El análisis de la información proporcionada por los 55 terapeutas entrevistados (28 hombres y 27 mujeres), corrobora la importancia que la práctica de la medicina tradicional tiene en las comunidades zapotecas, indudablemente una de las manifestaciones culturales más importantes del grupo. Sin embargo, independientemente del prestigio que les es reconocido en sus comunidades y de la importancia social de su función, prácticamente ninguno de los entrevistados se dedicaba de manera exclusiva a la práctica de la medicina. Por el contrarío, la totalidad de los informantes señaló que obtenía sus ingresos principales mediante el desempeño de otras actividades: más de la mitad de ellos (25 hombres y cuatro mujeres) eran campesinos, 21 mujeres declararon dedicarse principalmente a las tareas del hogar, combinando estos trabajos con labores agrícolas, y los cinco médicos indígenas restantes se dedicaban a la herrerría, la fabricación de helados, la costura, la cocina y el comercio. Al momento de aplicarse la encuesta, residían en los municipios oaxaqueños de Santo Domingo Petapa (distrito de Juchitán), San Juan Juquila y San Miguel Talea de Castro (distrito de Villa Alta), Ixtlán (distrito de Ixtlán), Santa María Guienegati, Guevea de Humboldt, San Pedro Huamelula, Santiago Laollaga (distrito de Tehuantepec), San Andrés Ixtlahuaca (distrito del Centro) Choapam y Santiago Yareo (distrito de Choapam).
Quizás por el contacto centenario de los zapotecos con poblaciones hispanohablantes (dentro y fuera de Oaxaca producto de diversos factores a los que no es ajena la migración), el 68% de los médicos indígenas eran bilingües de zapoteco y español, el 28% era monolingüe del zapoteco, y el 4% restante incluía a monolingües del español y trilingües de zapoteco, mixe y español. Estos datos pueden correlacionarse con los obtenidos sobre el nivel de alfabetización del grupo: en efecto, 62% declaró saber leer, y el 38% ignorar la lectura y la escritura. El porcentaje de personas que también podía escribir resultó algo inferior: 59%.
Entre los zapotecos, el proceso de formación que lleva al dominio de la profesión médica -independientemente de las especialidades de que se trate- es complejo y diverso, aunque muestra el predominio de ciertas vías. En efecto es posible observar que se conservan en buena medida mecanismos tradicionales, pero que han comenzado a alternar con formas ajenas a la cultura del grupo, quizás como resultado de dos influencias: la acción institucional y los procesos organizativos de los propios médicos indígenas. El aprendizaje junto a un terapeuta de mayor experiencia -se trate o no de un miembro del grupo familiar- sigue siendo, al parecer, la tendencia pedagógica dominante: 88% de los terapeutas de la muestra obtenida aquí corroboraron que se trataba de la vía más común para hacerse de los conocimientos y las habilidades médicas. Al analizar la información que da cuenta de las particularidades de cada caso, se observa una serie amplia de matices: el aprendiz puede ser el depositario de una tradición familiar, heredada del padre, de la madre o, en algunos casos, de ambos; puede también haber tenido sueños premonitorios o recibido alguna señal de carácter sobrenatural indicativa -a su juicio y al de otros terapeutas- de que debía dedicarse a la práctica de la medicina; finalmente, puede haber respondido a un interés personal, buscando -e, incluso, pagando- a otro terapeuta para que le trasmitiera los conocimientos suficientes sobre enfermedades, formas de curación y recursos a emplear en cada caso. La otra vía, más reciente, es la implementada por algunas de las instituciones de salud -como, por ejemplo, los cursos de entrenamiento a parteras brindados por el Programa IMSS-Solidaridad y por la Secretaría de Salud-, o los diferentes encuentros, seminarios y talleres de las organizaciones de médicos indígenas, muchos de los cuales han contado con el apoyo y la asesoría del INI. Esta tendencia complementa, y no sustituye, a los mecanismos tradicionales, incluso los que corresponden a experiencias de autoaprendizaje (declarado como el camino que siguió el 12% de los informantes), considerados por los terapeutas como los más usuales. Varios de los informantes consideraron haber ampliado sus conocimientos trabajando con algún médico alópata y leyendo libros sobre el tema (particularmente, manuales de salud y recetarios de plantas medicinales). Se pudo comprobar también que otras instituciones (la Dirección General de Culturas Populares) y organizaciones no gubernamentales han desarrollado experiencias educativas en salud y medicina tradicional con médicos tradicionales de la región zapoteca. En el caso de algunos curanderos-hueseros, se señaló que habían comenzado curando animales y, más tarde, atendiendo a personas de sus localidades de origen. Menudearon también los relatos de aquellos (11% de los informantes) que se dedicaban a la práctica médica como desarrollo de un don que traían desde el nacimiento, incluido el caso -presente en la tradición cultural zapoteca- de un gemelo que, por el simple hecho de serlo, poseía esta capacidad innata para sanar ("de una u otra forma los gemelos saben curar", aseguró un informante). Otro, en cambio, aludió a la experiencia onírica como forma de apropiación del conocimiento: "tuve un sueño en el que aparecían flores, copal, parafina, mezcal y dos blanquillos" -señala una de las terapeutas-, con lo que curaba a uno de mis hijos que estaba asustado". Pese al escepticismo de su esposo, declara la informante, la curación se realizó con éxito, y para ella marcó el inicio de su práctica terapéutica. Se recogieron también algunos relatos de personas que habían "sido iluminadas por una luz que recibieron en la iglesia del pueblo", y otros más que habían tenido experiencias aleccionadoras con espiritistas.
Llama la atención -por lo nutrido del grupo- el hecho de que 70% de los 55 informantes se declarara curanderos, lo que convierte a este tipo de práctica en la más numerosa. Bueni luni remedio y curander quix fueron las expresiones usadas en este caso. Los curanderos entrevistados -22 hombres y 17 mujeres, con una edad promedio de 55 años-, señalaron que el conocimiento y uso de las plantas medicinales ocupaban un lugar importantísimo en su profesión, y se consideraron unánimemente curanderos y hierberos, empleando para aludir a esto diversas expresiones: ramer quix, guisi remedio, quillec-remediu, cabeli, rome di yichi y guishi remedi gaish. Otras especialidades declaradas por los curanderos fueron las de partero (uiniya, bohni hrehje gaha hresua bihdau), la de sobador (sid guiaría li cable na, arcap pedrar, cabeli y argapmia) y, finalmente, la de curanderos de aires malos (V. chupador, adivino y adivinación con granos de maíz).
Las causas de demanda de atención tratadas por este grupo de terapeutas abarcan un vasto campo de afecciones, entre las que destacan (20%) los síndromes de filiación cultural: mal de ojo, ojeados y ojo (yanagudedmbe lomi leme), susto (ñame csep, tzebi, raayero), mal aire, vergüenza (naquisne de chtu), aire de la tierra, empacho (bei emopach ¡eme, daaroo), aire en el cuerpo (nu mbe lenie), aire (bei mue leme, buug), espanto de la gente (yanachibi guiche), sentimiento, mollera o caída de mollera (biad quisme), aire de la bruja, enfermedad de sorpresa (tortepex), ojo de los niños (biu los me le nonie comele), aire de las embarazadas (enhue) y enfermedad de antojo (beiguiear lar leme); le siguen a éstos, las causas de carácter ginecoobstétrico: parto (levi ´raca), mal acomodamiento del niño (ndie lame lani mado), hinchazón de la mujer después del parto, sobada de embarazada, placenta pegada (kati hrda du li hechil), hemorragia por aborto (gaa hxie me n´ceyn), aborto (guded chesme), "placenta de ala" o no cae la placenta, caída de matriz, se "hinchan las venas por mala posición del niño" (ni que spene), comezón de la parte (arbad lame), dolor de vientre (cayop vi sam lame), personas que no pueden tener familia (been guishi), flujo (beed gus leme), cuando se le va la regla (ba gu liasl¡eme), "la vena que ya no trabaja de la mujer" (bing teberderren), poca edad para el embarazo (nayeme gul cisme) y el niño está atravesado (did lag sim dome); en tercer lugar (12%) sobresalen los padecimientos gastrointestinales: diarrea (quis arded, ardelero, guerduuti, dodglee, gu nas guis hareleme), disentería (bei guis rien leme, caded lamme, huee hron), vómito (casime, rhsixume, uagavero, rabiro), diarrea por calor, cólico (rioob leñme), fiebre intestinal (fierber lain trip), vómito de la embarazada (casime nan chisme), lombriz malo (beel mal) y basca (beed guis arcep leme); enseguida aparecen (11% del total) las afecciones que se manifiestan en la piel: erisipela (bhua), roña (yiiho), disípela (nasni nieme, guisisoñe), tiña (caru bi leme), mancha blanca de la piel (carud bid guis leme), grano canceroso (carud guies leme), nacido o porra (carud por nieme) y granos de la piel (yu-hehuoo); un 10% corresponde a afecciones inherentes al sistema musculoesquelético, y entre ellas se cuentan: reumatismo (name mve), cuerda (cuer), quebranto del niño (gus gueme cuerme), golpe (peer ni biame gulnogol), dolor de espalda (ra que si), enfermedad de la cuerda (bin), dolor de hueso o muscular (rdoodro), várices y desvío o descompostura de huesos; en sexto lugar, con un porcentaje claramente menor (3%), aparecen las relativas al sistema renalurinario: mal de orín (arryan schisme) e infección del riñón; contrariamente a lo esperado, las afecciones respiratorios ocuparon el séptimo lugar, con un porcentaje casi irrelevante (1%) del total de menciones: anginas (name angin mu chupgeme). Un conjunto residual importante (20%), formado por afecciones que se presentan en diferentes aparatos y sistemas, o que poseen un grado muy variable de especificidad, contiene: (enfermedad del) ojo o carnosidad (ñame biai lain lome), purgación, sífilis, calentura fuerte (shla fuerti), dolor de cabeza (ruzaba ichiu), dolor de diente (cayop laime), infecciones (nusa isague), dolor del pulmón (riop chesme), heridas (huee), hinchazón en adultos (yii´que bonii), fiebre, espinilla (guis guies), ataque (nu mbe), diabetes, cáncer, anemia (na gasme), desnutrición o falta de comida (nis rame sagro), cardiaco (cans mbe leme) y mal del corazón (mal de las doy guelnabai). Se agregó que los curanderos son requeridos para administrar sobaduras (V. masaje), consideradas un procedimiento posible de aplicar en diversos padecimientos.
Ya hemos señalado que muchos de los curanderos hacen un amplio uso de las plantas medicinales, por lo que añaden a su actividad la de hierbero. Veamos ahora el caso del grupo que se definió específicamente como tal, y que representó el 14% de los terapeutas de la muestra. Dos terceras partes de este grupo (con un promedio de edad de 47 años) está formado por hombres y el resto son mujeres que colectan, cultivan, compran y hacen uso de una gran variedad de plantas medicinales en sus respectivos tratamientos. El lugar más importante entre los motivos de consulta (32%) estuvo ocupado por los síndromes de filiación cultural: susto, espanto, mal aire, mal de ojo, latido (rass leero), chipilez, chipilera o "ratón" (bzinn) y "niño que tiene descontrol en (la) panza" o empacho. Con un porcentaje semejante se mencionaron las afecciones gastrointestinales: diarrea, disentería, dolor de estómago (roallaan leero), bilis (besigina), lombrices (bel reyi) y vómito. Un 16% correspondió a afecciones musculoesqueléticas, renalurinarias y de aquellas que se manifiestan en la piel: reumas, pasmo de los huesos (piob lan sid nieme), calambria (laroyo), mal de orín y granos en el cuerpo. Finalmente, se mencionaron padecimientos, como la calentura (chisle), de carácter inespecífico.
El conjunto de las mujeres que se dedican a la atención del embarazo, el parto y el puerperio (V. cuarentena), y al tratamiento de afecciones ginecoobstétricas, ocupó el tercer lugar en importancia numérica (13% de los terapeutas entrevistados) Las parteras zapotecas son requeridas por los siguientes motivos: parto, dolor de parto (dudia leeno), "se tapa la mujer" (r da pee) y mujer embarazada (ngual nuo shcuidi). También, por problemas gastrointestinales, como diarrea, vómito y bilis; síndromes de filiación cultural: susto y aire, y afecciones inespecíficas: calentura y agrio (buug). Las parteras son reconocidas también como especialistas en limpiar (V. limpia) (vigo gobi remedio) y sobar (oquichi) (V. masaje).
Muy pocos informantes se definieron como hueseros, profesión a la que aludieron los terapeutas con la expresión zapoteca buini nagi cane si. A diferencia de lo que ocurre en otros grupos, aquí no parece haber distinciones cuantitativamente importantes entre hombres y mujeres. En la muestra, los informantes tenían una edad promedio de 57 años, y los motivos por los cuales son requeridos sus servicios son, sin excepción, de carácter musculoesquelético: quebradura de mano, descomposturas de mano, espina dorsal cuadril, hombros, rodilla, pescuezo y quijada, hinchazón de mano (relgi) y brazo (regine o regina), tronchada (luxación) de huesos del brazo (uiuvu na) y dolor de espalda. Muy raras veces se encuentran hueseros que traten, también, síndromes de filiación cultural como el mal de ojo y el aire malo.
En lo relativo a la consulta que estos terapeutas brindan a la población zapoteca, se refirió que aproximadamente un 70% de ellos atienden un número inferior a los cinco pacientes semanales; el restante 30% mencionó cifras que iban de cinco a 20 enfermos en el mismo lapso. Estos demandantes de consulta residen tanto en las localidades de origen de los curanderos, como en poblaciones vecinas, en proporciones semejantes. Dos terceras partes de los entrevistados manifestaron pertenece a alguna de las organizaciones de médicos indígenas que se han conformado en la región en los últimos años.