La ceremonia que los tzeltales designan con el término yomel, cuyo carácter no es curativo, expresa bastante bien la participación de los terapeutas tradicionales en otros ámbitos, además del de las enfermedades. Como veremos, el yomel se realiza con la finalidad de propiciar el bienestar de una familia o de una comunidad (V. h´ilol). El ritual -de una complejidad técnica e ideológica que contrasta notablemente con varios de los tratamientos sintomáticos descritos anteriormente- tiene una duración de ocho días y únicamente debe iniciarse en domingo.
Con frecuencia, la ceremonia tiene lugar a solicitud de una familia, la cual previamente debe llegar a un acuerdo con el curandero acerca del modo de conseguir los implementos necesarios para su ejecución. Algunos de los objetos son propiedad del terapeuta; por ejemplo, el wentex (rosario), el pañuelo blanco y el chik´ pom, brasero pequeño en donde se quema el copal. En este ritual, el curandero requiere de la ayuda de un asistente, quien debe contar con su propio wentex y su pañuelo blanco. La familia, por su parte, debe conseguir una mesa mediana, 26 velas blancas, 26 manojitos de juncia (ramas con hojas de ocote), un litro de aguardiente, un wentex y un pañuelo para el paciente. En caso de que la ceremonia sea comunitaria, las autoridades serán las encargadas de obtener los materiales necesarios. Una vez reunidos éstos, el médico tradicional y el asistente eligen la fecha de inicio de la ceremonia. A partir de ese momento, el terapeuta se hace llamar primer kaptán, y su ayudante, segundo kaptán.
El ritual se desarrolla en varias etapas: la primera debe iniciarse en domingo y recibe el nombre de syalesel k´aal, expresión que alude al primer día de trabajo. Durante esa jornada, todos los participantes, incluyendo el curandero y su asistente, deben estar en ayunas. La ceremonia se inicia cuando el terapeuta y su ayudante, después de lavarse muy bien la boca y las manos, se colocan sus pañuelos y sus rosarios al cuello; luego instalan la mesa frente al altar y sobre ella extienden el mantel, depositan las velas blancas, los manojitos de juncia y el litro de aguardiente. Concluidos estos preparativos, todas las personas asistentes al ritual desayunan, después de lo cual el curandero retorna a su casa.
En el curso de los cuatro días subsecuentes, tanto el terapeuta y su ayudante como la familia a quien está dirigida la ceremonia, continúan ayunando, es decir, comiendo sólo después del mediodía. Al cuarto día, ambos oficiantes retornan a la casa y el primer kaptán construye una pequeña cruz de madera; mientras lo hace, el ayudante sirve una copa de aguardiente a todos los asistentes. Cuando la cruz está terminada, el curandero la coloca en la mesa, enciende el incensario y comienza a rezar; luego sopla el humo del incienso en dirección a la cruz y enseguida hacia donde se encuentran los participantes. Esta parte del yomel concluye con la entrada de un grupo de músicos especialmente citados para la ocasión, quienes tocan y bailan. Al finalizar los bailes, la familia ofrece a la concurrencia atole agrio y tamales de frijol; en este momento, se toman de la mesa dos de las velas, se encienden y el curandero vuelve a rezar. Cuando termina, se reinician la música y el baile, dando origen a una fiesta que puede prolongarse hasta muy entrada la noche.
Al día siguiente, en otro mantel limpio se envuelve la cruz nueva, 13 velas blancas y 13 manojos de juncia; se coloca en un morral la cantidad de diez mil pesos y enseguida toda la comitiva se dirige a la cabecera municipal, en donde se encuentra la iglesia; antes de entrar, se prepara el brasero para quemar incienso. Frente a la puerta del templo todos se persignan, hecho que repiten cuando han llegado al centro de la iglesia y cuando ya se encuentran frente al altar; allí, el ayudante sopla el incienso hacia el altar, hacia las esquinas del templo y hacia las personas a quienes está dirigido el ceremonial. Mientras tanto, el terapeuta extiende en el piso un mantel limpio en el que de-posita la cruz nueva, las 13 velas y los 13 manojos de juncia para bendecirlos, y luego reza en voz alta a Ch´ul me´tik (santa María) y a Ch ´ul tatik (santo Tomás). Por medio de estas oraciones, el especialista formula demandas específicas en favor de la o las personas que han contratado sus servicios. Entre los pedimentos que suelen hacerse, la preservación de la salud y la curación de las enfermedades ocupan un lugar relevante.
Cuando el terapeuta termina de orar, su asistente coloca las velas en una base y las enciende, vierte más incienso en el brasero y sopla el humo que se desprende en dirección a los santos que se encuentran en la iglesia, y después hacia los concurrentes. En ese momento, los músicos que han acompañado a la familia, tocan y bailan junto con los presentes. El curandero vuelve a rezar y, al terminar, los músicos repiten su actuación. Finalmente, el segundo kaptán sopla el humo del incienso en diferentes direcciones -hacia el altar, hacia los santos y hacia los asistentes-, gesto con el cual se da por terminada esta etapa del ritual; mientras los concurrentes desalojan la iglesia, vuelven a detenerse en los mismos sitios que al entrar y allí se persignan.
De regreso a la casa, portan la cruz ya bendecida y adornada con dos manojos de flores, y al llegar la erigen en medio del lugar en el que se han desarrollado los preparativos. El ayudante dispone el brasero, quema incienso, enciende las velas y coloca la juncia. El terapeuta reza una vez más a Ch´ul me ´tik y aCh´ul tatik, mientras el segundo kaptán sopla el humo del incienso hacia el altar, hacia los presentes y hacia todos los rincones de la casa. Cuando termina el rezo, el curandero levanta su rosario y, junto con su asistente, se despide y se marcha.
Al octavo día, que marca el final de la ceremonia, todos los participantes se reúnen a comer, en tanto la música, el baile y las libaciones de aguardiente se prolongan por algunas horas. Al finalizar el yomel, el curandero recomienda a la familia ayunar el domingo siguiente y levantar con mucho respeto la mesa y los elementos que fueron empleados en el ritual; se debe evitar que los niños toquen los objetos, ya que, de lo contrario, el ceremonial podría perder toda su eficacia.