Queremos abrir este apartado con una aclaración pertinente: falta mucho trabajo por hacer en cuanto a la medicina triqui. El tema prácticamente no figura en la literatura etnográfica, y lo que aquí se ofrece, si bien es información de primera mano, constituye sólo un acercamiento perfectible. Nueve fueron los terapeutas entrevistados, la mayoría de ellos varones; por lo tanto, una muestra tan poco representativa -a diferencia de lo conseguido en otros grupos indígenas- no permite hacer afirmaciones confiables, y deja huecos todavía por llenar. No obstante, los datos recabados ponen de relieve algunas peculiaridades de este saber ancestral. Por ejemplo, y valga la advertencia ya mencionada, el promedio de edad de los encuestados es de 41 años, muy por debajo al de los médicos tradicionales de otros pueblos indígenas.
Los informantes provienen de tres municipios oaxaqueños: Santiago Juxtlahuaca, Putla de Guerrero y San Martín Itunyoso. Algunos llevan ya 20 años ejerciendo como terapeutas; sin embargo, la mayor parte vive del agro, comercio y/o la producción artesanal, pues el quehacer curativo sólo complementa sus ingresos. Casi todos declararon no saber leer ni escribir.
Entre los triqui, quien sana a los enfermos recibe el apelativo de shichujas ("hombre que sabe curar"), término genérico que abarca a curanderos sechungaa(, sichun o si gonao), parteras (seteco-na-neé), hierberos (siyaa uru-cujo) y hueseros (sinanacu). Es persona diligente, y según lo dicho por nuestros interlocutores, en promedio atiende diez pacientes a la semanas.
Seis terapeutas encuestados dijeron practicar la curandería, arte en el que destacan las especializaciones de "acomodar bebés que están mal" y "curar el espanto", así como un tipo peculiar de galeno llamado naturista (si gonao). En la iniciación y aprendizaje del sechungaa interviene el mundo sobrenatural: el neófito tiene sueños reveladores donde vislumbra seres mitológicos que le enseñan a curar, y le entregan copal, huevo, dinero, tabaco y demás enseres rituales. Además, sufre una especie de muerte (quizá un episodio cataléptico) y resurrección, señal divina que le indica su poder de sanar. No obstante, la enseñanza impartida por un terapeuta ya experimentado, también figura en el adiestramiento del curandero. Al adquirir éste sus conocimientos, puede atender las siguientes enfermedades: gastrointestinales como vómito (cucha-a), lombrices (viluu-a), diarrea (chiíuyarquenia, yarquea o via-arquea), bilis, cólicos y dolor de estómago (erquénia, angaarquea); síndromes de filiación cultural, entre los cuales despuntan el espanto o susto (sechu via, chuvia, cuchuuija, rechuuínia), el empacho (nami erquea), el mal de ojo (naa neea, chiímaáa) y el dolor por maldad (yacheanyma, anga sicheman); enfermedades inherentes al sistema respiratorio, como gripa (caán-a, achi-ga) y tos, malestares diversos, como dolor de muela (agaa-cuña-a), calentura (chiínacáa), dolor de cabeza (chíiancaráa), hemorragia nasal (rerachiía), dolor de todo el cuerpo (angacumaia), nerviosismo, sarna (lu-a tonaa o lutonaa) y dolor de huesos (anca-cuu-a). Si bien el curandero suministra remedios vegetales y domina una amplia gama de procedimientos, recurre sobre todo a la limpia -barrer al paciente con manojos de hierbas, o pasarle un huevo por todo el cuerpo- y al método llamado "soplar" (reayan-nía), que consiste en chupar varios puntos anatómicos del enfermo.
De los nueve entrevistadlos, dos mujeres ejercen como parteras. A diferencia del terapeuta antes descrito, la comadrona no se instruye mediante experiencias ultraterrenas; al contrario, aprende de un familiar, casi siempre su abuela, a quien asiste durante años, hasta adquirir las destrezas necesarias. Brinda su atención a embarazadas, atiende partos (renurquenía, sedecuchu-neea o cuchu-neea), vela por el bienestar de la puérpera y cura enfermedades del aparato reproductor femenino, tales como la hemorragia vaginal. Sus conocimientos no se limitan a obstetricia, también alivia a quienes sufren de diarrea, disentería (iyarquea-too, chiytoaa), bilis (chiírroyáa), dolor de estómago, amibiasis (yililuu-a), susto, mal de ojo, empacho, dolor de cabeza, calentura, dolor de muela, heridas de arma (serkriarima-a) y afecciones del sistema respiratorio como la gripa y tos.
Un hombre de 42 años declaró ser huesero y aprender su oficio de otro especialista tradicional. Pero, curiosamente, este terapeuta indicó que también obtuvo muchos de sus conocimientos al entablar relación con médicos alópatas pertenecientes al Instituto Lingüístico de Verano. Aparte de componer los traumatismos propios de su disciplina -luxaciones (ninumocuumaja), dolor de huesos y demás afecciones musculoesquléticas- atiende otros padecimientos, más del dominio del curandero o hierbero, a saber: vómito, lombrices, bilis, cólico, nerviosismo, hemorragia nasal y tos. También sabe ejecutar una limpia, así como "soplar" al enfermo para curarlo de espanto.