Órgano localizado en el lado izquierdo del tórax, responsable de bombear la sangre a todo el cuerpo. // Centro que proporciona vitalidad por medio de la sangre; lugar donde se asienta el "alma", "espíritu", "ánima". Sitio donde radican o se alojan los sentimientos, las emociones, el pensamiento.
Por lo regular se ubica al corazón en el centro o próximo al lado izquierdo del tórax, en donde las palpitaciones se sienten con mayor fuerza; sin embargo, los otomíes y tzotziles lo refieren más bien como una zona corporal que se prolonga hasta la región gástrica. Es así que entre las personas bilingües de estos dos grupos, se suscitan múltiples confusiones entre el corazón y el estómago, puesto que en sus lenguas, ambos órganos comparten el mismo término ("mbui", en otomí y "on", en tzotzil); de aquí que frecuentemente se refieran al dolor de corazón, cuando en realidad se trata de trastornos gástricos (1 y 2).
Evidentemente el corazón es reconocido como el órgano responsable de la circulación sanguínea, lo que es puesto de relieve en las expresiones particulares que aluden a su función. Los nahua de Hueyapan, Morelos, aseguran que "el corazón trabaja la sangre" (3). Para los tzotziles, es como un "motor que mueve y calienta la sangre", la distribuye por las venas que son su "camino" y, si la sangre se enfría, llega la muerte (4). Los mayas de Yucatán establecen una relación funcional entre el corazón y el tip té, en la que queda implícita un movimiento cíclico del líquido vital.
... la función del corazón es `patear´, bombear la sangre al cuerpo, mientras que el tip té la empuja de nuevo a su punto de partida; se está moviendo siempre (4:194).
Dicha función tiene una gran importancia, ya que existe la creencia de que la fuerza o energía del hombre provienen de la sangre, líquido vital que se distribuye por todo el cuerpo, a través del corazón. Los purépechas de Pichátaro, Michoacán, reconocen que el corazón es el órgano más importante, ya que su función es bombear la sangre a todo el cuerpo distribuyendo así la fuerza (5). Los ´mochós de Motozintla, Chiapas, también lo perciben como distribuidor de la fuerza que circula por las venas a través de la sangre, razón por la que el qamam identifica el estado de salud del individuo analizando atentamente sus pulsaciones (6).
Por otro lado, la función fisiológica del corazón y sus alteraciones ante ciertas emociones, lo han ubicado desde tiempos prehispánicos como un órgano que participa en los procesos anímicos; es decir, un centro en donde se aloja el alma. Es así que los yaquis de Sonora indican que los latidos cardiacos son las manifestaciones del espíritu (7). Los huicholes creen que allí radica la memoria de los sentimientos y las pasiones; si lo "pierden" mueren de inmediato (8). Piensan también que los humanos respiran con él "... convirtiendo al corazón en el asiento del alma y al aliento o respiración en su esencia" (9:313). Los nahuas de Yancuictlalpan, Puebla, llaman yolo a la principal de las entidades anímicas y a su sede, el corazón, que trasmite al organismo la energía que permite vivir y actuar (10). Para los mazatecos, en él habita el espíritu.
... el cuerpo no puede vivir solo. Es el espíritu Asean que está asentado en el corazón, el que da la vida. El cuerpo sin espíritu morirá (11:183).
Por su parte, los purépechas de Pichátaro, hacen énfasis en que el estado anímico del individuo es el factor más importante que afecta sus funciones; mientras que las dolencias físicas "llegan" a la cabeza, los dolores emocionales se perciben en el corazón. Es así que las preocupaciones y las penas pueden ocasionar "la enfermedad del corazón" (5). El grupo huasteco menciona que a través de dicho órgano se experimentan los estados emocionales, como la tristeza, la alegría y el "dolor", que condicionan el estado de salud de la persona; señalan además que el corazón de un individuo puede ser frío o caliente, dependiendo de su edad y personalidad (12).
Según la concepción zoque, en el corazón anidan las trece almas, las kojama, responsables de la vitalidad y fuerza trasmitida por medio de la sangre (13 y 14). También por intermedio suyo el corazón puede irrigar tristeza, malestar, decaimiento, somnolencia, pérdida del apetito, etcétera, en caso de llegar a perder sus kojamas, o por transgredir las normas del grupo y sus obligaciones con las deidades y el prójimo (14).
El saber popular, identifica al corazón como un centro anímico, al calificar los sentimientos de una persona con expresiones tales como "es de buen corazón", para referirse a alguien bondadoso, "bueno"; "tiene duro el corazón", aludiendo a la gente cruel, de firmes decisiones, inflexible o difícil de doblegar; "es de mal corazón", para referirse a la gente mal intencionada, "mala"; "tiene corazón de pollo", aludiendo al miedoso, débil, vulnerable. También se le atribuye la facultad de participar en los procesos del conocimiento y pensamiento, función evidenciada en algunos grupos nahuas y mayenses. Es el caso de los nahuas de Yancuictlalpan, quienes explican:
... todos los pensamientos que tenemos vienen del corazón. Tú piensas esto, piensas con tu sentido, pero del corazón viene, de ahí sube (10:47).
Para los tzotziles, el corazón tiene también la capacidad de "estimular la mente".
El corazón está en el pecho y la mente en la cabeza. Siempre van juntos: lo que uno ve por los ojos baja al corazón y luego sube al pensamiento. El corazón es como un cofre que guarda todo lo que vemos (4:188).
La concepción que tenían los antiguos mexicanos del corazón no difiere en mucho de la actual. En efecto, era uno de los tres centros anímicos de mayor importancia en el cuerpo humano; los otros eran el hígado y la cabeza.
La importancia atribuida al corazón se percibe no solamente en el extraordinario número de sus menciones, sino que cubre los campos de la vitalidad, el conocimiento, la tendencia y la afección. A este órgano pertenecen en forma exclusiva las referencias a la memoria, al hábito, a la afición, a la voluntad, a la dirección de la acción y a la emoción. Participa, además, en cada uno de los estados y procesos anímicos... (15:207).
(1) Galinier, J., 1990.(2) López Gómez, R., s/f.(3) Álvarez Heydenreich, L., 1987.(4) Villa Rojas, A., 1985.(5) Young, J. C., 1981.(6) García-Ruiz, J., 1987.(7) Ochoa Robles, H. A., 1967.(8) Vázquez Castellanos, J. L., 1987.(9) Zingg, R. M., 1982.(10) Signorini, I. et al., 1989.(11) Boege, E., 1988.(12) Alcorn, J. B., 1984.(13) Reyes Gómez, L., 1988.(14) Reyes Gómez, L., 1989.(15) López Austin, A., 1990a.