Como en otros grupos indígenas del país, la partera es el especialista que atiende las afecciones ginecoobstétricas, así como el embarazo y el parto de las mujeres de su comunidad. El signo más importante del embarazo es la ausencia del ciclo menstrual, aunque a veces la regla se suspende por otras razones. La terapia indicada para estos casos consiste en la administración de un té de sábila, tronadora y una ramita de perejil, tomado en dosis de dos tazas diarias, una por la mañana y otra por la noche, durante tres días. La enferma también se debe dar masajes en el vientre y la cadera con pomada de chivo, o "pomada de frialdad", y luego vendarse "para que salga toda la frialdad".
La causa de demanda de atención más frecuente durante el periodo de gestación es la de acomodar al niño. Esta necesidad surge cuando la mujer siente que tiene un "mal embarazo", esto es, tiene el producto en mala posición, hecho que advierte cuando "no puede hacer su trabajo normal, y no puede acostarse por el lado donde están los pies del bebé".
Otro de los problemas graves que a veces deben enfrentar las parteras es la amenaza de aborto de su paciente. Para evitar el aborto, ellas administran un "té de hacha", como agua de tiempo, que se prepara dejando en agua, durante varios días, un hacha bien lavada, de modo que destile su sabor a hierro. Según las terapeutas, sus antepasados así detenían el aborto, y ellas han podido comprobar que verdaderamente funciona.
El dolor en el vientre y la sensación de querer ir al baño, son los signos que indican a la paciente la inminencia del parto. Durante esta etapa la preocupación de la partera es la de lograr que el niño nazca lo antes posible, para lo cual, en cuanto llega a atender el parto, le da a la enferma un té preparado con "casco de armadillo", y con las plantas de nombre yatainaulum e ivaingulun, endulzado con miel, o con un pedazo de panal. Otra preparación acostumbrada es el té de hoja de remedio, que se hace hirviendo siete hojas verdes de la planta en un litro de agua, durante 30 minutos; se toma en pequeñas cantidades a partir del momento de sentir el primer dolor, hasta antes del nacimiento. Se recomienda no exceder el número de siete hojas para el litro de agua, ya que puede producir vómitos con sangre.
Cuando el niño nace, la partera lo recoge con sus manos desinfectadas previamente con mezcal, y lo envuelve con trapos limpios; después corta el cordón umbilical con una navaja o con un trozo de carrizo, limpia al niño y lo baña con agua tibia, cuidando todo el tiempo que no le dé el aire. A la madre la faja con un trapo mojado con mezcal, alcanfor y tabaco, para evitar los entuertos, y para que así pueda estar más pronto en condiciones de trabajar. A continuación revisa que la placenta haya salido completa, y cuenta el número de "nuditos" que tiene el cordón umbilical, ya que según las creencias cuicatecas, cada nudito equivale a un hijo que va a tener la mujer en el futuro. Cuando la madre ya no desea tener más hijos, la partera amarra la placenta y la "voltea" para enterrarla debajo de un árbol, mientras reza una oración a Dios pidiéndole que deje de enviar hijos a su paciente, "porque sufre mucho y es muy pobre".
Como en otros grupos indígenas, la placenta tiene un tratamiento especial, por su gran contenido simbólico. Así, para evitar que el niño sea miedoso cuando grande, la partera "prepara la placenta", es decir, la coloca en un sombrero del papá, le pone agua bendita y la cose; enseguida entrega el sombrero al padre del niño, quien lo debe colgar a un árbol pidiendo, mediante una oración, que su hijo no tenga miedo de subirse a los árboles, cuando esté en edad de hacerlo. De esta manera, a medida que el árbol vaya creciendo, con el "nidito" que allí le han dejado, crecerá también el niño, pero sin miedos.
Terminado el alumbramiento, las parteras dan a la parturienta un té de canela, malva y cuachalalate, con el objeto de limpiar bien la matriz para que no tenga problemas de tipo ginecológico en el futuro. Al tercer día, le dan su primer baño de plantas -una mezcla de cuachalalá, topoya, hierba del cáncer, malva, árnica, hojas de saúco, camote de carrizo, tomatillo blanco y laurel. Con un rollito de las mismas plantas, la mujer debe "caldear bien su vientre" durante el baño.
Las parteras cuicatecas conocen ciertas prácticas de tipo anticonceptivo, que se deben ejecutar inmediatamente después que la paciente ha alumbrado la placenta. Una de estas maniobras consiste en hacer acostar boca abajo a la mujer por espacio de 15 minutos, y luego pedirle que camine "para que su vientre se descontrole". El tratamiento incluye la necesidad de tomar un té preparado con injerto macho, en ayunas, por tres mañanas antes que le baje la regla, mientras esté en edad fértil. El "injerto macho" es un bejuco que crece en los árboles, y que la paciente debe aprender a distinguir del tipo hembra, que crece en las mismas condiciones.
Una causa de demanda de atención frecuente entre las mujeres durante el posparto es la aparición de sangrado, el cual muchas veces constituye una verdadera "hemorragia". Ocurre frecuentemente "porque quedó mal del parto la mujer, por caídas, o porque tiene un tumor en la matriz, diagnosticado por algún médico. Las dos primeras causas que producen una afección de nombre "cadera abierta", que la partera trata de la manera siguiente: primero le soba la cadera y luego la "voltea con la cabeza hacia abajo; entonces la sacude tres veces, revisando también si el huesito de la colita (el coxis) ya se volteó". Después le coloca un "parche poroso" en la región de la cadera, o una ventosa para sacarle" el frío. Finalmente le da un té de cuachalalate con ítamo real, en dosis de una taza dos veces al día, durante algunos días.
Si la hemorragia deriva de la existencia de un "tumor" en la matriz, el tratamiento es diferente, y consiste principalmente en la administración de un cocimiento preparado con árnica, cuachalalá y topoya, como agua de tiempo, por tres días; al cabo de este periodo, la partera revisa a la mujer; si sangra mucho" es que se está limpiando",si arroja "algo sucio, baboso" y de mal olor, quiere decir que ya arrojó el "tumor". El tratamiento incluye lavados vaginales con las mismas hierbas. Por último, la enferma debe tomar un té de cempasúchil (flor de muerto), cáscara de nuez y azucena blanca -planta difícil de conseguir y que los terapeutas traen de muy lejos-, en dosis de tres tacitas después de cada comida; al momento de tomar el té, debe agregarle una raja de cuachalalá para que cicatrice el lugar de donde se despegó el tumor. Asimismo, es conveniente que la enferma tome un baño de temazcal. Durante el tratamiento se recomienda el consumo de caldo de "gallina ponedera, para que se alimente y vuelva a recuperar la sangre que ha perdido".