Oniejkan. Mal de ojo o echar ojo
El padecimiento designado popularmente con el término oniejkan, traducido por los terapeutas como mal de ojo o "echar ojo" es, junto con el susto, uno de los síndromes de filiación cultural más comunes entre la población indígena del país. Los terapeutas huaves manifiestan que el mal de ojo es una enfermedad que afecta preferentemente a niños, aunque ciertos informantes señalan que las personas adultas también pueden llegar a padecer esta afección. Los terapeutas que tratan esta causa de demanda de atención -en su mayor parte parteras, pulseadoras y hierberas-, consideran que el mal de ojo no sólo forma parte de la morbilidad de los habitantes de las áreas huaves, sino que también constituye una seria causa de muerte.
La causa principal del padecimiento es atribuida a la "mirada fuerte de una persona", mirada que causa daño a los sujetos considerados más "débiles", esto es, a los niños. Esta observación se basa en el concepto -común en la mayor parte de los grupos indígenas de México- según el cual la esencia del individuo va adquiriendo fortaleza a medida que crece; así, los sujetos más "fuertes" son los ancianos y, en consecuencia, los más "débiles" son los niños (V. naturaleza). En cuanto a la mirada fuerte de los sujetos, ciertas personas nacen con esta extraña propiedad; en cambio, otras la adquieren en determinadas etapas de su vida, por ejemplo, durante el embarazo. La fuerza de la mirada guarda relación con el grado de "calor" que se posee; es este calor el que produce la enfermedad. Los poseedores de "vista fuerte" no tienen la intención de dañar al niño, y causan el mal sin desearlo. Generalmente los niños que contraen el mal son aquellos particularmente graciosos, que provocan ternura en quienes los rodean; así, por ejemplo, "la gente que está panzuda (embarazada) y ve a la criatura, la besa y la quiere tocar", causándole el mal.
Los síntomas que manifiesta el niño afectado por el mal de ojo se presentan enseguida, y comprenden diarrea, vómito y calentura alta; el pequeño no puede dormir, se levanta asustado y llorando, "y a pesar de que lo carga la mamá, sigue llorando"; además, está inquieto "como si algo le estuviera doliendo, se pone morado de tanto llorar, no lo puede uno tocar porque llora". Otros de los signos peculiares de la enfermedad son que "el niño cierra el puño de las manos y suda mucho".
La mayor parte de los terapeutas establecen el diagnóstico después de pulsar al paciente. Para ello, revisan el pulso en la arteria radial, desde la muñeca hasta el brazo, y sienten que "la sangre está caliente y se levanta la vena"; en cambio, otros curanderos afirman que, cuando hay mal de ojo, "en la muñeca se siente como que va a morir el niño, ya no se siente el pulso; a la mitad del brazo y en la pierna se toca como una bolita, como una canica". Sólo en algunas comunidades huaves los médicos tradicionales determinan la presencia del mal "cuando el enfermo tiene mucha saliva en la boca".
Los tratamientos empleados para curar el mal de ojo tienen el propósito de eliminar el exceso de calor del cuerpo del paciente, así como bajarle la calentura a la brevedad posible. Los procedimientos empleados para estos fines son las limpias con plantas o con huevo, y las frotaciones con preparados de especies medicinales y alcohol. Como parte de la terapia, algunos terapeutas acostumbran administrar al enfermo una cucharada de aceite de ricino.
La limpia con plantas se ejecuta con ramas de tamarindo o albahaca, o bien con flores de nosema, que el terapeuta deposita en una jícara con un poco de mezcal; enseguida pasa el recipiente por el vientre, el pecho y la espalda del enfermo, y luego lo coloca debajo de la cama, en donde lo deja por espacio de tres días. Durante este tiempo, la enfermedad pasa a las hojas de la planta, de modo que "al otro día amanecen muertas", asegura un informante. Con esto, el niño se tranquiliza y se duerme.
La limpia con huevo se practica de manera particular. Generalmente forma parte del tratamiento junto con las frotaciones, y se ejecuta al finalizar esta última práctica. El "blanquillo" (huevo) se pasa por todo el cuerpo del enfermo, y después se deja sobre el ombligo, amarrado con un trapo suave, hasta el día siguiente, "para que se queme el blanquillo", manifiestan Los terapeutas que ejecutan este procedimiento. Esta terapia se hace una vez al día durante tres días.
Las frotaciones son otra de las formas de tratar el mal de ojo. Se ejecutan con ayuda de un ungüento -que puede ser el Vaporub o la pomada de San Juan-, alcohol y ramas de albahaca. Primero, el terapeuta frota el cuerpo del enfermo con alcohol, y después con Vaporub; enseguida, restriega vigorosamente las hojas de la planta para sacarles su jugo, y a continuación "talla todo el cuerpo de la persona", es decir, soba enérgicamente. La curación se hace una vez al día, a lo largo de tres días, y con ella se consigue bajar la fiebre e inducir el sueño del pequeño.
Al término del tratamiento, el terapeuta generalmente recomienda a la madre que, cada vez que el niño salga de su casa y lo vea alguna persona a quien le haya gustado, al regreso ponga debajo de su cama el preparado de hojas de tamarindo en mezcal. Otros curanderos consideran que una manera de lograr la protección permanente del menor, consiste en frotarle "aceite de parida [parturienta] en todo el cuerpo", por una sola vez. El uso de amuletos es una de las formas más comunes de prevención; así, los terapeutas recomiendan "usar aretes o pulseras, para que éstos llamen la atención y no el niño". También se puede evitar que los menores contraigan el mal de ojo no permitiendo que salgan a la calle. Como hemos mencionado anteriormente, el padecimiento es considerado una seria causa de muerte entre la población infantil de las comunidades huaves.