Caída de cuajo, cuajo o volteada de cuajo
Enfermedad que padece predominantemente la población infantil menor de un año y, en forma excepcional, las personas adultas. La volteada de cuajo es un padecimiento relativo al aparato gastrointestinal, tratado principalmente por parteras y sobadoras. El término cuajo designa tanto un órgano -que semeja una gruesa membrana que se encuentra en el interior del estómago adherida a sus paredes-, como la enfermedad que se produce cuando se "cae" o se "voltea" aquél. Las causas que originan que el cuajo se voltee pueden ser de dos tipos: las asociadas a la calidad de la comida, especialmente cuando ésta contiene grasa de cochino en exceso, o las que acaecen por accidentes; dentro de este último grupo se mencionan las caídas, y "el menear fuerte al niño cuando sus hermanos mayores lo tiran fuerte", accidentes que "ocasionan que se le caiga el cuajito".
Los síntomas empiezan a manifestarse casi de inmediato. El niño presenta diarrea y vómito; se pone muy triste, pierde el apetito, le da calentura y la leche se le "hace bola" adentro; luego se le cae la mollera, se le sume (V. caída de mollera).
Además de interrogar a la madre del pequeño, el terapeuta hace una revisión del abdomen para poder determinar que se trata del cuajo que se ha caído, y no de empacho, otra enfermedad similar. Al palpar la región estomacal, el terapeuta puede "sentir el cuajo" desplazado. La revisión incluye la ejecución de un procedimiento que permite diferenciar ambas enfermedades: cuando hay empacho, al percutir el estómago del niño enfermo "se escucha como si estuviese hueco, porque hay sofocación; esto no ocurre cuando el cuajo se cae", señalan las parteras. Otro de los elementos indicativos para el diagnóstico es la "caída de la mollera", la cual deja de latir o lo hace muy despacio.
Los tratamientos son variados y tienen la finalidad de volver a colocar el cuajo en su sitio mediante maniobras de tipo mecánico. Si la mollera se encuentra caída, las terapias incluyen un procedimiento destinado a subirla nuevamente. Todos los tratamientos prescriben la ingestión de tés de plantas medicinales que contribuyen a eliminar la diarrea, los vómitos y la calentura. La aplicación de emplastos en la región estomacal es otra de las prácticas curativas empleadas. Las sobadas son un procedimiento utilizado comúnmente para reinstalar el cuajo en su lugar; estos masajes pueden ser simples o muy complejos, según las modalidades curativas de la región de que se trate. Así, ciertos terapeutas señalan: "acuesto al niño boca arriba, sobre mis piernas, y le enderezo la pancita, según sea el lado hacia donde se volteó el cuajo; después le pongo un emplasto de sebo con carbonato, lo cubro con una hoja de lengua de vaca y por último le coloco una venda". El emplasto también se pone en la planta de los pies y tiene la finalidad de bajar la calentura. Esta curación se hace durante tres días, por las mañanas. El enfermo debe permanecer vendado o con una faja "hasta que sane", indican los informantes.
En la región de Cuetzalan del Progreso, Puebla, el tratamiento indicado es más complejo. Primero el paciente es frotado con un preparado que se hace dejando macerar papa cruda, bien picadita, en "refino" (aguardiente), con el objeto de hacer descender la temperatura; enseguida, el terapeuta acuesta al niño boca abajo y, tomándole un pie y la mano del lado opuesto, procede a juntarlos; luego repite la operación con el otro pie y la otra mano; después lo voltea y le soba el abdomen; a continuación le fija las manos, lo coloca sobre sus piernas de modo que su cabecita cuelgue sobre una jícara con agua y procede a sacudirle la cabeza varias veces; hecho esto, lo entrega a la madre para que lo sostenga por los tobillos -la cabeza siempre queda sobre el recipiente con agua-, y tomándole la cabeza entre sus manos, le da algunos "jaloncitos"; después, con las manos a ambos lados del cuerpo del paciente, lo frota desde la cabeza hasta los pies con breves movimientos rotatorios; finalmente, le da algunos golpecitos en las plantas. Terminada esta parte del tratamiento, comienza la terapia para lograr subir la mollera: la partera sienta al niño sobre sus piernas y, tomando un buche de agua, chupa varias veces la mollera, al mismo tiempo que, con ambas manos, aprieta la cabeza del pequeño, en varias partes. Los terapeutas señalan que "el tratamiento es muy efectivo y con una vez que se haga, el enfermo se alivia"; pero si el enfermo no logra sanar, entonces se le "sube la campanilla", es decir, se le dan masajes en el paladar con el dedo pulgar, "de modo de empujar la mollera hacia arriba". Los informantes comentan que "cuando un niño se cae, generalmente se le caen el cuajo y la campanilla; es por esto que el tratamiento contempla sacudidas y chupada de la mollera".
Las terapias destinadas a curar el cuajo caído también incluyen la administración de tés medicinales, cuya finalidad es la de "cortar" la diarrea. Varios son los preparados aconsejados; en uno de ellos, hay que hervir epazote de zorrillo, hierbabuena, manzanilla y tomillo, y endulzar; el preparado se debe tomar bien caliente, en dosis de medio vaso tres veces al día, si el enfermo es un niño grande, o de tres o cuatro cucharadas soperas, tres veces al día, si se trata de un niño pequeño. Otros terapeutas aconsejan tomar el té de poleo blanco y mastuerzo, administrado de la misma manera que la primera preparación.
Graves pueden ser las consecuencias de la volteada de cuajo no tratada. Los informantes afirman que si el niño no se cura, empieza a ponerse flaco, no mama, le da anemia y al final muere.
A manera de prevención, aconsejan cuidar a los niños para que no se caigan, "no sacudirlos demasiado fuerte" y evitar el consumo excesivo de manteca de cerdo.