Parteras, curanderos, hueseros y hierberos -los cuatro grupos más numerosos de terapeutas de la medicina tradicional mexicana- fueron también aquí los informantes a los que se recurrió para elaborar el presente apartado. Entre los zoques, el descubrimiento de la vocación o la indicación que lleva al ejercicio efectivo de la medicina tradicional es, la mayor parte de las veces, resultado de una indicación de la divinidad, que se revela en sueños al futuro curador. Sin embargo, es evidente que existen otras pautas sociales que hacen que el terapeutas sea, a los ojos de la comunidad, un adulto responsable cuando su saber se hace público, y, con él, el reconocimiento comunitario. En el grupo aquí encuestado, la mayor parte de los médicos indígenas había comenzado a practicar públicamente la medicina tradicional entre los 30 y los 35 años, y al momento de la encuesta se registró un promedio de edad de 60 años, por lo que se trata, evidentemente, de un núcleo de personas experimentadas en sus respectivas profesiones.
No puede pasar inadvertido el hecho de que el 70% de los informantes fuera de sexo femenino, indicativo de la importante presencia de la mujer en las labores curativas. Sin embargo, ese mismo sector es sin duda el más relegado socialmente: prueba de ello es que del total de terapeutas, 80% eran analfabetas y sólo el 20% declararon saber leer y escribir, pero ninguno de los que poseían cierta educación formal era mujer. Esta condición era semejante entre los zoques habitantes en el estado de Chiapas y los que residían en Oaxaca. Los terapeutas aquí encuestados vivían en los municipios chiapanecos de Tecpatán, Rayón, Copainalá, Tapilula, Chapultenango, Ostuacán, Pichucalco, Chicoasén y Ocotepec, y un grupo menor en el municipio oaxaqueño de San Miguel Chimalapa. En lo relativo al uso de la lengua materna, se encontró que el 72% hacía uso de ella, ya sea en calidad de monolingües (22%), ya sea en situación de bilingüismo, alternando el empleo del zoque y del español (50%). El 28% restante correspondió a terapeutas hispanohablantes. El hecho de que las mujeres desempeñen un papel relevante en la práctica médica de la etnia zoque puede vincularse a dos situaciones: la primera de ellas es que casi todas las entrevistadas se dedicaban a los quehaceres hogareños y a los trabajos agrícolas, primordialmente, y la segunda es que el grupo más numeroso de terapeutas era el de las parteras. Los hombres, en cambio, trabajaban la tierra y sólo un pequeño grupo señaló que la práctica de la medicina tradicional constituía su ocupación principal.
Entre los zoques, la partera es designada con los nombres de same yomo, un bibi y cungumiama, y fue, sin duda, el grupo de terapeutas más representado: 60%. En ocasiones, para referirse a ella los miembros de la comunidad emplean el término "abuelita", o, en zoque: machue, oco y yaya. Oco es una expresión que los informantes tradujeron también como "cuidadora", sinónimo español de los anteriores e indicativo de la percepción que de ella tiene la comunidad. Pero esta triple distinción también parece indicar la existencia de cierta especialización: por ejemplo, la partera suele ser diestra como "levanta matriz". Además de su trabajo de partera, es reconocida como talladora, fajadora y "cura ombligo"; la cuidadora es llamada partera y ombliguera. La expresión española "partera empírica" se utilizó de una manera genérica para aludir a todas aquellas mujeres que atienden partos, independientemente de las clasificaciones o distinciones al interior del grupo (V. comadrona costumbrera, comadrona revestida).
El aprendizaje de las parteras se realiza siguiendo dos caminos que, en la concepción zoque, son complementarios: por un lado, se trata de una instrucción de carácter práctico, de una adquisición progresiva de conocimientos y destrezas que se alcanzan al lado de otra partera de mayor experiencia; en muchos casos se trata de dar continuidad a una tradición familiar, pues fueron numerosas las informantes cuya madre o abuela también habían dominado el arte de la partería; por otro, como se dijo líneas atrás, la practicante recibe señales preternaturales (entidad o entidades en las que se conjugan elementos de la cultura zoque y de la tradición católica). Veamos el siguiente testimonio de una partera a quien se le da esa "diligencia" a través de sueños: "yo aprendí por medio de don Chato. En un sueño él me daba cien muñequitas para que aprendiera". El autoaprendizaje es también una vía complementaria, pero no se trata sólo de explorar nuevas vías prácticas, sino de aplicar lo "que está en su (en la) memoria". Estos conocimientos y el descubrimiento de la vocación pueden aflorar ante situaciones en las que la necesidad obliga al futuro terapeuta a actuar: "en una ocasión -testimonia una informante- una mujer de la comunidad estaba por dar a luz y no se contaba con una partera en el pueblo. Entonces tuve que asistir a la señora y desde esa vez me buscan para asistir a las mujeres en el parto".
Las causas de demanda de atención por las que son solicitados los servicios de las parteras incluyen, en un alto porcentaje de casos (43%), cuestiones vinculadas al embarazo, parto y puerperio: sangrado o hemorragia antes del parto, "cuando duele la parte", levantar la matriz, problemas vaginales e hinchazón de su parte, atención del parto, enfermedad del parto y mala posición del niño. Un segundo grupo de causas (13% del total mencionado) es el relativo a padecimientos gastrointestinales: vómito, diarrea y dolor de estómago. Los síndromes de filiación cultural no constituyen, al parecer, un conjunto importante de motivos de consulta a las parteras, reportándose solamente la atención del susto (V. espanto). Por último, hay solicitudes específicas de tipo diagnóstico ("saber si hay embarazo") o terapéutico (las talladas, por ejemplo); también, la participación en otras actividades curanderiles que llevan a las parteras a atender casos de pacientes que presentan falta de apetito, dolor, dolor de cabeza, hinchazón de pies y fiebre.
Toyopan vojotzpa, coyo one y so yobiaua son los términos con que en el idioma zoque se designa a los curanderos, el segundo grupo en términos numéricos. El curandero puede hacer suyos conocimientos y técnicas de otras profesiones, que aparecen entonces como especialidades. Así, se señaló que hay curanderos-hierberos, curanderos-hueseros, curanderos-sobadores y curanderos-parteros (en realidad, curanderas-parteras, pues se trata de una especialidad exclusivamente femenina). La de toyopan vojotzpa es una profesión que se alcanza combinando el aprendizaje junto a otro terapeuta con las enseñanzas adquiridas en los sueños y que son interpretadas como señales sobrenaturales. Para poder desempeñar su labor curativa, el curandero debe estar dotado de un "don otorgado por Dios que se trae desde el nacimiento". Al respecto, un informante narró lo siguiente: "mis conocimientos vienen de Dios. Una vez tuve un sueño en el que vi a una pareja de personas con gran resplador que me entregaban una jícara con diferentes hierbas y me dijeron que con ellas debía curar". En pocos casos el conocimiento que lleva al ejercicio de la profesión es aprendido en el seno familiar (V. rezandero, ensalmador, viborero).
Las afecciones más importantes tratadas por el curandero zoque son, en primer lugar, los síndromes de filiación cultural: mal de ojo, carga, aire, espanto, susto y caída de la mollera. En segundo lugar, los padecimientos respiratorios (gripa, catarro y tos) y gastrointestinales (diarrea, dolor de estómago y vómito). Se entiende también que es competencia del curandero atender partos, o curar los dolores de oído, cabeza y cuerpo, y los reumas.
En contraste con lo anterior, la formación del huesero (tomopia o cholluuia pac, en lengua zoque) se inserta mucho más en la transmisión de tradiciones familiares, pues lo usual es que un huesero adquiera su saber heredándolo de su padre o de su abuelo, sin descartar el influjo de señales de carácter sobrenatural. Ese saber lo hace diestro para atender zafaduras de manos o de brazos, desviaduras de huesos (V. desviación de hueso), torceduras y, en general, afecciones de carácter óseo.
Un pequeño grupo se autodesignó como "hierbateros o hierbateristas", voces que los informantes encontraron como las adecuadas para traducir los términos zoques so la llouiatze o touiangoua. La formación del hierbero no difiere, en lo esencial, de lo referido para el huesero, y es preciso subrayar que aunque todos los terapeutas usan en sus tratamientos plantas medicinales, se estima que el conocimiento más detallado, amplio y profundo de estos recursos es lo que distingue a este grupo. Se señalaron numerosos casos de hierberos a quienes en el sueño, personajes preternaturales les descubren las cualidades de las plantas y las afecciones que pueden tratar con ellas.