La decisión de exponer en un mismo apartado los datos relativos a la medicina tradicional de tepehuanes y mexicaneros, se tomó luego de comprobar que ambos grupos no sólo comparten un área geográfica sino también cultural, y que, hasta donde nuestros datos nos permiten ver, no hay diferencias sustanciales entre los saberes, las prácticas y los recursos médicos de unos y otros. Para elaborar el capítulo se entrevistó a 17 terapeutas; de ellos, 12 eran tepehuanes y cinco mexicaneros. En los municipios nayaritas de Huajicori y Acaponeta residían ocho tepehuanes y el total de los mexicaneros; el resto de los informantes del primer grupo radicaba en el municipio de Guadalupe y Calvo, en el estado de Chihuahua. El promedio de edad general fue de 55 años: 53 para los ocho terapeutas de sexo masculino, y 57 para los siete de sexo femenino. Como se ha visto en otros capítulos de esta obra, aquí también las labores agrícolas y las tareas domésticas -combinadas siempre, en el caso de las mujeres- constituían las ocupaciones principales del grupo, y, pese a la relevancia social de la medicina, su práctica era considerada, en términos laborales, secundaria. En lo relativo al uso del idioma, todos los informantes declararon hablar su respectiva lengua materna y el español; en las áreas interculturales de Nayarit fue apreciable el trilingüismo, pues, al parecer, tepehuanes y mexicaneros se entienden sin dificultad. De los 17 médicos entrevistados, 12 sabían leer y escribir, y cinco eran analfabetas. En lo relativo al ejercicio de la medicina cuatro terapeutas declararon haberla practicado por periodos superiores a los 20 años, mientras que el resto afirmó que llevaba menos tiempo haciéndolo. Entre los datos coincidentes entre el grupo tepehuano y el mexicanero hay que mencionar que todos atendían a pacientes de sus localidades de origen y de pueblos vecinos; en cambio -al menos hasta el momento de realizarse la investigación de campo-, sólo tres de los 17 entrevistados pertenecían a una agrupación de terapeutas indígenas, la Organización de Médicos Tradicionales de los Estados de Nayarit y Jalisco (OMTENJ).
Independientemente del dominio de ciertas especialidades médicas, hay entre tepehuanes y mexicaneros cinco profesiones principales: partera (tuadhigame, duadira), curandero (dunqdanq, maathecamé), hierbero (usha), sobador (daquimere) y huesero.
Aunque el número de terapeutas consultados es relativamente pequeño, resalta entre tepehuanes y mexicaneros el alto porcentaje de parteras: 41%; al parecer, se trata de una constante en los pueblos habitados por ambas etnias. Aquí, a diferencia de lo que ocurre en otros pueblos, en ocasiones hay hombres (uno, en nuestra muestra; las mujeres fueron seis) que se dedican a las labores de la partería. La profesión, por cierto, está asociada casi siempre a la especialidad de sobadora, quizás debido al hecho de que las sobadas son practicadas no sólo en el campo de los padecimientos musculoesqueléticos, sino también -y con gran frecuencia-, en el embarazo y parto normales y en diversas afecciones ginecoobstétricas. Es importante la influencia del grupo doméstico en la formación de los parteros tepehuanes y mexicaneros; en efecto, de los siete informantes, seis declararon haberse instruido al interior del núcleo familiar, en donde algún miembro practicaba la partería, y sólo se registró un caso en el que el aprendiz había recibido consejos y enseñanzas de otro médico más anciano, con el que no lo ligaba ningún vínculo de parentesco. Aunque dedicada esencialmente a brindar sus servicios durante el embarazo, el parto, el puerperio, la partera tepehuana o mexicanera incursiona también en el tratamiento de diversos síndromes de filiación cultural, como caída de mollera, empacho, latido, mal de ojo (huicauca) y encrudecidos. En ocasiones, se solicita su intervención para que practique una limpia a pacientes afectados por alguno de estos padecimientos.
El segundo grupo en importancia es el de los curanderos (seis, en la muestra mencionada, de los cuales cuatro eran hombres y dos mujeres, con una edad promedio de 54 años), quienes se adentran en los secretos del oficio apoyados por algún miembro de la familia o por otro terapeuta de sabiduría y experiencia probadas. Existe una especialidad -designada localmente con la expresión "curandero religioso"- en la que es esencial la percepción de señales de carácter sobrenatural, el autoaprendizaje y "la lectura de libros de templos sagrados, oraciones e imágenes". Se trata de un terapeuta cuya figura tiende a asemejarse a la del mara´akáme huichol. El curandero es consultado con diversos propósitos y suele tratar un gran número de padecimientos. Sin embargo, las coincidencias en los informes nos permiten componer un cuadro que contiene: daño y hechizo (iboñara), latido y mal de ojo, principalmente, Pero también calentura (ronye), hinchazón (bayoquit), diarrea (vacuya), dolor de estómago, dolor de cabeza, gripa (sumaiqué), picaduras de alacrán y de viuda negra, piquete de avispa ponzoñosa, y parto.
Dos de los 17 informantes ejercían la profesión de hierberos, aunque, como sucede en otras etnias, casi todos los médicos indígenas recurren a las plantas medicinales como uno de los principales recursos de su arsenal terapéutico. En ambos casos se señaló que los conocimientos se adquieren de manera empírica, observando la naturaleza y los tratamientos administrados por otro hierbero (herencia que se suele recibir por vía materna), pero que la práctica médica exitosa depende de la posesión de un don otorgado por Dios. Los hierberos atienden a pacientes afectados de diversos tipos de padecimientos, desde síndromes de filiación cultural, hasta dolencias de tipo respiratorio y gastrointestinal. La lista de causas de demanda de atención incluye: calentura o resfrío, gripe y tos (tuqui), basca (viochmuda) y diarrea (vacura), susto, reumas, inflamaciones externas, mal del corazón y debilidad de la sangre (se administran tratamientos para fortalecer la sangre).
Aunque tepehuanos y mexicaneros distinguen al huesero y al sobador, en realidad ambos se dedican esencialmente al tratamiento de trastornos musculoesqueléticos -aunque, como se dijo, la práctica de la sobada puede realizarse también en otros grupos de padecimientos, como los ginecoobstétricos-. Incluso se dio el caso de un sobador (daquimere) que había recibido los conocimientos básicos de su profesión de parte de su padre, un destacado huesero de la región. Circunstancias comunes de la vida diaria habían animado a los dos informantes -dos hombres de 75 y 70 años- a dedicarse a la medicina, como sobador y huesero, respectivamente: problemas articulares que padecían amigos o compañeros en la práctica de juegos y deportes, traumatismos que afectaban a animales, diversos accidentes de gente de la comunidad o de su propia familia, etcétera. De allí que su especialización fuera el tratamiento de las afecciones de huesos y músculos: falseaduras de coyunturas de las manos, los tobillos, los pies, los codos y las rodillas, torceduras del cuello, zafaduras, encuerdadura y quebradura de la espinilla. Ambos tipos de terapeutas suelen ser requeridos para administrar sobadas en otros tipos de padecimientos.