Embarazo, parto(kuji-anche) y puerperio
Entre los ixcatecos, al igual que en la mayor parte de los grupos indígenas de México, la atención al embarazo, el parto y el puerperio constituye una de las causas de demanda de atención más frecuentes de la medicina tradicional. El primer contacto entre la embarazada y la partera se produce cuando aquella concurre a solicitar no sólo la confirmación del embarazo y de las condiciones del desarrollo del feto, sino también la predicción del sexo del niño. Durante los dos primeros meses la terapeuta reconoce que una mujer está embarazada por el brillo peculiar de sus ojos y por las náuseas que le producen los alimentos. Asimismo, en el periodo de gestación es bastante frecuente que aparezcan manchas en el rostro (paño) de las mujeres, cuyo color es un signo que permite a la especialista deducir el sexo del feto: si las manchas son de coloración blanca, la criatura será seguramente un varón.
Entre los ixcatecos, el sexto y séptimo mes de gestación son considerados como la etapa más riesgosa del embarazo, en razón de que el niño se mueve y puede quedar "atravesado", situación que la mujer advierte por el dolor que siente en el vientre. El término "atravesado" indica cualquier posición intrauterina, con excepción de la normal. En la consulta, la partera revisa a la paciente para conocer la posición del feto, para lo cual ejecuta un procedimiento destinado a localizar la cabecita del niño; si ésta no se encuentra en la posición correcta, se estima que el niño está "atravesado".
Para corregir la posición del feto, la partera procede a ejecutar una maniobra llamada "campanear", que otros grupos indígenas denominan "sobar y mantear". La terapia se inicia con un masaje en el vientre de la embarazada con Aceite Bálsamo -preparado que toda mujer ixcateca que espera un hijo tiene en su casa-.
El masaje tiene la finalidad de calentar y relajar los músculos de la región para que el niño pueda ser movido con mayor facilidad. Después, la terapeuta coloca su propio rebozo a la altura de los glúteos de la enferma, lo levanta y procede a "campanear" a la mujer, es decir, a moverla en forma de péndulo o campana para lograr que el niño adopte la posición correcta (V. manteada). Las parteras recomiendan constatar nuevamente la posición del feto al octavo mes de embarazo.
El parto, designado popularmente con el término kuji-anche, puede ser de dos tipos: "parto normal" y "parto difícil". El primero es aquel que se presenta sin complicaciones, y generalmente es el de la mujer que ha tenido la precaución de "campanearse" periódicamente. En el parto difícil, el niño viene "atravesado, sentadito, muy pegado a la matriz o, simplemente, muerto", situación que coloca en serios problemas tanto a la parturienta como a la terapeuta. Las parteras comentan que en estos casos ellas atienden a la paciente "sin ningún compromiso", ya que el resultado es verdaderamente incierto.
El parto difícil es atribuido muchas veces a la frialdad que la paciente ha adquirido durante su embarazo "por bañarse muy seguido", lo cual produce un desequilibrio en su cuerpo que hace que el niño "se pegue mucho en la matriz"; de esta manera, el nacimiento se retrasa debido a que el niño "no se despega pronto". Otra de las causas de un parto con complicaciones deriva de la indolencia de la mujer que ha descuidado su embarazo y no se ha hecho revisar con la frecuencia aconsejada por las parteras.
Muchas veces, frente a la posibilidad de tener que afrontar un parto difícil, es el esposo quien decide si su mujer será atendida por la partera o por el médico de la clínica. Si opta por lo primero, la especialista somete a la paciente, con el objeto de averiguar cuántos días faltan para el nacimiento, a un procedimiento que consiste en palpar cuidadosamente desde la zona media de la frente hasta la región de la fontanela anterior. Según las parteras ixcatecas, cuando el parto está próximo es posible percibir una cierta abertura en esa área; si, por el contrario, dicha abertura no es detectada, y la parturienta estima cercana la fecha del parto, la terapeuta considera que aún le faltan aproximadamente unos 20 días, por lo que le recomienda que esté pendiente. Otro método que permite establecer con certeza el momento del parto, consiste en medir la altura a la que se encuentra el niño dentro del vientre de la madre. La terapeuta ejecuta esta operación midiendo con las manos desde las ingles hasta la boca del estómago, pasando por el vientre. Si al palpar percibe que el producto "aún no ha sentado, no ha caído hacia abajo y el vientre se siente duro", le informa a la embaraza que todavía le faltan varios días; en cambio, cuando a la paciente le restan "sólo tres o cuatro días para aliviarse, se siente que el bebé va cayendo, acomodándose, quedando como un callejoncito entre la parte superior del vientre y el estómago"; el niño "se siente suelto, que ya está flojo, ya no se siente agarrado", afirman las parteras.
Cuando al noveno mes de embarazo la mujer advierte las primeras contracciones, se da aviso a la partera quien, antes de salir de su casa, reza algunas oraciones a san Antonio frente al altar familiar. La parturienta, "que se llena de sudor y su cuerpo ya está caliente", informa a la terapeuta acerca de la frecuencia de los dolores; por su parte, ésta vuelve a revisar el vientre de la enferma para corroborar que el niño esté colocado en posición cefálica. Si no detecta complicación alguna, el esposo coloca un petate y unos trapos limpios en el suelo, y allí la mujer se hinca, sentándose sobre los talones y abriendo las piernas de modo que baje la altura del cuerpo, para que el niño no se azote al momento de nacer; así sentada, se apoya en otra persona, generalmente el marido. La posición "sentada" que adopta la mujer ixcateca durante el parto es la acostumbrada tradicionalmente, aunque las nuevas generaciones prefieren ser atendidas acostadas en la cama o en el petate, posición recomendada por los médicos de la clínica.
Una vez que el niño ha nacido, la partera "ahorca" el cordón umbilical con un pabilo y lo corta; después, hace un segundo amarre para detener el sangrado. Enseguida, manda a la mujer a recostarse para que recupere fuerzas mientras ella baña al recién nacido con agua tibia y jabón, cuidando de lavar bien el ombligo; luego pone a freir sebo de chivo hasta que quede líquido y, valiéndose de una telita limpia, lo unta caliente en el ombligo, que cubre con otro trapito con el propósito de lograr que a los tres días se seque y caiga. Por último, faja al niño con un "fiador" (venda de manta) para que al llorar "no se le bote el ombligo".
Cuando la partera corta el cordón umbilical, "ahorca (amarra) también con un pabilo la tripa que queda colgando de la placenta" para estimular su expulsión. Si con esto no logra que baje, mantea a la puérpera para que se despegue "la casa del niño", o bien le indica que se introduzca dos dedos o parte de sus cabellos en la boca para que, al sentir náuseas, haga fuerzas y pueda así arrojar la placenta (V. manteada). Producido el alumbramiento, la partera hace un colchoncito de tela para "recoger" suavemente el vientre de la paciente y acomodarlo, pues considera que éste ha quedado hueco después del parto; finalmente, faja a la paciente con una venda o con un rebozo para evitar la caída de matriz.
Las terapeutas ixcatecas recomiendan a las puérperas tomar inmediatamente después del parto una taza de té preparado con tres varitas de salva real en medio litro de agua, y otra taza diaria durante tres mañanas. Este preparado ayuda a restablecer sus fuerzas. Si la mujer tiene el vientre muy inflamado, se le aplica Aceite Bálsamo tibio o se le administra, con el propósito de que se limpie bien por dentro, un té de hinojo y hierbas del ángel, a razón de una taza durante tres días.
Muchas veces, los malestares ocasionados por el parto no disminuyen y la mujer comienza a tener sangrados y ardores; en estos casos, la terapeuta asa bien en el rescoldo una penca de maguey de papalome, le extrae el jugo, le agrega un poco de sal y se lo da a tomar a la paciente para que su vientre quede limpio y cedan las molestias.
Las parteras comentan que durante el parto suelen presentarse dificultades no previstas, como cuando "aparece primero una manita o un piecito". En todos estos casos que provocan dificultades, las causas son siempre las mismas: la frialdad y la falta de "campaneo" de la paciente. La terapeuta comienza a sospechar que se encuentra ante un parto difícil cuando la mujer se queja mucho y "no puede aliviarse"; hace entonces una segunda revisión, después de la cual puede decidir no atenderla y, en tal caso, enviarla a la clínica más cercana. Sin embargo, cuando "se le puede hacer la lucha", la terapeuta se encomienda a san Antonio -"patrón de los enfermos"- y procede a dar masajes en el vientre a la parturienta y a mantearla. Para ejecutar el primer procedimiento, unta Aceite Bálsamo en sus manos y enseguida le soba el vientre, siempre en dirección de abajo hacia arriba para que el pie o la mano del niño regrese al interior del útero, y después mantea a la enferma para que el producto se coloque en posición cefálica. En ocasiones, suele suceder que al mantear a la parturienta ésta "se prive", se desmaye a consecuencia del desgaste físico que sufre; para reanimarla se le da a oler cebolla mojada con alcohol y, cuando recobra el sentido, se le mete en la boca la punta de su trenza para que de nuevo haga fuerzas y pueda dar a luz al niño.
El parto difícil se puede prevenir si durante la gestación la paciente evita contraer frialdad y acude periódicamente con la terapeuta para que la sobe, terapia que toda mujer ixcateca considera indispensable para lograr un embarazo y un parto sin complicaciones. Las parteras también recomiendan cuidar la calidad de la alimentación, especialmente durante esta etapa de la vida reproductiva.
Al terminar de atender el parto, la terapeuta indica a la puérpera que evite tener relaciones sexuales durante cuarenta días, ya que, de lo contrario, puede enfermar de macachani, una afección propia del posparto (V: cachán).
Asimismo, se le recomienda alimentarse con tortillas, un poco de café o té de canela y descansar para que, después de dos o tres días de haber dado a luz, pueda bañarse en el temazcal.
El temazcal es un baño de vapor, de origen prehispánico, utilizado por varios grupos indígenas con propósitos higiénicos, rituales y terapéuticos. Esta hidroterapia permite eliminar del cuerpo del enfermo muchas sustancias nocivas acumuladas durante determinados estados, entre ellos el embarazo y el parto; además, estimula la circulación sanguínea y proporciona a la mujer el calor corporal perdido durante el parto.
El baño de temazcal debe efectuarse sólo dos días después del parto, pues hay que "dejar que se corrija la sangre" de la paciente; de lo contrario, "la mujer se chamusca y la sangre se recoge" (coagula) y se queda dentro del vientre; estos dos días son necesarios para permitir que el té de hinojo, administrado después del parto, haga su efecto y limpie bien la matriz.
La hidroterapia se puede aplicar en dos tipos de temazcal: uno que los ixcatecos llaman "de construcción antigua", y otro denominado "torito". El primero forma parte de una cueva que los ixcatecos cavan verticalmente para utilizar como recinto de trabajo, en donde elaboran sombreros y tenates (cestos cilíndricos) de palma aprovechando la frescura del ambiente, la cual facilita su labor. La cueva, de pequeñas dimensiones -aproximadamente tres m²-, se construye junto al dormitorio o en medio del solar de la casa, y su techo se labra en forma de bóveda aprovechando la capa caliza del suelo ixcateco. En la pared opuesta a la entrada de la cueva, se cava un ambiente más pequeño, el temazcal, el cual se separa de la cueva de trabajo mediante un muro; este último recinto se convierte en lugar de reposo una vez terminado el baño. Un temazcal construido de este modo se protege de las lluvias y de la erosión mediante un tejado de palos y palmas.
El baño conocido como torito es un recinto provisional que se construye dentro o fuera del dormitorio, con varas colocadas en forma de arco y cubiertas con petates. En alguno de los ángulos interiores se cava un hoyo para calentar las piedras y producir el vapor, en tanto que la entrada se tapa con cobijas para que el vapor no escape. Los informantes entrevistados manifiestan que, a diferencia del temazcal de construcción antigua, el torito es utilizado principalmente para tratar afecciones musculoesqueléticas, por ser su efecto más intenso.
El baño, ya sea el temazcal o el torito, es preparado por el esposo de la puérpera; éste pone a calentar las piedras que serán usadas para producir el vapor y, separadamente, pone a hervir en una cubeta un ramo de plantas compuesto por salva real, hierba del ángel, chipito, sannicolás y unos cogollos de hojas de piña y de laurel. Antes de que la puérpera y la partera entren al recinto, se deja salir el humo y las cenizas por un orificio ubicado en el techo de la construcción. Ya dentro del temazcal, la paciente se acuesta sobre un petate mientras la terapeuta echa agua a las piedras para generar el vapor; enseguida, con un ramo de hojas de hierba del ángel o de espino delgado, "llama el vapor" caliente, esto es, lo atrae desde lo alto hacia la enferma. El tiempo que la puérpera permanece dentro del baño depende de su condición física; si ésta es satisfactoria, la partera "llama" una cantidad mayor de vapor, a la vez que "varea", es decir, golpea suavemente el cuerpo de la mujer con el ramo, evitando azotarlo. La partera señala que todo cambio de posición de la mujer dentro del baño debe hacerse con cuidado, lentamente, conforme "va queriendo su cuerpo", para evitar lastimarse.
En el transcurso del baño, la terapeuta "cierra la cabeza" de la paciente, que ha quedado abierta después del parto, pues considera que esta situación puede propiciar la entrada de frío al cuerpo de la enferma. Con ambas manos colocadas a los lados de la cabeza y empujando siempre hacia la región de la fontanela anterior, la partera presiona varias veces. Cuando la paciente pide que la saquen del temazcal, se arrastra el petate sobre el que reposa -para evitar que se levante- hasta la cueva de trabajo, en donde permanece tapada con una sábana hasta que "se enfría el sudor", después de lo cual la vuelven a meter al temazcal; esta operación se repite dos veces más. Las parteras recomiendan tomar de cinco a ocho baños durante el periodo del puerperio para que "sanen los poros" (V. baño de temazcal).
Las parteras ixcatecas señalan que hoy en día el número de mujeres que acostumbran el baño de temazcal durante el posparto es menor que en el pasado, debido a que se atienden en las clínicas y el médico alópata considera que la hidroterapia no es necesaria; por lo demás, el servicio institucional les administra inyecciones o pastillas para eliminar los malestares y sólo les prescribe baños con agua caliente y jabón.
La cuarentena concluye con una última sesión de hidroterapia, al término de la cual la mujer puede reincorporarse a las tareas productivas, que generalmente consisten en la elaboración de productos de palma. Para ello, se acostumbra enterrar dentro de la cueva de trabajo dos horcones en los cuales se cuelga la hamaca del bebé; de esa manera, la madre puede atenderlo sin interrumpir su labor. AI respecto, es importante señalar que esta actividad es predominante en las familias ixcatecas, ya que el ingreso percibido por la mujer permite comprar el sustento diario del núcleo familiar; el quehacer del esposo se reduce a salir con su burro y cortar la palma.