Como en muchos pueblos indígenas de México, en el municipio de Santa María Ixcatlán prevalece la idea de que la caída de la mollera es resultado de un proceso traumático y no de la deshidratación que suele acompañar a ciertas enfermedades, particularmente a las gastrointestinales. Esta afección, designada popularmente como sda-mi quindeé, es atendida sobre todo por parteras, parteras-hierberas y curanderos, y constituye una de las primeras causas de demanda de atención de la población infantil. Más aún, es un padecimiento que pueden contraer tanto los niños como los adultos; en estos últimos, no es observable la depresión de la fontanela anterior, sino un malestar en "la vena" ubicada en la parte superior de la cabeza. Los recién nacidos y los lactantes sufren con más frecuencia la enfermedad "porque tienen más tierna la mollera".
Como su nombre lo indica, en este padecimiento la fontanela anterior del niño se sume, fenómeno que generalmente ocurre cuando sufre algún golpe o es movido bruscamente. Así, las terapeutas afirman que "muchas veces sus hermanitos cargan al niño, lo zangolotean y eso hace que se le caiga la mollera"; lo mismo ocurre cuando el pequeño duerme con su madre y ésta, involuntariamente, "estira su mano y apachurra su cabecita". Otra causa mencionada por las parteras es el descuido, por parte de la madre, de no secar cuidadosamente la cabeza del niño después del baño, lo que hace que la humedad y el frío le suman la mollera. Aunque ocurre predominantemente en la infancia, la caída de mollera también puede presentarse en los adultos, como resultado de algún fuerte golpe en la cabeza, particularmente en la región de la fontanela, "en donde se abre la vena".
El principal síntoma de la afección es la dificultad que presenta el niño para mamar; según las parteras, al enfermo se le "esponja el paladar, parece como que se ahoga, y entonces se enoja y llora"; los conductos nasales también se encuentran obstruidos a causa de la presión del paladar hinchado, situación que le provoca grandes molestias al momento de alimentarse. En el adulto, la caída de la mollera se manifiesta por un dolor intenso en la región de la fontanela, acompañado de un cambio en el habla del sujeto, "quien comienza a hablar como gangoso".
En el recién nacido, las terapeutas reconocen la existencia del padecimiento por las dificultades para mamar y porque el resuello se percibe como un ronquido. La presencia de la enfermedad es confirmada luego de una revisión del paladar -especialmente de la región posterior-, el cual se ve hinchado, y de una observación de la fontanela, la cual se presenta "hoyudita", es decir, deprimida. En el caso del adulto, el diagnóstico se establece por la información que él mismo refiere y por el sonido gutural que emite al hablar.
El tratamiento destinado a curar la caída de mollera consiste en "mantear el paladar", procedimiento que la partera aplica de la siguiente manera: toma al niño en sus brazos de modo que su cabecita cuelgue y, con un dedo cubierto por un trozo de nylon impregnado en aceite de almendra o de cocina, masajea la zona de la campanilla con el propósito de elevar el paladar. Enseguida, procede a jalar la piel de la frente hacia la región de la fontanela, para así levantar la mollera. Después revisa el paladar, y si advierte que la campanilla aún está muy hinchada, vuelve a "mantear el paladar". Una vez emparejada la mollera, hecho que se refleja en la desaparición de la depresión, aplica un tercer procedimiento que consiste en chupar la fontanela para que ésta quede bien levantada. Otras terapeutas, antes de realizar la operación, toman un trago de agua y lo mantienen en la boca mientras "chupan la mollera", esto es, van humedeciendo y succionando la zona comprendida entre la frente y la propia fontanela. La curación se debe hacer una vez al día, durante dos o tres días (V. chupar la mollera).
El tratamiento para curar a un adulto que sufre de caída de mollera persigue idénticos propósitos a los de la cura de los infantes. Para ello, la terapeuta pide al enfermo que se acueste sobre la cama y que deje colgando la cabeza; enseguida le "mantea el paladar" en la forma antes descrita, y luego le coloca un parche de "biadona" (belladona) en el área de la fontanela para desinflamarla y "cerrar la vena".
Las terapeutas ixcatecas consideran que, si no se atiende, la caída de la mollera puede derivar en graves complicaciones e, incluso, en la muerte del enfermo a causa de la hinchazón del paladar. Si el paciente no recibe oportunamente el tratamiento, "la mollera se le enfría y la nariz le chilla más"; el adulto continúa hablando como gangoso y los dolores de cabeza se intensifican. En ambos casos, la curación se dificulta.
Como medidas de prevención, las terapeutas recomiendan a las madres cuidar que los niños no reciban golpes ni zangoloteos; de igual manera, aconsejan llevarlos inmediatamente con la partera, en cuanto muestren los primeros signos de la enfermedad. Se estima que la población infantil cuya edad oscila entre los cero y los tres años, es la más afectada por el padecimiento; los casos de adultos son menos habituales.