La caída de la mollera, o moho, como se le conoce popularmente, es una causa de demanda de atención frecuente de los habitantes de las comunidades pápago, quienes la consideran una seria causa de muerte. Este síndrome de filiación cultural afecta fundamentalmente a la población infantil; los terapeutas afirman que "a cada rato se le cae la mollera a los niños", si bien los adultos no están completamente exentos de llegar a sufrir la enfermedad.
Los terapeutas tradicionales de otros grupos indígenas del país comparten algunas de las ideas acerca del origen de éste padecimiento, tales como la creencia de que es provocado por golpes, caídas y, en general, por "movimientos fuertes" o bruscos que el niño sufre. En cambio, muchos terapeutas pápagos consideran que una de las causas importantes de la caída de la mollera es la falta de agua, coincidiendo así con las opiniones de los médicos alópatas quienes reconocen el hundimiento de la fontanela como un signo de la deshidratación. Es necesario mencionar que el grupo pápago ocupa buena parte del territorio del estado de Sonora, región de temperaturas extremosas.
Numerosos son los síntomas y signos que presenta el enfermo, el más evidente de los cuales es el que da nombre a la enfermedad: la fontanela anterior sumida. Según los terapeutas, una vez que se ha caído la mollera aparecen los otros indicadores: inquietud, "el niño se pone llorón", con ojeras debido a que "no duerme bien" y a veces sufre insomnio; no tiene ganas de comer, presenta basca y dolor de cabeza; el estómago se inflama y "le suena como un tambor"; a lo anterior hay que añadir la calentura y, muchas veces, el vómito y la diarrea. Algunos terapeutas reconocen la existencia de dos molleras: "la mollera de arriba y la mollera de atrás"; generalmente, la que se hunde es la fontanela anterior, aunque en ocasiones también se sume la ubicada en la parte posterior del cráneo; en este último caso, la curación "es más trabajosa y también se ponen muy malos los chamaquitos", afirman los informantes.
La curandera diagnostica el padecimiento mediante un interrogatorio a la madre del niño y la observación del semblante del enfermo, para constatar la presencia de alguno de los signos de la enfermedad. Por último, procede a efectuar una revisión de la boca del pequeño, en donde palpa el paladar superior: en caso de caída de la mollera, el paladar se advierte "como hinchado y blandito, caído", aseguran los terapeutas.
El tratamiento indicado por los informantes consiste en levantar la mollera hundida por medio de una operación manual llamada paladear. Antes de aplicarla, algunos terapeutas consideran de utilidad sobar el estómago del paciente por nueve días consecutivos. "Paladear" al paciente significa introducir el dedo medio o índice, previamente untado en aceite, en el interior de la boca del niño, empujando luego el paladar o "sobando tres veces hacia atrás", y formando el signo de la cruz después de la última vez. Esta operación debe repetirse en ayunas por tres días consecutivos; al término de cada "paladeada", la curandera pone en la mollera del niño una cucharadita de aceite de comer o de leche materna, mezclados con sal, con el fin de "disminuir el hueco". En el curso del tratamiento los informantes recomiendan dar al paciente muchos líquidos, mientras que algunos prefieren administrar un té preparado con diferentes plantas medicinales, el cual se utiliza también para tratar otras enfermedades, como el empacho; los ingredientes del té son: semillas de comino y de anís estrella, raíz de peonía, hierbabuena y cáscara de granada (esta última utilizada sólo en caso de que el paciente tenga diarrea); el enfermo debe tomar el preparado por nueve días consecutivos con el fin de eliminar el malestar estomacal y recuperar el apetito.
Con respecto al tratamiento empleado para la "caída de la mollera de atrás", los terapeutas pápagos señalan que debe colocarse al niño en una tina grande con agua, y proceder a sumergirlo parcial y rítmicamente de modo que el agua le moje la nuca, para lograr "que la fuerza del agua le chupe la mollera". Otra manera de curar esta forma del padecimiento consiste en chuparle la mollera al niño.
De no ser tratada oportunamente, la caída de la mollera puede evolucionar, de una manera muy rápida, hasta provocar la muerte del niño en un lapso que, por lo general, no pasa de los cinco días desde su inicio. El menor fallece por "la falta de alimentos y ánimos y por los fuertes dolores de cabeza", afirman los terapeutas, además del agravamiento de la infección estomacal y de la diarrea.
A manera de prevención, los informantes recomiendan evitar que los pequeños se golpeen "y no dejar que los niños carguen a sus hermanitos", o que jueguen "brusco" con ellos. Aconsejan, además, ingerir mucha agua para evitar la deshidratación.