Causa de demanda de atención que se manifiesta con cierta frecuencia entre la población de las comunidades tarahumaras, si bien los sujetos no son muy afectos a hablar de ella, probablemente en virtud de las formas mediante las cuales puede contraerse. Los terapeutas que consignaron la información, afirman que puede llegar a ser una enfermedad mortal en sujetos que no son tratados a tiempo. Aun si el nombre de la enfermedad parece hacer referencia sólo a potenciales pacientes de sexo femenino, las "infecciones vaginales" afectan también a los hombres y, en algunos casos, a los niños, aunque éstos pueden contraerla "sólo por contagio". Los curanderos son generalmente los médicos tradicionales que se ocupan de atender este tipo de padecimiento.
Las causas de las infecciones vaginales son de dos tipos: unas, relacionadas con el descuido en la higiene personal, debido al cual ciertos deshechos del cuerpo entran nuevamente en él; otras, inherentes a las relaciones sexuales con personas que sufren alguna enfermedad venérea. Como señala un terapeuta, el origen del padecimiento reside en el hecho de que "las personas se orinan y no se lavan los calzones; porque no se asean las partes húmedas del cuerpo y todo se les vuelve a meter; porque hacen popó y queda una parte del excremento en el calzón; porque usan ropa oscura que se despinta y luego eso se mete para adentro; porque, para bañarse, usan piedras ya usadas por otros. Pero las infecciones más fuertes son las que se pegan a través de las relaciones sexuales".
El signo más característico del padecimiento es la presencia de un "hongo o de un grano con pus" en el interior de la vagina, o sobre el glande del enfermo, el cual, además, "trae rojiza la entrepierna" y presenta "comezón o ardor al orinar; (el sexo) lo tiene inflamado y mancha el calzón de color café oscuro y un poco apestoso".
Un interrogatorio tendiente a verificar si el paciente "tuvo relaciones sexuales, no se bañó o si se limpió con una piedra sucia", es la manera en que el terapeuta empieza el diagnóstico, que comúnmente incluye una revisión, especialmente de aquellas zonas afectadas por la enfermedad.
Los tratamientos empleados se diferencian según el grado de avance de la enfermedad. En caso de infecciones leves, los terapeutas recomiendan lavar, varias veces al día, las regiones afectadas con jabón palmolive, y aplicar por tres días seguidos mediante un bitoque -cánula de lavativa o jeringa-, lavados vaginales hechos "con malva cocida en un litro de agua", a la que se agrega una cucharada de vinagre. "El cocido de malva se puede tomar como antibiótico; también se puede usar la malva junto con el árnica y una cucharada de vinagre; se cuecen juntos o separados, y se reparte la bebida de un litro para todo el día". Cuando, por el contrario, la infección es muy extendida y fuerte, los terapeutas aconsejan insistir en los lavados vaginales pero, en este caso, hechos con una mezcla de dos cucharadas de vinagre en 1/4 litro de agua; además, el enfermo debe tomar esa misma preparación como agua de uso. El tratamiento incluye la aplicación de un "emplasto de barro con un trapo en la parte mala, para que absorba el hongo o pus del grano" (V. purgación y calabacilla).
Si el enfermo no inicia oportunamente el tratamiento, "el grano puede podrirse y perder así la mujer la matriz, porque esto camina y se mete más al cuerpo; allí produce cáncer y la persona muere, nada más por no decir que estaba enferma de sus partes", es decir, de sus órganos sexuales externos.
Los consejos que los terapeutas brindan para evitar enfermar de infecciones vaginales, guardan relación principalmente con las medidas de higiene personal, así como con los cuidados que se deben tener con las personas con quienes se acostumbra mantener relaciones sexuales. Recomiendan "vivir limpios y no meterse con personas sucias o contaminadas; lavar la ropa y tenderla al sol para que se purifique; hervir la ropa en la lumbre y usar calzón de manta porque es más higiénico, ya que el de nailon conserva el calor y no se quita".