Haattuwa juiya irrejetze. Cuando no cumplen con la costumbre
La medicina tradicional del grupo cora es uno de los sistemas médicos más apegados a las tradiciones. En ella se refleja la antigua relación que existe entre los hombres y sus dioses, quienes son los dadores de la salud y de las enfermedades. Estas últimas se originan cuando el sujeto trasgrede los preceptos sagrados, olvida sus obligaciones religiosas, o atenta contra la memoria de sus antepasados. La gravedad de un determinado padecimiento depende del tipo de trasgresión inferida y de la jerarquía de la deidad ofendida. El rango de estos "patrones", depende de la importancia del hábitat que protegen; así, por ejemplo, los patrones de los cerros, de los arroyos y de los manantiales, son de una categoría más alta que los llamados takuates, dioses menores. Si bien ambos envían enfermedades, las que envían los primeros son más graves que las enviadas por los segundos.
"Cuando no cumplen con la costumbre" es una causa de demanda de atención de la población cora, que entra en la categoría de las "enfermedades pequeñas". Como su nombre lo indica, la causa que da origen a la dolencia es la falta de cumplimiento, por parte del sujeto afectado, de alguna obligación indicada por la tradición, o por "la costumbre", como la llaman los coras. Entre las faltas cometidas con más frecuencia se encuentran: olvidar llevar ofrendas a los patrones en los sitios sagrados como Tauta y Virikuta, así como dejar de asistir a la ceremonia de las "pachitas" o fiesta del pinole (nombre que recibe el maíz tostado y molido), entre otras. Esta celebración, según algunos etnólogos, simboliza la persecución del niño Jesús por Herodes; los cantos y los bailes que se ejecutan durante las "pachitas", tienen la finalidad de atraer a Cristo y prenderlo, en una especie de carnaval de vísperas de Semana Santa que incluye algunos rituales muy antiguos. La "pachita" o fiesta del pinole es también una representación teatral de innovaciones cristianas que cumple con el objetivo esencial de los rituales chamánicos de establecer una comunicación entre los dioses y los hombres mediante un intercambio de "dones". El pinole (cocido y crudo), que constituye un elemento importante en los distintos rituales y ofrendas, es, en las culturas del norte de México, un alimento sagrado de los dioses. En la religión cora, el pinole representa, además, un sustituto de la sangre como elemento sagrado.
En la medicina tradicional cora, esta amplia gama de causalidades da origen a numerosos síndromes de filiación cultural, lo que asegura el celoso cumplimiento de las costumbres tradicionales coras. La trasgresión a las costumbres origina las enfermedades, del mismo modo que su cumplimiento asegura la salud y bienestar de los integrantes del grupo.
Los coras designan con el nombre de haattuwa juiya irrejetze, a los padecimientos originados por faltar a "las costumbres"; según los terapeutas, ambas expresiones quieren decir "falta de cumplimiento a sus dioses". Los especialistas que atienden a la población que sufre esta clase de enfermedades son: el curandero "cantador y rezador", el "curandero con pipa y pluma" y el curandero chupador.
Como se mencionó anteriormente, estas enfermedades se producen por transgredir alguna norma social, o por faltar a una promesa. Generalmente, este compromiso se contrae cuando el sujeto "se presenta ante su patrón para pedirle que le conceda el favor de aumentar su ganado o que le permita ser músico". En el momento en que los dioses le conceden la petición, la persona hace la promesa, por ejemplo, de llevar ofrendas durante un tiempo determinado. Si no da cumplimiento a esta obligación moral, entonces contrae la enfermedad.
La persona afectada comienza a tener dificultades "sociales". Si se trata de un hombre, empieza a "tener mala suerte en el trabajo, o si es mujer, el marido la trata mal, se pelea con sus vecinos, llora mucho y camina con dificultad", refieren los informantes. A continuación, aparecen malestares físicos no bien definidos; algunos de los síntomas que el enfermo puede presentar, son "calenturitas" que no se quitan con ningún medicamento, caída abundante de pelo, dolor de estómago sin causa aparente, y pérdida de apetito; asimismo, "le brota agua de la piel, la que se ve como que se quiere reventar".
Muchas veces sucede que el curandero, confundido por los síntomas que presenta el enfermo, empieza a curarlo; sin embargo, al ver que los tratamientos no surten el efecto esperado, comienza a considerar la posibilidad de que el mal sea producto de alguna falta a los patrones, o del incumplimiento de alguna promesa. Si en la conversación que tiene con el enfermo sus sospechas son confirmadas, entonces el terapeuta procede a hacer la "consulta a los dioses", para establecer el diagnóstico.
La "consulta" es un rito de comunicación entre los dioses y el curandero. Antes de dar inicio a la ceremonia, el terapeuta pide al enfermo, o a sus familiares, varios objetos importantes para el ritual: pinole crudo y cocido, recién preparado, para "echárselo" a los dioses, cinco pesos "para dárselos al santito", y un poco de algodón. Este último elemento posee, entre los coras, una gran carga simbólica. Es considerado sagrado porque está hecho de hilos muy finos, los cuales forman uno solo, muy largo, que llega al cielo y después regresa a la tierra transformado en gracias divinas; de este modo, el algodón enlaza el mundo sagrado con el mundo profano. La "consulta" inicia cuando el terapeuta hace una limpia al enfermo con el algodón, que coloca sobre un paño blanco en el altar de la casa; enseguida prende su pipa, sopla el humo de tabaco en el cuerpo del paciente, y con la ayuda de las plumas de gavilán comienza a buscar la causa de la enfermedad, preguntándoles: "Dios que eres mi padre, Dios que eres mi hermano, Dios que eres mi madre, que por tu sabiduría queremos saber de dónde salen las enfermedades. Queremos que nos hagas este bien, que te encargues de averiguar de qué rincón de la tierra salió este mal; ya que tú eres, por cierto, el que dejaste a los espíritus de la tierra, y no sabemos si ellos han sido los causantes de esta desgracia". La plegaria continúa destacando la aflicción que sufren los familiares del enfermo. Durante este acto, también le pide a Dios que alivie al paciente "con el polen de sus flores, que lo purifique y cubra con las nubes del cielo, al igual que él lo cubre con el humo del tabaco". Termina la letanía nombrando a los dioses creadores del mundo y a "sus hijos", divinidades ahuyentadoras de los malos espíritus, a quienes les informa que los familiares no aceptan la enfermedad y que esperan de todo corazón que escuchen sus palabras.
Enseguida, el terapeuta se sienta y empieza a observar el algodón. Si la fibra, por ejemplo, tiene una mancha de tierra en el centro, eso significa que el enfermo está en peligro de muerte. Continúa observando con atención; si la mancha no es muy grande, entonces aún hay esperanzas de que el enfermo se alivie. Finalmente, comunica a los familiares el resultado de la consulta; les cuenta de la gravedad de la enfermedad, y les dice que cantará y rezará toda la noche, y que por momentos "dormirá para saber en medio del sueño la culpa que tiene el enfermo". Si durante el sueño san Miguel Arcángel le comunica que el enfermo debe "descansar en el otro mundo por las obras que cometió en contra de las disposiciones de los dioses", el terapeuta informa a los familiares "que ya no se puede hacer nada y que no le guarden resentimiento, ya que hizo todo lo posible". Las órdenes de "sus padres" son más poderosas que sus dones para curar.
Cuando en la consulta los dioses o patrones comunican al curandero que el enfermo tiene curación, a los familiares se les dice el nombre del dios o patrón "que tiene agarrado el espíritu" del paciente, y la falta que provocó su enojo. Así, en uno de los casos mencionados por un terapeuta, durante una consulta el dios Tajá ("curandero efectivo") le avisó que un chakán (deidad del río) había "agarrado" a una persona porque se bañó muy tarde en el río. El chakán es considerado por los coras una entidad peligrosa, ya que envía fríos y calenturas. Por este motivo, antes de iniciar el tratamiento, es necesario ir al lugar de residencia del dios que tiene presa el alma del enfermo, y llevarle una ofrenda "para que lo suelte" (V. pérdida del alma).
El procedimiento terapéutico empleado para curar este tipo de enfermedades consiste en "limpias" destinadas a concentrar el mal, para después "chuparlo y arrojarlo al suelo". Como siempre, las "limpias" se ejecutan con ayuda de plumas de gavilán o de águila. Antes de dar inicio al tratamiento, el curandero recita oraciones "elevadas directamente a Dios"; enseguida reza cinco credos, y en cada uno de ellos pide perdón, en nombre del enfermo, por la falta cometida. Cuando la enfermedad es grave, el curandero necesita estar solo con el enfermo en un cuarto; entonces puede concentrarse, creando una atmósfera cargada de energía; así, mientras el paciente yace a su lado, el curandero puede cantar horas enteras. La música y los cantos que repite continuamente durante horas, tienen la finalidad de establecer la comunicación con las deidades situadas "encima de sus cabezas", así como con las del inframundo. Durante la ceremonia, el curandero entra en trance y es capaz de "volar" hasta Virikuta o Wirikúta -lugar sagrado por excelencia de coras y huicholes-, y traer las almas de los enfermos atrapadas por algún dios, a quien deja, a cambio, una porción de pinole y algunas monedas. Al finalizar las letanías, "emborracha la enfermedad" con el humo de su pipa, y después "limpia" el cuerpo del paciente con las plumas de águila, para así "barrer" la afección y concentrarla en un punto del cuerpo; enseguida, chupa la enfermedad, práctica que ejecuta colocando un extremo de las plumas en el sitio de concentración del mal, y el otro en su boca; por último, la arroja al suelo (V. chupar). Si el enfermo siente dolor en algún lugar, la enfermedad se barre hasta ese sitio; en caso contrario, se barre hasta el centro del abdomen. En la medicina tradicional cora, las plumas de águila forman parte del arsenal terapéutico del curandero, por considerarse que las águilas "lo ven y lo saben todo; son aves poderosas, rapaces y sanguinarias que picotean, desgarran y ahuyentan las enfermedades", señalan los terapeutas.
Al término del tratamiento, se le solicita al enfermo que "haga un sacrificio económico" para comprar dos veladoras y ofrecerlas al "Santísimo" (Dios Padre), en agradecimiento. Ese día, el enfermo debe pedir a un familiar, o a un amigo, que lo represente ante Dios Padre. El representante, acompañado del curandero, lleva la ofrenda (las veladoras) a la iglesia, y a nombre del enfermo pide perdón al Santísimo; mientras tanto, el terapeuta "también lo hace a su manera, con oraciones elevadas, bien concentrado, sin distraerse".
Los curanderos coras estiman que las peticiones se deben hacer directamente al Santísimo, frente al altar, ya que allí "está él en cuerpo y alma". Si las peticiones se hacen a cualquier otro santo y no a "Dios Padre", se considera que es como hacer una petición a un hijo y no al padre, desconociendo así la jerarquía divina.
Para que el tratamiento sea realmente efectivo, el enfermo "no debe usar a la mujer" mientras está siendo atendido; la misma regla rige para el curandero. Estas normas establecen una serie de prohibiciones que ambos están obligados a respetar, entre ellas, los ayunos y la abstinencia sexual, de cinco días antes del tratamiento, y durante éste; asimismo, en ese periodo les está vedado enojarse y tomar alcohol.
Si el curandero no descubre a tiempo la causa del padecimiento, la condición del enfermo se agrava. Cuando la falta cometida es grave, la enfermedad resultante también lo es; en estos casos, no hay quien cure al enfermo, el cual, en consecuencia, muere.
Para evitar que el padecimiento vuelva a presentarse, el enfermo se debe comprometer a llevar ofrendas a los patrones, durante tres a cinco años, a los lugares sagrados. Estos regalos incluyen pinole crudo y cocido, y flechas votivas confeccionadas con plumas de águila, las cuales protegen al cora. Otra forma de prevención consiste en solicitar al curandero que haga "conjuros y concentración natural" con su bastón de plumas. Estos bastones o muvieri, de los cuales un curandero puede tener más de cinco, están confeccionados con plumas de diferentes tipos de águilas. Uno de estos bastones está hecho con plumas de águila "cortaviento", pájaro temible cuyas alas delgadas y filosas pueden cercenar la cabeza de animales pequeños. Este muvieri se emplea en los tratamientos de las enfermedades graves, "porque guillotina la cabeza de los diablos y espíritus malignos, a la misma velocidad fulgurante como lo hace tzichau durante su vuelo". Un segundo muvieri es el que se elabora con plumas doradas de cola de águila chuishu y un cascabel de serpiente, y se utiliza para alejar la enfermedad en el momento de la curación; el terapeuta hace sonar el cascabel para llamar la atención del dios Tajá (curandero efectivo).