El transitar por los escarpados terrenos del área tzeltal, las rudas labores campesinas, los efectos del alcohol, e incluso la violencia, son frecuentemente las causas de accidentes y traumatismos entre los miembros del grupo. Con el término bijel se designa de manera genérica a las fracturas, es decir, a las afecciones musculoesqueléticas con lesión ósea (V. quebradura). Este es un problema de salud que puede afectar a personas de cualquier edad y cuyo tratamiento es de competencia de los hueseros.
El síntoma más significativo que indica la presencia de una fractura es el intenso dolor en la región lesionada que, inmediatamente después, comienza a hincharse. Por lo general, los terapeutas consideran que las fracturas no son peligrosas, con excepción de aquellas que comprometen los huesos de la cabeza y de la columna vertebral.
Luego de interrogar al enfermo para conocer las circunstancias en las que ocurrió el accidente, el terapeuta confirma la fractura mediante la palpación meticulosa de la región inflamada. Una vez que constata el sitio preciso de la lesión, procede a acomodar el hueso, operación que ejecuta mientras reza oraciones invocando la ayuda de santo Tomás; después, sin dejar de rezar, entablilla y venda la zona lastimada en una operación que puede durar hasta 30 minutos; la venda utilizada se llama chuj ch´ut pak´il, mide 10 cm de ancho por 3 m de largo y se confecciona especialmente para estos casos.
Muchas veces, el hueso roto hiere los músculos de la región accidentada y, además del dolor y la hinchazón, la zona se torna de color violáceo. En estos casos, el procedimiento curativo es diferente: antes de comenzar, el terapeuta reza frente a la cruz del altar familiar y luego aplica un masaje destinado a reducir la fractura. Enseguida, con un trozo puntiagudo de vidrio de botella hace cuatro punciones a la altura de la lesión, para dar salida a la sangre ennegrecida (V. sangría); por último, y antes de vendar, hace un buche de aguardiente y lo sopla sobre la región afectada para calmar el dolor.
Si en el curso de los días siguientes el enfermo no siente alivio, el huesero quita la curación y vuelve a acomodar los huesos fracturados. En esta ocasión recita oraciones invocando no sólo al santo patrono de su comunidad, sino también a los santos patronos de las comunidades vecinas. Mientras aplica el masaje, el curandero sopla la parte afectada con el fin de aliviar las molestias; después, pronuncia otro rezo dirigiéndose a la parte lesionada del cuerpo del enfermo, ungiéndola para que deje de causar dolor. Por último, entablilla y venda firmemente con un paño nuevo. Una vez concluidas las maniobras anteriores, el terapeuta vuelve a rezar, esta vez al paño o a la venda, para propiciar que todo marche bien.
Finalizado el tratamiento, la fractura sana por sí misma en un periodo de tiempo bastante variable que depende de la gravedad del problema. Como forma de prevención, los hueseros tzeltales recomiendan tener mucho cuidado al ejecutar actividades laborales, así como evitar caminar por lugares accidentados, en particular durante la noche.