La "maldad" es una causa de demanda de atención de la población de las áreas popolocas, que se presenta con una alta frecuencia entre sus habitantes (V. brujería). El herbolario es el terapeuta tradicional indicado para tratar este síndrome de filiación cultural, el cual puede afectar tanto a las personas, como a la vivienda en donde éstas moran; en este segundo caso, todos los que allí habitan sufren el daño que deriva de la maldad. La maldad es un daño provocado deliberadamente por un tercero, por envidia, rencores, divergencias con la víctima, o simplemente "por maldad". La forma de suscitar el daño, consiste en hacer ingresar al cuerpo del enfermo "un espíritu". Cuando es la casa la que contrae la "maldad", entonces el elemento pernicioso, nuevamente un espíritu, hace de ella su morada, y "espanta" a sus ocupantes; la convivencia con esta entidad es a tal punto peligrosa, que puede causar la muerte no sólo de los residentes, sino también del ganado y las aves que posee el afectado.
El diagnóstico, practicado siempre sobre las personas, quienes en definitiva son las que sufren los efectos de la maldad, se establece mediante una limpia con huevo. Al término del procedimiento, éste se rompe, vaciando su contenido en un vaso de agua. El terapeuta observa en la yema las señales que le permiten detectar la maldad; según sus palabras, "allí aparecen culebras, víboras, perros, espinas o gorgojos".
El tipo de tratamiento empleado para lograr destruir la maldad, depende de quién haya sido la principal víctima del daño: si el hombre o su vivienda. En el primer caso, el herbolario practica una limpia al enfermo, utilizando un huevo de gallina de rancho, y un ramo de ruda y pirul: el paciente, colocado hacia "donde sale el sol", sopla tres veces el ramo y el huevo; enseguida, el terapeuta inicia la barrida, primero con el ramo y después con el huevo, comenzando por la cabeza y la cara, y continuando por todo el cuerpo. Concluido el procedimiento, los elementos de la limpia son entregados al paciente, quien debe tirarlos hacia atrás, sin mirar, lejos del lugar donde se encuentra, para alejar la maldad que lo estaba afectando (V. contagio). La curación se realiza de preferencia los días martes y viernes.
Si un mal espíritu se encuentra alojado en la casa, el procedimiento destinado a alejarlo se llama "estacar la casa". Se trata de una ceremonia durante la cual, mientras reza un misterio, el terapeuta excava, en la periferia y en el centro de la casa, siete hoyos de 60 cm de profundidad cada uno, y entierra en ellos una estaca, una piedra de río negra y boluda, una veladora y un ramo de flores de distintos colores. El ritual comienza a las siete de la noche y termina a la una de la mañana del día siguiente.
Una ceremonia similar se recomienda también con fines preventivos: el hierbatero primero reza un padrenuestro, Dios te salve y un señor mío Jesucristo, y luego bendice los objetos siguientes, destinados a ser enterrados en los hoyos: una "cera" (vela de cera) de siete colores, una estaca de tlaxistle, estoraque y mezquite o palo dulce. Antes de abandonar la casa, prepara una cadena con listones de seda, con la cual amarra las reliquias del altar, las rocía con agua de san Ignacio, y las deposita en el lugar sagrado junto con una piedra azul. Los informantes afirman que "de no atenderse, el mal espíritu sigue espantando a los de la casa, quienes, si no aguantan, tienen que abandonarla".