Los terapeutas tradicionales chinantecos constituyen uno de los grupos más homogéneos de todos los entrevistados para elaborar esta obra. Destaca no sólo el numeroso conjunto de médicos indígenas que pudo ser entrevistado (86, de los cuales 48 eran mujeres y 38 hombres, con una edad promedio para el grupo de 59 años), sino la alta concentración de terapeutas tradicionales en un área no demasiado extensa territorialmente. El total de los curanderos, parteras, "ancianos curanderos" -un interesante grupo guardián de las tradiciones de la etnia-, hueseros y chupadores chinantecos, residía en los municipios de Santiago Choapan (distrito de Choapan), Santiago Comaltepec (distrito de Ixtlán), San Juan Bautista Valle Nacional, San Lucas Ojitlán, Santa María Jacatepec y San Felipe Usila (distrito de Tuxtepec), San Pedro Sochiapan y Santiago Nacaltepec (distrito de Cuicatlán), en el estado de Oaxaca.
A pesar de que sólo el 10% de los informantes se dedicaba exclusivamente a la práctica médica tradicional, el porcentaje resulta significativo cuando se lo compara con otros pueblos indígenas aquí estudiados. El 90% restante hacía de las actividades del campo (45%), hogareñas (38.5%) y artesanales (6.5%), la fuente más significativa de su ingreso económico; el ejercicio de la medicina aparece en el grupo como una labor prestigiosa, importante socialmente, pero secundaria desde el punto de vista del empleo. Contribuye a consolidar la imagen de homogeneidad que ostentan estos terapeutas, el hecho de que el 84% de ellos son monolingües de chinanteco, y sólo el 16% bilingües de chinanteco y español. En la muestra no se registró ningún caso de monolingüismo del español. En concordancia con el dato anterior, sólo unos pocos de los hablantes bilingües sabían leer y escribir.
El aprendizaje y la práctica de la medicina tradicional se inicia entre los chinantecos a una edad en la que el sujeto reúne -a los ojos del grupo- elementos que denotan madurez, sabiduría y equilibrio, atributos considerados imprescindibles para poder desempeñarse como terapeuta. Aunque muchos de los entrevistados comentaron que su iniciación se produjo en la juventud, la mayor parte comenzó efectivamente a ejercer la práctica médica cuando ya había cumplido 30 años. No resulta extraño, entonces, que al momento de realizarse el estudio, más del 80% de ellos llevara practicando la medicina tradicional por periodos superiores a los diez años, y que el 37% de los entrevistados lo hubiera hecho por más de treinta.
El grupo de los curanderos es, indudablemente, el más numeroso entre los médicos indígenas chinantecos (52% de la muestra), y se los designa localmente empleando varias expresiones: dsa jmo i´dsa o saa mo hi tsa´, hei moo, toua maen, saug uhi y tat mah. Al curandero se le conoce también como "el que cura a la gente" (tzane tzacu au tzacuninjau), "el que conoce la hierba" (dsa jmo j´dsa, dsa ku´et), "el que sabe curar" (tzacu au icatsada temjua) y "la que conoce" (tza cuo neg, tsocu ou). A diferencia de lo que ocurre cuando se considera el conjunto de terapeutas chinantecos, entre los curanderos se encontró proporciones semejantes de hombres y mujeres (55% y 45%, respectivamente), con una edad promedio para el grupo de 62 años. Los curanderos, por lo general, tienen diferentes especialidades, siendo la más frecuente la de hierbero (yuguchi, tzacu au icatsada), seguida de las de partero, huesero, culebrero (dsa´ku´et mt) (V. mordedura de víbora), pulsero o pulsador (dsa queg mua) y chupador. La forma usual de adquisición de los conocimientos es la recepción, a través de la transmisión oral, de los secretos de la profesión, heredados en el núcleo familiar o de otro terapeuta más experimentado y de mayor edad; un porcentaje menor forjó su saber a través de mecanismos de autoaprendizaje, y no se mencionó en ningún caso que el aprendiz hubiera reconocido indicios de manifestación divina como vía para convertirse en curandero.
Las causas de demanda de atención por las que la población chinanteca recurre a los curanderos son numerosas y notablemente variadas, lo que se refleja en la especialidad de los terapeutas que conforman este grupo. Señalemos, en primer lugar, los síndromes de filiación cultural: susto o espanto (jua, joetso, tsa ha´ juang, tsa´ jut´nk, juenh tsu), mal de ojo (saa sei ni, rec que lo buenñi), latido (ian aintso) y mal aire (vuevueichi), seguidos de las enfermedades gastrointestinales: diarrea (tesle, ritee le ve, eshion, tsa tu´t´heim ts´), diarrea roja (dsat tatdsa jmtt), diarrea blanca (dsat tatdsa quua), diarrea por empacho (dsat tat dsa eho´ toy), vómito (iñi´, ñu´tsu´), dolor de estómago (raca le esi, cuitsi), "cólico que da a los nenes" (dsat tio´dsa) y disentería (tesocmua, veren´). En tercer lugar, se mencionaron los trastornos ginecoobstétricos y, en general, las causas ligadas al proceso reproductivo: "mujeres que no pueden tener hijos" (io suka jo), "problemas de mujeres", dolor de menstruación, amenaza de aborto (negda), hemorragia después del parto (ecasau muig) y placenta retenida (dsa saunida). En cuarto sitio se agrupan las afecciones musculoesqueléticas: quebradura de huesos (tsau m ñifao) de la cadera, brazos y piernas, y tronchadura (ñi ca ma´t´jua yatsau); en quinto, algunas enfermedades de la piel: jiotes (tst), sarna seca (tst´kin), sarna de agua (tst´k´jmt) y granos en la piel (motsitae). Aunque mencionados con menor frecuencia, destaca un conjunto heterogéneo de padecimientos, accidentes y malestares, entre los que merecen mencionarse: picadura o mordedura de culebra (jaka gt´mt), calentura (yin, yee veshla, tsa chi´e), sordera (tene cua), diabetes, enfermedad del hombre ("se hincha el huevo" o mal de orín u orina, traducción de las expresiones chinantecas dsat kia dsa´ño kt jajmtdsa y guitn mtlladsa salejmtdsa), hinchazón (tsau don), orinar sangre (tau ma man), bronquitis, personas amarillentas, tumor, mareo, dolor de muela (cuu maja) y dolor de oído (cuu lowa, tsa´ku´yukua).
El segundo conjunto en importancia numérica (30% del total de la muestra) está constituido por las parteras (dsa michaguin, yaminiyu, tsadhiaden, imasia daen squiacua). Se trata de una profesión exclusivamente femenina, que se adquiere sea en el ámbito familiar o comunitario, sea por la formación dentro del núcleo doméstico, y que se refuerza -tendencia creciente en el curso de los últimos años- mediante la asistencia a cursos impartidos por las instituciones de salud que operan en zonas rurales del estado de Oaxaca. Las parteras atienden casos de embarazo normal, partos eutócicos y distócicos y enfermedades vinculadas al ámbito ginecoobstétrico, pero, como suele suceder en otras etnias, también es de su competencia el brindar tratamiento para afecciones que comprometen otros aparatos y sistemas. Entre las primeras se mencionan: "acomodar a la criatura" (tia quin ku re), la atención del parto (mi chía quin, ja li chia quin) y la esterilidad, principalmente; entre las del otro grupo, se distinguen: diarreas e infecciones intestinales (en yetu) y dolor de estómago, calentura, tos (ju), dolor de cuerpo (cuu lein), irritación de los ojos (yeemini), dolor de muelas, dolor de garganta (cuu telu) y dolor de oído.
Quizás el único grupo que, por definición, hace de la práctica médica tradicional su ocupación más importante, es el de los llamados "ancianos curanderos de diversas enfermedades" (tsa moo muo tsa je fu), o también "curanderos del Consejo de Ancianos" (tsa´mt ki ta ta, tsa ima ton kian tsa tan), denominación que indica la pertenencia de estos médicos indígenas a esa institución tradicional. Los tsa´mt ki ta ta curan una vasta gama de enfermedades, en particular los síndromes de filiación cultural más comunes en el grupo chinanteco: susto, susto de rayo (tsa´jut´n), susto durante el sueño (tsa´jut´n i´rt kut´n), "gente agarrada" (tsa j´an), "enfermedad atacada (contraída) por medio del sueño" y "enfermedad (en la) que se hincha el dedo" (tsa´e ki´eli yen ko´n mi se ku´da); asimismo, los ancianos curanderos atienden a personas con afecciones gastrointestinales, en particular aquellas que presentan síntomas de diarrea; dermatológicas: grano duro (mi qua) y grano nocturno (ja ´bou), así como otro grupo de afecciones diversas: dolor de oído, "cuando la gente está débil" (tsa´saa pi´n) y sarampión (dsat mu´lta). A diferencia de lo que ocurre en los dos grupos de terapeutas chinantecos anteriormente mencionados, aquí la intervención divina es una de las dos vías para descubrir la vocación y proveerse de los conocimientos necesarios; la otra, que puede aparecer como complementaría, es la de ser aprendiz de un curandero de mayor experiencia durante un periodo considerable de tiempo. En términos porcentuales, este grupo corresponde nítidamente al 10% que señalamos dedicado de manera exclusiva a !a actividad curanderil.
Un conjunto menor, pero no menos importante, de terapeutas es el de los hueseros (tsaung ñi hau, tsaung ñi hau tsa jmu ua hi tsa´u), especialidad practicada exclusivamente por los hombres y que se adquiere bajo la guía o tutela de otro especialista de la comunidad. Los hueseros atienden todas las afecciones que, en el mundo chinanteco, se consideran vinculadas al sistema musculoesquelético: quebraduras de huesos en general, quebraduras de costillas, zafaduras (cuam tsicoe), tronchaduras y reumas (recquenesi).
Finalmente, una profesión como es la de chupador -presente de manera importante en otros grupos oaxaqueños, como en el caso de los mixes- no posee mayor relevancia entre los chinantecos. Los pocos que existen son considerados especialistas en algún tipo de afección, generalmente las relativas al aparato gastrointestinal (vómitos, diarreas, etcétera).
Antes de establecer el cuadro general de las causas de demanda de atención de la medicina indígena de los chinantecos, apuntemos que se registraron diferencias sustanciales entre los terapeutas consultados respecto del número de pacientes que solicitan sus servicios: los datos indican que casi la mitad de los médicos indígenas atienden menos de diez casos semanales; en contraste, algunos especialistas son muy requeridos (por ejemplo, un curandero hierbero de Valle Nacional llega a atender hasta 40 enfermos a la semana). Un tercio de los entrevistados manifestó pertenecer a la Organización de Médicos Tradicionales Chinantecos.