Tzotzil. Predestinación irrevocable que marca a todo individuo desde el nacimiento.
Adopta la forma de una candela policromada que alumbra desde las capas cósmicas más altas, residencias de Jesucristo (el Sol), la Virgen (la Luna) y los santos. El encargado de prender y cuidar estas lámparas es san Jerónimo, quien rige sobre el destino de los hombres (V. mundo).
Adecuada a la longevidad de su alteridad humana, cada vela tiene un tamaño particular y emana una cantidad de energía característica. En la Tierra, este efecto se traduce en una acumulación calorífica diferente para cada persona. Según el pensamiento tzotzil, desde el nacimiento hasta la vejez, el sujeto pasa progresivamente de un estado frío a uno caliente (V. frío-calor). Tal acopio térmico recibe el nombre de panvil, y su magnitud depende tanto de los años vividos como de las responsabilidades cívicas ejercidas. No obstante, el componente anatómico consustancial de la ?ora es el ch´ulel, entidad anímica asentada en el corazón, la sangre o la punta de la lengua. Además, los tzotziles mencionan otras manifestaciones del alma, como son los animales compañeros o chanul, bestias que comparten su suerte con los integrantes de la etnia, pues constituyen sus imágenes alternas.
Al consumirse el blandón celeste, muere su dueño; pero mientras siga encendido, el hombre y sus ánimas sobreviven. La pérdida de cualquiera de ellas desencadena un proceso morboso, mismo que se establece en el cielo, ya sea porque el cirio se cae, su flama se mueve o se carcome la cera. Por lo general, todas estas contingencias son producto de la brujería, y reciben el nombre de cortar la hora (V. tuch´bil ora). Prevenir y curar tales desgracias sólo es posible con el consentimiento de san Jerónimo y de Jesús, especialmente en aquellos casos en que la candela se cae y resulta dañada, puesto que entonces el afectado corre un gran riesgo de morir. De esta manera, el curandero o h´ilol busca el sosiego de las deidades: reza por el cuidado de la ?ora perteneciente al enfermo, representada en la ceremonia por diversas velas de colores.
Es asombrosa la cantidad de almas que posee el hombre según el pensamiento tzotzil, pues ascienden a treinta y nueve (trece partes del ch´ulel y veintiséis animales compañeros); sin embargo, son réplicas terrestres de una sola esencia empírea: la Pora. Las creencias en torno a ella parecen circunscribirse al municipio de San Juan Chamula, ya que no son referidas con tanta nitidez en otras localidades habitadas por esta etnia (1 y 2).
(1) Gossen, G. H, 1979a.(2) Gossen, G. H., 1975.