El "embrujo" es otra de las enfermedades que afectan de manera frecuente a la población pápago. Los curanderos son los médicos tradicionales del grupo que se ocupan de atender a las personas afectadas por la dolencia, la cual, además, es reconocida como una seria causa de muerte. El "embrujo" es atribuido a problemas de convivencia entre los habitantes de las comunidades; así, se mencionan la envidia, o el deseo de "quitarle el marido a alguien", como algunas de las razones por las que una persona decide hacer un daño a otra. Generalmente, para lograr este objetivo se necesita recurrir a un cierto tipo de curandero con conocimientos de brujería, quien se encarga de realizar el embrujo. La víctima del daño comienza a "sentirse muy enferma sin saber qué tiene, le aumentan los problemas con su familia, rechaza a su esposo, y es su espíritu el que está lastimado", aseguran los terapeutas.
Los curanderos logran diagnosticar el embrujo simplemente observando al paciente. Al respecto, uno de ellos afirma: "es una cosa que no puedo explicar; se le siente o se le puede mirar que está embrujado", lo que indica que el enfermo emana una cierta influencia negativa.
El tratamiento contra el embrujo consiste en hacer portar al enfermo un talismán hecho con un camaleón, y en rezar una serie de oraciones dirigidas a la diosa Quiva, "que es la benefactora, ella nos ayuda". Los terapeutas no dan más información acerca de esta divinidad, limitándose a decir que, además de inspirarles las oraciones, en los tiempos antiguos ella entregaba favores al pueblo, "que así estaba bien"; a este propósito uno de ellos comenta: "no puedo hablar de esta diosa porque no tengo permiso de mis mayores: si los mayores lo permiten podré platicarlo. Nomás le digo que es una niña muy bonita de vestido azul y collares muy largos de chaquiras, que se presentaba en la cueva de "La petaca", en donde había una piedra con su forma. Mis oraciones son cantos en lengua o´otam y las hago en el monte; el desierto y los cerros son mi altar".
Para preparar el amuleto, el curandero debe viajar al desierto "para ir a buscar al camaleón"; previamente, debe pedir permiso a la diosa para que "le preste uno de sus hijitos para hacer su talismán". Una vez que encuentra al animal, le explica para qué lo va a utilizar y, después de matarlo, pone a secar el cuerpo al sol por espacio de 15 días; concluido este periodo, el terapeuta le pide a una persona de confianza que lo acerque a su casa, donde inicialmente cuelga el talismán en el portal, y luego lo pasa adentro. El amuleto se prepara en medio de cantos y oraciones con el fin de suplicar al "espíritu del camaleón que lo sirva, que no se asuste y que se sienta bien". La cabeza del animal es separada del cuerpo y los huesitos son guardados "en una bolsita roja para que no se entristezca". La parte del animal utilizada como talismán es la cabeza, la cual se guarda dentro de otra bolsita que el enfermo debe llevar como collar, de manera que quede colgando exactamente en medio del pecho; el paciente siempre debe llevar consigo este amuleto, o lo puede "retirar si algo le dice que no lo traiga, porque debe buscar otro sitio donde ponerlo para que haga el trabajo, porque a veces el mal se aloja en un lugar que no es el cuerpo de la persona".
Los informantes recomiendan utilizar de una manera correcta el camaleón, el cual, además, es considerado de utilidad para prevenir el embrujo porque "avisa en el cuerpo cuando algo está mal; si alguien lo quiere dañar se mueve con los latidos del corazón, sintiéndose muy clarito su movimiento; si alguien está pensando mal de uno, la cabecita del camaleón gira adentro de la bolsita y se sienten los piquitos en el pecho, porque el camaleón es muy sentidor", aseguran los curanderos.
Los terapeutas pápagos advierten acerca de los peligros que el embrujo puede causar: cuando se trata de un maleficio muy fuerte, "la persona puede morir o puede pelear con su marido y abandonarlo; a veces se vuelve muy nerviosa y no está tranquila, su espíritu siente que está siendo lastimado".