Majacama, majaga, majagatne, majahut, majare majawua, majaripa, majarm, majawi, mojagame, shurachi o wu majajari. Susto
El susto es uno de los síndromes de filiación cultural más frecuentes de la medicina tradicional de los diferentes grupos indígenas de México. Entre los tarahumaras, representa no sólo una causa importante de demanda de atención de sus médicos tradicionales, sino que además constituye una seria causa de muerte entre su población. Prácticamente todos los terapeutas de este grupo atienden el susto: partera-sobadora, curandero de niños, curandero-sobador, curandero, médica-hierbera, doctor-espiritista, espiritista, curandera-hierbera, médico tarahumara-partera, doctor, hierbero-soñador y hierbera-levanta mollera. Los nombres que recibe popularmente la enfermedad son los siguientes: mojagame, majagame maja cama, majaga, majarm, majahuí, shurachi, majaripa, majawi, majare majawua y wu majajari.
El término susto designa tanto la enfermedad como la causa que la origina: un susto, o espanto, como también se le conoce.
La medicina tradicional tarahumara reconoce dos formas de susto, ambas provocadas por un hecho sorpresivo accidental, es decir, por un susto. La primera de ellas, se produce como consecuencia de algún evento de origen natural; en cambio, las causas que dan origen a la segunda forma del padecimiento se relacionan más bien con acontecimientos de orden sobrenatural. No todas las personas corren el mismo riesgo de ser afectadas por un suceso imprevisto. Los informantes manifiestan que son más susceptibles de contraer la enfermedad "las personas muy nerviosas, que se asustan con facilidad". Un segundo grupo de riesgo lo conforman los niños, por el hecho de que son "débiles, y que su corazón no está completo", concepto que guarda relación con la fuerza del espíritu, fuerza que se acrecienta a medida que un sujeto crece y se hace adulto.
La primera forma de susto se produce por causas naturales capaces de provocar una fuerte impresión. A este tipo de causas pertenecen acontecimientos tales como "oír algo que no se esperaba, como un grito, o sufrir una sorpresa o una caída". El susto puede ser adquirido durante el sueño, ya que "se sugestiona la persona cuando sueña algo feo"; esta forma de contraer la enfermedad aparece mencionada con frecuencia por los terapeutas tarahumaras. Encontrarse frente a una situación amenazante, como cuando se tiene la impresión de que algo va a pasar, observar una pelea, o recibir alguna ofensa, son otras de las causas que generan la afección. Los niños pueden, además, ser afectados por otro tipo de sucesos naturales, tales como "los truenos del cielo y el viento". Las manifestaciones de orden meteorológico aparecen mencionadas continuamente, probablemente a causa de la frecuencia con que se verifican en la vida cotidiana de las regiones campesinas.
La segunda forma de susto es producida por cierto tipo de causas de orden sobrenatural, que provocan la pérdida del alma del sujeto afectado. En la mayoría de los casos, la entidad anímica es "robada" por el diablo o por algún animal, tal como los informantes lo indican: "se asustan porque se caen en el agua o cuando se están bañando, y el espíritu se lo lleva un animal, o gente, o el diablo". La enfermedad se produce porque el suceso traumático hace "salir el alma fuera de su cuerpo"; entonces "algún animal o el diablo se lleva el espíritu y lo tiene encerrado en una casa donde tiene cosas bonitas". La presencia del agua es fundamental en la etiología del susto desde tiempos ancestrales, y parece que continúa siéndolo, sobre todo en este tipo de susto, en donde se indica que especialmente "a los niños les roban el espíritu y se lo llevan (el diablo o un animal) cuando se están bañando", o "se asustan cuando están muy chiquitos y los llevan al arroyo, y el espíritu se queda en los charcos hondos". La etiología de esta forma del padecimiento comprende además un segundo fenómeno: la entrada de un aire al cuerpo del sujeto. Este último concepto aparece manifestado claramente en las terapias destinadas a tratar esta afección.
Los dos tipos de susto tienen una serie de síntomas comunes. Según los informantes, al sujeto "se le bota el corazón", es decir, le trabaja más aprisa, hecho que se refleja en un aumento del pulso; "le da mucha calentura con basca y tiene diarrea"; las deposiciones semejan "leche cuajada"; comienza a dormir con "los ojos abiertos, se estremece, se despierta muy seguido y brinca"; pierde por completo el apetito y empieza a debilitarse; continuamente "tiene los ojos caídos, sin brillo, y la vista desparramada", "siempre mira hacia abajo, llora y no dice nada", "se ve que tiene mucho miedo".
El primer tipo de susto tiene una característica singular: al enfermo "se le encoge el estómago", el cual adquiere forma de "bola", elemento útil para el diagnóstico, ya que permite diferenciar las dos formas del padecimiento; también se le "encogen las manos".
La observación del aspecto del enfermo, principalmente de sus ojos, da al terapeuta los primeros elementos para el diagnóstico, el cual se complementa mediante un interrogatorio, donde se intenta averiguar las posibles causas del padecimiento. Enseguida, el paciente es sometido a diferentes prácticas: "lo toca al lado del corazón, para sentir su latido y, si es posible, lo observa cuando está dormido", para verificar su comportamiento durante el sueño. La maniobra destinada a detectar la presencia de una "bola" en el estómago, constituye el procedimiento decisivo para determinar la primera forma de susto. Muchas veces, al tocar esta bola se "siente su latido", advierten los informantes, detalle que permite al terapeuta afirmar con certeza que se trata del primer tipo de la enfermedad.
Cuando existen sospechas de que al enfermo le han robado el alma, el terapeuta confirma el diagnóstico mediante el sueño durante el cual "comprueba la maldad que tiene el paciente", es decir, "sueña la enfermedad".
Los tratamientos recopilados para tratar el padecimiento son variados y complejos, y se diferencian según la forma de susto. Todas las terapias para el primer tipo de susto tienen el propósito de eliminar la dureza que se ha formado en el estómago, para lo cual se emplean las sobadas, principalmente en esa región del abdomen, aunque algunos terapeutas soban también "las corvas" y el resto del cuerpo; se ejecutan, por lo general, una vez al día durante tres días. En opinión de los informantes, las sobadas se hacen "para calentar la tripa y así bajarla". En uno de los procedimientos consignados, se emplean aceite de comer y "tomas" preparadas con ocotillo (llamado también palo amarillo) molido y raíz de hierba mansa, remojados en agua bendita. En otro, se soba con una mezcla de "lana de borrego prieto y plumas de gallina quemadas", y chuchupate seco. Si el enfermo presenta pulsaciones muy frecuentes, se le prescribe un té hecho de cedro y flor de magnolia. Muchos tratamientos se acompañan con la administración de un preparado de plantas medicinales, el cual a veces incluye algún otro elemento; fueron consignados los siguientes: flor de azahar, hojas de naranja o de magnolias y ajo; azahar, palma bendita, ajo y un trapo colorado; té de chuchupate; raíz machacada de tepozán, remojada en agua; este último preparado provoca somnolencia y hace dormir al paciente. A veces la terapia comprende la colocación diaria de un diente de ajo como supositorio, por espacio de tres días (V. bajichul´i, shinonowa).
Cuando el susto ha provocado la pérdida del alma del enfermo, entonces se deben poner en práctica diferentes procedimientos, varios de ellos con la finalidad de recuperar la entidad anímica robada -"su sangre", como dicen algunos informantes- y restablecer la salud del sujeto. Las prácticas destinadas a recuperar el alma, están conformadas por ceremonias mágico-religiosas basadas en los principios de la eficacia simbólica. Así, en varios tratamientos, el terapeuta "ya por la noche, sueña quién fue el que se llevó el espíritu; platica con el jefe y le dice que va por el espíritu que se trajo, que abra la puerta de la casa blanca y muy bonita, y que le entregue el espíritu del enfermo; se lo lleva y con eso se alivia". Estas terapias incluyen la ingestión de un preparado que se hace con un trozo pequeño de cola de ardilla colorada, quemada y mezclada con un vaso de agua; "los asientos de carbón que quedan en el vaso" se le untan en el estómago, durante tres días; de la misma manera, se unta en todo el cuerpo del paciente raspadura de palo hediondo. En ciertas regiones, los médicos tradicionales ejecutan otro tipo de ritual: "durante varios días, la terapeuta pasa, por sobre la cabeza el enfermo, cereque o sotol, mientras reza un padrenuestro para que regrese el alma"; además, unta el pecho del paciente con manteca amalgamada con raspadura de ocotillo. Cuando los niños se enferman porque "su espíritu se quedó en los charcos" del arroyo, la cura se hace en el mismo lugar donde ocurrió el hecho; después, por espacio de tres días, se le da a tomar ralladura de corteza de palo amarillo mezclada con agua, en dosis de tres cucharadas a los niños y cuatro a las niñas.
El tratamiento siguiente refleja la concepción según la cual la enfermedad se produce, además, por el ingreso de un aire al cuerpo del enfermo: "el terapeuta reza para ayudar a traer el espíritu; ya por la noche sueña y va por el espíritu del enfermo, y pelea ya sea con el diablo o con algún animal malo. Después, raspa palo hediondo con una espátula de madera, hace una mezcla con agua y lo soba, mientras reza para que el espíritu malo se salga del cuerpo; le da a beber agua y empieza a vomitar y el espíritu se empieza a salir" (V. mal aire). Finalmente, lleva al enfermo junto a un árbol de tescalama y con la leche de la corteza le traza una cruz en la boca.
Como se ha mencionado anteriormente, los médicos tradicionales consideran que el susto representa una importante causa de mortalidad para los habitantes de las poblaciones tarahumaras. Es posible hacer una distinción de los signos que presenta el enfermo de susto en un estado avanzado de gravedad, según las causas que lo provocaron, aunque cualquiera que haya sido el origen del padecimiento, "si no se cura, el enfermo se muere". Cuando ha sido causado por factores de orden natural, la persona "se va secando por la basca y la diarrea, hasta que se muere", ya que "no se le queda nada en el estómago, ni alimento ni bebida"; "le dan ataques y se puede desmayar, suda mucho y en uno de esos ataques se queda". Un aumento de la frecuencia del vómito y del número de las evacuaciones, son otros de los indicios que permiten constatar un agravamiento de su estado.
Cuando, por el contrario, el susto es ocasionado por fenómenos de carácter sobrenatural, los signos que indican que las condiciones del enfermo empeoran se vinculan a una tristeza continua del paciente, siempre más marcada; el enfermo "está sin ánimo de comer, de jugar, tiene las uñas rayadas y se pone de color amarillo". A causa del intenso miedo que sufre "puede volverse loco si es que cree que lo van a matar, o que le sucederá lo que soñó". Un curandero de la localidad de Urique señala con bastante exactitud las características que presenta un paciente cuando un susto de este tipo lo ha llevado a un estado crítico: "el susto no atendido provoca que en poco tiempo la persona se debilite a causa de no comer, se encuentra muy distraído y cualquier ruido le provoca miedo, se siente perseguido y siente que cosas le suben por el cuerpo; tiene los ojos adormilados, está triste y como si estuviera ido, los ojos se le hacen chiquitos y tiene dolores en los hombros, repite muchos gases y de ahí le vienen palpitaciones que llegan a la boca del estómago, y después de un mes y medio puede morir". El susto no siempre se puede curar. Si bien algunos informantes opinan que "si el susto es fuerte y no se puede curar, es necesario que lo vea otro curandero más poderoso, como un espiritista, para que le saque el mal del cuerpo", otros afirman que "cuando la persona está muy enferma y el owirúame no lo puede curar, no hay ninguna ciencia que lo vaya a aliviar y nomás se muere, porque el espíritu malo se adueña de su cuerpo".
Siendo el susto una enfermedad tan peligrosa, es comprensible la preocupación acerca de las formas para lograr prevenirla. Esto también se refleja en las numerosas prácticas destinadas a este fin, consignadas por los informantes. No obstante la opinión de algunos terapeutas que consideran que el susto no se puede prevenir, la mayoría piensa lo contrario y recurre a diferentes métodos, tales como la ingestión de bebidas, entre las que encontramos: "pelo de león, pero tiene que ser de la panza, cerca de la vejiga", o bien "polvo o raspadura de cáscara de tortuga". Si se trata de población infantil, recomiendan, "cuando el niño se asusta, darle azúcar con agua para que no se enferme; pero debe dársele luego luego". Cargar un amuleto es otra de las formas comunes de prevenir el susto. Para estos fines los informantes recomiendan "cargar en la bolsa un chuchupate; traer un chicalote, o una semilla de ojo de venado colgado en el pescuezo". En el caso de los niños, recomiendan "darles cosas que suenen para que se acostumbren a los ruidos fuertes y no se asusten", o bien darles a beber agua del lugar en donde fueron asustados.
El susto puede afectar a toda la población en cualquier época del año, aun si muchos terapeutas consideran que la infantil es la más afectada por el padecimiento, especialmente en épocas de lluvias, por el ruido de los truenos.