se declaró conocedor de la escritura y la lectura del español.
Tulwanúm, ajnanúm y tzak´b´akinúm son los nombres tojolabales utilizados para designar y distinguir a los terapeutas del grupo. Aunque estos términos equivalen a partera, curandero y huesero respectivamente, un conjunto nada desdeñable de padecimientos es tratado por todos ellos, lo que lleva a que frente a ciertas causas de demanda, de atención los límites entre las profesiones no resulten estrictos.
La partera tojolabal (tulwanúm) es conocida también con el nombre de abuelita y constituye el grupo más numeroso de terapeutas. La partería, profesión esencialmente femenina (el número de parteros registrados resultó sumamente bajo), es ejercida por mujeres cuya edad promedio es de 54 años. Difícilmente, salvo en aquellos casos de parteras entrenadas exclusivamente por los servicios médicos de la región, esta profesión se ejerce de manera aislada; por lo común, la tulwanúm combina su actividad ginecobstétrica con otras prácticas curanderiles como las de huesera, curandera, "trayadora" y hierbera e, incluso, con otras claramente especializadas: curadora de empacho, curadora "levanta mollera" y curadora de mal de ojo.
Aunque la profesión de partera se considera esencialmente empírica, elementos de origen sobrenatural y onírico determinan muchas veces la vocación: en primer lugar, se encuentra el grupo de tulwanúm que manifestaron haberse dedicado a las labores de parto después de una revelación advenida durante el sueño; en segundo lugar, está el grupo de las que aprendieron junto con otra partera de mayor edad y experiencia y, finalmente, las que tuvieron apariciones sobrenaturales en diferentes momentos de su vida. Algunas parteras complementaron sus conocimientos tradicionales con otros recibidos en programas de entrenamiento impartidos por instituciones oficiales.
Aunque pueda dedicarse a otras actividades curanderiles, la partera tojolabal atiende esencialmente causas de demanda de carácter ginecobstétrico: revisión del embarazo, parto (cha´anúm), parto difícil (k´atan pojkeí), y niños de pie o parados (tek ´a n) y atravesados (tula´alatj). Junto a las causas de demanda de atención anteriores, ésta terapeuta atiende también síndromes de filiación cultural, los cuales representan otro gran complejo de afecciones, entre las que pueden mencionarse el mal de ojo (satal), el espanto o susto (xiwel), el aire y el mocezuelo. Asimismo, la tulwanúm es requerida para tratar padecimientos gastrointestinales: casos de diarrea (ek´lukúm), vómito y diarrea (xejnel ek´lukúm), parasitosis (lumbriz), empacho y abultazón. Las parteras tojolabales declararon atender también varias afecciones musculoesqueléticas, tales como fractura o quebradura (k´okel), zafadura (sopet), golpes fuertes (b´ejtz´eí), dolores de espalda y torceduras. Calentura (k´ak), anemia, hinchazón, dolor de estómago (ya´ lukumií), dolor de ombligo y dolor de cabeza completan el listado de dolencias atendidas por estas especialistas.
El segundo grupo numéricamente importante de terapeutas es el de los curanderos (ajnanúm), que en este estudio se reveló integrado por personas con un promedio de edad relativamente bajo -menores de 40 años-, y en el que predominan los hombres. Como en el caso de las parteras, los curanderos combinan su actividad con las de hierbero (yama k´ulil áan), huesero (tzak´b´akinúm) y pulsador. Vocación y aprendizaje se revelan principalmente durante el sueño o constituyen un don divino que el futuro médico trae consigo desde que nace. En menor proporción, los curanderos tojolabales se forman bajo la tutoría de un terapeuta que posee conocimientos más amplios.
Este grupo de médicos indígenas es consultado para tratar numerosas enfermedades y causas de desequilibrio, entre las que predominan las afecciones músculo esqueléticas y los síndromes de filiación cultural. Entre las primeras se encuentran los distintos tipos de quebradura (de hombros, tobillos, dedos, codos y rodillas), las zafaduras y los dolores musculares y de cintura. El espanto o susto, el mal de ojo y el mal aire constituyen asimismo tres padecimientos que competen al ajnanúm. De la misma manera, la ceremonia denominada "llamado de espíritu" es practicada casi siempre por este terapeuta. Afecciones gastrointestinales como la diarrea, la disentería (chile´), el vómito, el cólico (koraja) y la bilis (yokelb ´el) forman parte del grupo de patologías atendidas por este especialista, quien además trata a pacientes que sufren calentura, aire en la cintura (ik´ b´a jnalantik), aire en el brazo (ik´ b´a jk´abtik), empacho, malos de la vista (maloay sat), dolor de estómago (yaj lukumií), dolor de cabeza, catarro, tos negra, reumas, ataques, granos, anginas, paperas y "asientos".
El huesero tojolabal (tzak´b´akinúm) completa el cuadro de los recursos humanos especializados más importantes Esta es una profesión exclusiva de los hombres. Como en los casos anteriores, el sueño fue determinante para la elección de la especialidad, por encima del aprendizaje, la observación y la experiencia. Todas las afecciones mencionadas que comprometen al sistema músculo esquelético (dolores musculares, de espalda y de cintura, quebradura de distintos miembros, zafaduras, golpes fuertes y torceduras), constituyen el cuadro de padecimientos tratados por el tzak´b´akinúm.
Quizás resulte interesante destacar que todos los médicos indígenas entrevistados habían ejercido su profesión por un periodo superior a los 10 años, y atendían tanto a miembros de las comunidades en donde habitaban como a enfermos pertenecientes a otros pueblos y parajes.