Chapi moora, mo-ora o moora guichigame. Caída de mollera
La caída de la mollera, conocida en lengua tarahumara también con los nombres de moora guichigame, mo-ora y chapi moora, representa una de las causas de demanda de atención más importantes de la población infantil de los grupos indígenas del país. También entre los tarahumaras se presenta el mismo fenómeno; la caída de la mollera es reconocida como una seria causa de mortalidad en los pacientes que no son tratados a tiempo. Numerosos son los médicos tradicionales que la atienden, encontrándose entre ellos varios especialistas en este tipo de afección, lo que viene a confirmar la enorme frecuencia con que se presenta; entre ellos encontramos: parteras-sobadoras, hechiceros-soñadores, doctores-levanta mollera, hierberas-levanta mollera, curanderas-hierberas, doctores tarahumaras, doctores, curanderos y hierberas.
Las causas más habituales que producen la enfermedad están relacionadas con accidentes tales como: caídas, golpes -especialmente si se reciben en la cabeza- y sacudidas bruscas; la dolencia también se puede originar si se quita en forma repentina el pecho al niño mientras está mamando. Los niños que con más frecuencia sufren la enfermedad son aquellos que "no comen, no toman agua, o nacen débiles", es decir, la caída de la mollera está de alguna manera relacionada con un estado de deshidratación y desnutrición. Los recién nacidos también pueden nacer con el padecimiento, esto es, la mollera se les puede sumir mientras están en estado intrauterino. Este fenómeno puede ocurrir por dos razones: si durante el embarazo la madre sufre alguna caída, o si el niño no ha tenido la posición adecuada (cefálica).
Los síntomas que permiten reconocer la enfermedad se manifiestan casi de inmediato. El niño empieza a llorar en forma continua, no quiere comer ni tomar líquidos. Enseguida, se le forma "una ranura profunda" en la cabeza, aparecen vómitos, diarrea y calentura; se le hunden los ojos, y se pone triste. Algunos informantes señalan que al paciente "le queda un ojo chiquito -el derecho-, muy gacho". Si el paciente no recibe tratamiento inmediato, deja de llorar porque "se le tapa la garganta"; además, en virtud de la pérdida de apetito y la falta de líquidos, enflaquece rápidamente, "se ve pálido y decaído" y parece asustado. En estas circunstancias, su estado empeora con prontitud. En niños recién nacidos, la enfermedad produce "soltura y vómitos" en cuanto empiezan a mamar. Según opinión de algunos curanderos, la enfermedad ocurre porque se cae "una capita de la cabeza que llega hasta el tuétano, y se mueren porque es una ventanita a la vida" (V. tonalli).
La forma de diagnóstico más inmediata es la observación del semblante del pequeño, aunada a la detección del hundimiento de la fontanela, para lo cual el terapeuta palpa la región superior de la cabeza. Se trata de constatar la presencia de "un hoyo en la cabeza del niño", o "si la mollera está aguada". Algunos terapeutas de la localidad de Urique afirman que "el señor Dios les dice de qué está enfermo el niño", si bien la experiencia les permite determinar la naturaleza del padecimiento con la sola observación del aspecto del paciente. Por lo general, los tratamientos para curar la enfermedad están conformados por varios procedimientos, los cuales se aplican, muchas veces, en forma complementaria, y tienen la finalidad de poner nuevamente la mollera en su lugar, considerando que, de este modo, desaparece la afección. Antes de iniciar la terapia, ciertos informantes "platican con Dios", a quien piden por la salud del enfermo y el éxito de la curación.
La terapia más importante aplicada por la totalidad de los informantes consultados es la de subir mecánicamente la fontanela sumida, práctica que se conoce como levantar la mollera, y que es, asimismo, el nombre con que se designan los especialistas en curarla. Esto se logra mediante la ejecución de varios procedimientos: a) se mete un dedo en la boca del enfermo y se hace presión, hacia arriba, en la zona posterior del paladar; de este modo, la mollera se levanta nuevamente (V. paladear); b) "se chupa" la mollera; en este caso, el terapeuta pone su boca justo en la mollera y la "chupa", literalmente; para ello, ciertos informantes recomiendan "cocer tantito anís con cilantro durante unos quince minutos y entonces hacer un buche y chupar la mollera bien fuerte; esto se tiene que hacer tres veces, una cada ocho días"; c) "se jala el cabello" y después se le soba la cabeza hacia arriba, con ayuda de aceite de comer.
El procedimiento que describimos a continuación es casi siempre un complemento de alguna de las prácticas descritas anteriormente, y está dirigido a consolidar la posición de la mollera, la cual ha ya retornado a su lugar. Consiste en dar tres golpes en la planta de los pies al pequeño, el cual ha sido colocado cabeza abajo; algunos curanderos primero envuelven al paciente con una cobija. En algunos casos, se "voltea al niño sobre una bandeja con agua tibia y luego se le pega en la planta de los pies"; después de levantar la mollera, se le frota todo el cuerpo con aceite.
El tercer tipo de procedimiento aplicado tiene un carácter netamente complementario de los anteriores. Consiste en administrar al enfermo algún preparado hecho a base de plantas medicinales tales como manzanilla, torote y hierbabuena, plantas con reconocidas propiedades digestivas. La finalidad de su empleo es la de ayudar a suprimir la diarrea y los vómitos, así como rehidratar al niño.
Un último procedimiento consignado por los terapeutas consiste en "ponerle el blanquito del huevo, hecho espuma, en el lugar de la mollera, y amarrarle un trapo en el pecho".
Durante el tratamiento, los terapeutas recomiendan "darle al niño mucha comida y mucha agua para que se llene el huequito de la cabeza". Ciertos consejos deben ser observados por periodos más largos después de finalizada la cura, como el que recomienda a la madre no mover mucho al niño.
Como ha sido ya mencionado, la caída de mollera representa una seria causa de mortalidad en los pacientes que no son atendidos a tiempo, ya que una de las características de esta enfermedad es su rápida evolución. Cuando el paciente comienza a presentar "diarrea verde", dificultad para tragar y vómitos continuos, significa que su estado está empeorando. El enfermo de caída de mollera está en una etapa de gravedad avanzada cuando "se le hunde los dos ojitos y se le ven bien zambuditos; se pone flaquito, flaquito, al grado de secarse y quedarse en el puro huesito; poco a poco se muere, por debilidad y falta de líquidos en el cuerpo".
Para reducir los riesgos de una caída de mollera, los terapeutas recomiendan cuidar a los niños, es decir, "no sacudirlos fuerte, o cuando les están dando de mamar no jalar de repente el pecho"; también aconsejan no ponerlos en lugares de donde se puedan caer. Aun cuando también "pueden enfermarse los grandes", los informantes reconocen unánimemente que la caída de mollera es más común en los niños "recién nacidos hasta los cuatro o cinco años", especialmente si "nacen débiles".