El "embrujo" es uno de los síndromes de filiación cultural que afectan con más frecuencia a los habitantes de las áreas tzeltales, quienes le atribuyen el sinnúmero de adversidades que suelen ocurrirles, entre las que se encuentra, las enfermedades, los accidentes y la muerte de personas o de animales. En general, todo acontecimiento nefasto es atribuido a las artes de los brujos (V. ak´chamel, brujería).
El embrujo es una patología de orden social que refleja con bastante claridad el estado de deterioro de las relaciones interpersonales de los habitantes de las comunidades. Así, el embrujo se origina muchas veces por motivos tales como chismes entre el vecindario, actitudes egoístas o pendencieras, robos, alardes de superioridad económica, incumplimiento de trámites propios de una boda, maltrato a los suegros, etcétera. Otras veces, los brujos se sienten ofendidos por el magro gasto que ciertas personas hacen al agasajarlos, o por el hecho de que una mujer tenga inclinación por disfrutar de las buenas comidas, mientras su marido se halla ausente, pasando trabajos y miserias en fincas cafetaleras.
Para producir un maleficio, los brujos se valen de su nagual -llamado labil en tzeltal-, animal compañero que, según las creencias de muchos pueblos del sur de México, nace en el mismo momento en que nace una persona y comparte con ella su destino. Los brujos, al igual que los curanderos importantes, tienen naguales muy poderosos e incluso pueden tener más de uno. Como los naguales de los brujos hacen la voluntad de sus dueños, éstos los envían para provocar el mal, especialmente durante la noche. A veces estos emisarios de los brujos aparecen durante el día en casa de la víctima para portar su mensaje de mal agüero bajo el aspecto de, por ejemplo, culebras; son particularmente temidas por los tzeltales las serpientes de nombre yax-ikox-chan y chijil-chan, porque anuncian la muerte de algún miembro de la familia.
Aunque varios de los síntomas que acompañan a la afección son inespecíficos y se presentan en todas las personas embrujadas, otros dependen del sexo y de la edad de éstas. Entre las manifestaciones generalizadas encontramos la temperatura alta, la falta de apetito, la debilidad general y la caída del pelo. Si es un niño el que ha contraído el mal, a estos malestares hay que añadir ojos hinchados y lagañosos. Las molestias oculares muchas veces aparecen primero y son tratadas mediante la aplicación de "agiro"; si ceden fácilmente con este medicamento, es probable que el mal se deba al exceso de humo que genera la leña mojada encendida en el interior de las viviendas; si por el contrario, no se cura y además se presentan los otros síntomas, el hecho se relaciona de inmediato con un acto de brujería. En el caso de las mujeres embarazadas, inicialmente aparecen ligeros dolores de vientre los cuales se intensifican gradualmente y, en un determinado momento, hacen pensar en una amenaza de aborto; al ser descartada esta posibilidad, se sospecha que dichos malestares son producto de una brujería. Si la mujer no recibe el tratamiento indicado, le comienza a escurrir un líquido amarillento y putrefacto por la vagina, situación que si se prolonga y que, finalmente, le produce la muerte. A veces la enfermedad puede manifestarse mediante la aparición sorpresiva de una fístula, por ejemplo, en la rodilla, a través de la cual empieza a chorrear un líquido viscoso como clara de huevo, de color amarillento. Los tzeltales consideran que esta sustancia constituye un veneno de culebra inyectado por el nagual del brujo.
Para tratar el embrujo es necesario, en primer lugar, descubrir quién es el brujo causante del mal, al igual que las razones que motivaron su acción. Para averiguarlo, la víctima o su familia solicitan los servicios de algunos brujos y pulseadores (V. pulsador); mientras mayor sea su número, mejor será el diagnóstico y, por lo mismo, más pronta la restitución de la salud del enfermo. Generalmente, se reúnen en casa del paciente varios especialistas, quienes sucesivamente pulsean al enfermo; esta práctica constituye la forma fundamental de diagnóstico de la brujería. El pulseo se hace en ambos brazos; si las pulsaciones son lentas, ello significa que el mal ha sido en realidad causado por un brujo (V. pulsar). A continuación, interrogan al paciente y a sus familiares más cercanos, con el objeto de conocer los diferentes aspectos de su vida social y descubrir así quiénes son aquellos que, con más probabilidad, guardan relación con el mal que lo aqueja.
Una vez obtenida la información deseada, los especialistas pulsean nuevamente al enfermo; mientras ejecutan el procedimiento, repasan mentalmente los nombres de diversos brujos -incluyendo el de ellos mismos- que pudieran ser los causantes del mal. Cuando es citado uno de estos nombres y las pulsaciones se tornan más rápidas y fuertes ello es indicio de que dicho brujo tiene injerencia en el maleficio, pues se considera que "la sangre habla" Esta operación es practicada por cada uno de los especialistas, quienes al término de la misma emiten su fallo. Cada uno de ellos da a conocer, en voz alta, el o los nombres de los brujos causantes del mal.
Una vez identificado el autor del maleficio, los mismos brujos y pulseadores se encargan de ir a su encuentro para conocer los motivos que lo impulsaron a actuar así y persuadirlo de abandonar su cometido. Si éste exige alguna compensación por dejar de hostigar a su víctima, los emisarios -que en realidad son los intermediarios entre la familia y el ofensor- regresan a casa del enfermo para lograr un acuerdo. Pero si el enfermo mismo es el causante del hecho que condujo a la brujería, entonces debe expiar su culpa.
El tratamiento del embrujo también comprende terapias específicas para curar los malestares orgánicos provocados por la maldad. Así, si la enfermedad es causada por el veneno de serpiente (V. víbora), depositado en la rodilla del enfermo el terapeuta hace "punciones" en el sitio inflamado para desalojar el líquido en mal estado, y después coloca una curación a base de las hierbas que se emplean generalmente en las zonas tzeltales para contrarrestar los efectos de las mordeduras de serpiente. A veces, luego de punzar, algunos curanderos colocan una cataplasma de hojas cocidas de malvavisco; en este caso, la curación incluye algunos rezos a santo Tomás, que el enfermo debe recitar dos veces al día, al salir y al ponerse el sol, frente a la cruz del altar familiar. El tratamiento se prolonga hasta que el paciente se siente definitivamente bien.
Cuando una persona embrujada no sólo no logra mejoría alguna con el tratamiento sino que, por el contrario comienza a agravarse, sus familiares lo llevan a casa de algún pariente o vecino, con el fin de despistar al nagual que lo está perjudicando. Muchas veces, los intentos por salvar a un sujeto afectado de embrujo son infructuosos y la víctima muere. Los tzeltales afirman que, momentos antes de fallecer, se escucha cantar a un pájaro llamado toytoy, enviado por el brujo responsable del maleficio.